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"Con 18 años solo quería volverme a Guinea hasta que encontré el piso"

La entidad denuncia la falta de plazas en la red de acogida

Mamadou Keita, Omar El Fadali, y Saidou Barri, en el piso Magone de la Fundación Fisat. | M.A.MONTESINOS

«El día que cumplí 18 y salí del centro de menores lo único que quería era volver a Guinea. Estaba en la calle y no tenía nada. Así que llamé a mi padre para que me comprara billetes de avión para volver a casa. Pero me dijeron que me podía quedar en un piso. Así que le volví a llamar y le dije ‘bueno, espérate un par de días’. En esos días me ofrecieron estudiar para cocinero, y le volví a llamar para decirle, ‘espérate un mes’. Y descubrí que me gustaba mucho, así que al mes le llamé otra vez para decirle, ‘mejor dame dos meses’».

Al final Mamadou Keita se quedó más de 9 años en España. Es jefe ejecutivo de la empresa Hijos de Amparo Tamarit, que gestiona varios restaurantes, y tiene a su cargo a decenas de cocineros y camareros. A sus 27 años.

Él fue uno de los primeros jóvenes que participó en el primer hogar de emancipación que se creó en la Comunitat, el piso Magone, de la Fundación Iniciativa Solidaria Ángel Tomás (Fisat), que cumplió ayer 10 años. Entonces no había red pública como ahora, con 122 pisos, y estos recursos quedaban en manos de organizaciones sociales. Hoy Fisat gestiona 7 pisos de emancipación, con un total de 30 plazas.

Omar El Fadali tiene 20 años, y vive ahora en el piso Magone 2. Es de una ciudad cercana a Casablanca y lleva poco más de un año en el recurso. Desde que salió del centro de menores, «el piso me ha ayudado mucho a ser independiente y centrarme en mi futuro», cuenta. Acaba de venir de Marruecos, de ver a su familia.

Como él, 65 jóvenes (61 extranjeros y 4 españoles), han pasado por el piso y después han volado del nido desde 2011. Ahora trabajan en hostelería, agricultura, de electricistas, soldadores, estudian ciclos superiores, bachillerato, una carrera... Unos pocos siguieron su camino a Austria, Alemania o incluso de vuelta a Marruecos. La gran mayoría ha conseguido papeles, muchos de larga duración, y uno de ellos la nacionalidad.

«¿No es maltrato institucional proteger a estos niños hasta el día de su mayoría de edad y entonces dejarlos en la calle? A nadie se le ocurriría decirle a su hijo recién cumplidos los 18 años ‘aquí tienes la maleta, búscate la vida’». Así hablaba ayer Segundo García, secretario de FISAT, para denunciar que faltan plazas en la red de emancipación valenciana, y la realidad es que muchos jóvenes salen de los centros de menores y acaban en situación de calle.

Cinco millones de inversión

La directora general de Infancia y Adolescencia de la conselleria de Igualdad, Rosa Molero, participó en el acto y aseguró que, en la actualidad, se invierten 5 millones de euros en la red de emancipación, frente a los 214.000 euros de 2015. Hizo especial hincapié en la palabra «invierten», y añadió que Igualdad tiene previsto aumentar más el presupuesto, tanto para estos recursos como en las oficinas Mentora, y otras ayudas como la Renta Valenciana de Inclusión.

Molero aseguró que desde Igualdad trabajan para «cerrar heridas» en chavales que han vivido experiencias muy duras demasiado pronto. «Las heridas no van a desaparecer, los cuentos de fantasía a otro lado, pero podemos cicatrizar y mirar hacia delante», dijo Molero.

«Cumplir los 18 puede ser un momento muy especial, pero también muy crítico», dijo García. Conseguir el carnet de conducir, el inicio de tu independencia, una beca para estudiar en otro país... Pero hay otro horizonte, que para chicos como Mamadou u Omar es el siguiente: o quedarse en la calle o volver a tu país. Omar vivió en sus carnes el primero, durmiendo al raso durante más de quince días, Mamadou quería intentar el segundo, pero los dos, con 10 años de diferencia, consiguieron acceder al hogar de emancipación. Por eso Mamadou acababa su discurso en la inauguración así, dirigiéndose a los nuevos inquilinos del piso: «que los chicos aprovechen esta oportunidad, que en la vida no hay tantas».

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