Hace pocos días leía unas páginas de George Steiner. Y me encontré con esta acertada reflexión: «El destello del relámpago manifiesta tanto su presencia como la oscuridad que lo circunda».

Justamente eso ha sido la respuesta europea a la pandemia: un rayo en la oscuridad. La solidaridad de la Unión ha hecho perceptible la oscuridad del egoísmo de otros momentos y otras latitudes. Había otra salida a una crisis y Europa, esta vez, la ha encontrado. Lo resumió muy bien Ursula Von der Leyen. En esta pandemia, dijo: «Optamos por ir juntos».

Esa es la esencia del mejor espíritu europeísta: ir juntos. Ir juntos en las vacunas, en la deuda y en los fondos de recuperación. Y demostrando que no somos indiferentes al sufrimiento ajeno.

Gracias, comisaria Ferreira, por este impulso europeo de esperanza. Europa siempre es la solución. Y esperemos que ahora lo sea, para la Comunitat Valenciana, en tres cuestiones decisivas para nuestro futuro: evitar los aranceles injustos al calzado, defender los derechos del campo valenciano ante la competencia desleal, y conseguir una transición energética justa para la cerámica.

Defenderemos los derechos valencianos siempre. Pero, ante todo, tenemos claro que Europa no son solo recursos y ventajas. Europa es, sobre todo, un compromiso con el humanismo, con la paz y con los derechos sociales.

Algunos, arrastrados por el peor rostro del pasado europeo –que es el fanatismo– deben recordar lo obvio. Europa no es votar contra el aborto. Ni negar la violencia machista. Ni deslegitimar gobiernos e instituciones. Europa es recibir, y Europa es aportar.

La metáfora del rayo en la oscuridad también ilustra el papel de la prensa responsable, independiente y comprometida que representa el periódico Levante-EMV.

Entre tanta oscuridad informativa, brillan más los faros informativos que refuerzan la democracia. Levante-EMV es linterna, porque enfoca a las realidades más cercanas. Levante-EMV también es faro que se avista desde lejos entre el convulso oleaje cotidiano.

Como se ha dicho, el año que viene cumpliréis 150 años. Un siglo y medio entre gobiernos turnistas, dictaduras, república, guerras, transiciones y autogobierno. Un siglo y medio ejerciendo un gran papel de servicio público en la riuada, en la pantanada y ahora –fundamental– en la pandemia.

Y es la perspectiva de la Historia la que permite divisar, desde lejos, vuestra lealtad a una tierra, a un autogobierno, a una cultura y a unas gentes para las que sois la máxima referencia informativa.

Pero hay un aspecto invisible de vuestro trabajo, que solo el rayo ilumina, y que hoy me gustaría poner en valor.

La revolución digital ha traído una paradoja: a más comunicación, menos comunidad. Vivimos en un enjambre digital donde muchos ‘yo’ teclean. Sin embargo, cada día escasea más el ‘nosotros’. Las redes no siempre crean esa comunidad que prometían los cantos de sirena. Muchas veces no son más que cámaras de eco, donde los gritos retumban y el fanatismo crece.

Es lo contrario a la magistral definición de Arthur Miller: «Un buen periódico es una nación hablándose a sí mismo». Hablando, no monologando. Hablando, no gritando. Hablando, no insultando.

Ese es el aspecto invisible que hoy quiero agradecer a cada periodista de esta casa: que contribuyáis, desde vuestra mirada y vuestro teclado, a crear comunidad.

Crea comunidad las historias de los ‘invisibles’ de Mónica Ros, que nos recuerdan el trabajo pendiente. Crea comunidad la generosidad de Elena Lis desde las páginas de Opinión recordando –desde el dolor por su hermano– que solo la ciencia nos salva. Crea comunidad el trabajo infatigable de Pep Bataller, que hace poco nos dejó, y que dio voz, durante 47 años, a pueblos tan pequeños como Bellús, Sempere y Alfarrasí. Pueblos que merecen tener voz, como ha hecho esta casa desde su fundación. Y crea comunidad la cobertura valiente, rigurosa y persistente de Laura Ballester sobre el accidente de metro de hace 15 años. Para todo eso sirve un periódico. Y para eso necesitamos a Levante-EMV. Para componer el mejor trencadís: el que agrupa las individualidades en un todo, en un nosotros.

Ese es el espíritu con el que Prensa Ibérica construye una idea de España desde todas las periferias. Ahora también con El Periódico de España. Apreciando cada singularidad; fomentando todo aquello que nos une.

Senyores i senyors: eixa comunitat que transcendeix individualismes està hui representada pels premiats. El mateix any que va aparéixer este diari, nasqué un il·lustre escriptor que va publicar en les vostres pàgines: Pío Baroja. Baroja –que, per cert, era net d’editor de periòdics– té una frase inspiradora per a moments complexos. Deia així: «Si quieres hacer algo en la vida, no creas en la palabra imposible. Nada hay imposible para una voluntad enérgica». Eixe és l’esperit que abanderen les persones i els col·lectius hui reconeguts i que desperten tota la nostra admiració.

La generositat de Casa Caridad, mai indiferent al dolor alié. La humanitat dels voluntaris que han aconseguit salvar un ocell amenaçat. La passió del València Basket per fer renàixer la història del bàsquet femení. El compromís de Baleària per avançar-se al futur de la mobilitat i la sostenibilitat. La determinació de la Fundació Miquel Navarro per a posar en valor l’obra del nostre gran escultor. El somriure necessari que enguany ens ha tret de nou Berlanga. En un any tan difícil, moltes gràcies per ser eixe «raig en la foscor» del que parlava Steiner.

Senyores i senyors, acabe amb un alegat. En estos mesos hem reconegut a molts treballadors essencials. Però hem parlat massa poc del periodista. I ho és. És essencial. I en una época de post-veritats i de democràcies en perill, cada dia és més essencial.

Kapuscinski va proclamar que «per a ser periodista cal ser bona persona». No era la primera vegada que es deia. En el primer editorial d’este diari, en 1872, el seu director Peris Mencheta va gravar a foc una màxima: «Nuestra pluma no puede servir a nadie más que a nuestra propia conciencia». Eixe és el paper del periodista. Per a posar rostre i denunciar la desigualtat. Per a crear més i millor comunitat. Per a il·luminar, com un raig, quan ens envolte l’obscuritat.