El cambio climático sirve para todo. Sus efectos se interpretan, curiosamente, de cualquier modo, siempre y cuando favorezca los intereses que se buscan. En los últimos meses, coincidiendo con la publicación de varios informes y trabajos de investigación sobre los efectos del cambio climático en los recursos hídricos de nuestro país, se ha puesto de manifiesto que en algunas áreas de la península Ibérica la tendencia de las precipitaciones está siendo negativa desde 1980 a la actualidad. Y lo puede ser más en las próximas décadas, según confirma la modelización climática. Pues bien, en el sureste peninsular, uno de los ámbitos más afectados por esta realidad de escasas lluvias, hay quien justifica la necesidad de más trasvases porque va a llover menos en el futuro, incluso como argumento para mejorar el medio ambiente. Sin caer en la cuenta de que ese descenso de lluvias afecta igualmente a los caudales potencialmente trasvasables. Pero eso no importa. Lo que vale es mantener en el engaño a agricultores y ciudadanos con promesas de aguas foráneas que nunca llegarán. El cambio climático obliga a cambiar los principios de planificación de agua de nuestro país. Lo venimos diciendo hace años. Pero parece que algunos no quieren escuchar. ES más fácil mantener el estatus actual, que comienza a ser insostenible. En un contexto de cambio climático como el que vivimos en España, los trasvases de agua no son la solución a los problemas de escasez, por muchos motivos, principalmente el climático. Los territorios tienen que planificar sus recursos pensando en alcanzar la autosuficiencia hídrica que, en el sureste peninsular, es posible sin necesidad de acudir a recursos foráneos. Y aunque este mensaje es incómodo para algunos es el único que piensa en la gente desde la verdad.