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CUMBRE DEL CLIMA

Territorio damnificado por la crisis climática

El calentamiento global y el aumento del nivel del mar que se aborda desde hoy en la Conferencia del Clima de la ONU tendrá un impacto más acusado en puntos del planeta como el litoral mediterráneo

Las fuertes lluvias de septiembre de 2019 provocaron una fuerte erosión en el suelo de la mayoría de campos de la Vega Baja. | EFE/MORELL

Unos 2.500 kilómetros separan Glasgow, donde este fin de semana empieza la Cumbre del Clima de Naciones Unidas, de València. En la ciudad escocesa abordan expertos y mandatarios de todo el mundo unas políticas de mitigación que permitan reducir emisiones de gases contaminantes a la atmósfera y hacer frente al calentamiento global. El escenario que se cierne sobre la Comunitat Valenciana es, además, especialmente preocupante porque la tropicalización del Mediterráneo va en aumento. Un efecto, el del incremento de la temperatura marina, que además de los daños al medio natural impactará de pleno en dos sectores de peso en la economía valenciana: turismo y agricultura.

La superficie afectada en el campo oscilará entre las 19.871 y las 26.902 hectáreas, donde los cultivos más perjudicados serían cítricos y tierras arables. En función del escenario de inundación, los daños podrían alcanzar hasta el 77 % del campo valenciano. Entre los municipios más vulnerables a nivel agrícola figuran Alfafar, Sueca o San Fulgencio. En los dos primeros, enclavados en el Parc Natural de l’Albufera, predomina el arrozal mientras que en el último, en la Vega Baja, hay desde cereal o huerta, pasando por los cítricos. La localidad alicantina fue una de las grandes perjudicadas en la DANA que en septiembre de 2019 arrasó todo a su paso en casi una treintena de poblaciones. El sur de la Comunitat Valenciana es terreno abocado al estrés hídrico y la desertificación.

El litoral valenciano será uno de los más damnificados por la subida del nivel del mar, algo muy estudiado por el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo. La extremización de fenómenos ya extremos como temporales o gotas frías, con olas de récord como ocurrió con la borrasca Gloria, agravarán una recesión que ya alcanza a la mitad de la costa y con graves problemas de inestabilidad. La peor parte se la llevarán las playas abiertas y de arena más fina, como las de la provincia de Valencia, y la parte central de Castelló, donde los retrocesos podrían llegar hasta los cien metros en 2100. Escenario agudizado por la falta de sedimentos.

Desaparición de los arrozales

José Serra, catedrático de Puertos y Costas de la Universitat Politècnica de València, coloca el foco sobre l’Albufera. No solo por su valor ambiental, sino por ejercer de escudo frente a las fuertes avenidas de agua. «Si no se actúa ya acabará formando parte de la bahía de València y los arrozales desaparecerán por la salinización de los acuíferos», explica. Tampoco es demasiado optimista Emilio Barba, profesor de Ecología del Institut Cavanilles de la Universitat de València. «El grado de confianza en lo que ocurra en esta COP26 es bajo, espero que haya algo más que marketing porque el Fondo Mundial para la Naturaleza deja claro que el planeta se nos cae a pedazos», espeta.

«Los informes de los expertos alertan de las pérdidas aceleradas de especies y hábitats, así como el deterioro masivo de servicios ecosistémicos», relata. Las propias agencias y organizaciones internacionales que deben velar por frenar y revertir estas tendencias, como el Programa Medioambiental de Naciones Unidas o la Agencia Ambiental Europea «reconocen el «fracaso total de las políticas medioambientales», recuerda Barba. En esa línea se expresaba hace unos días Samira Khodayar, investigadora del CEAM, en unas jornadas de educación ambiental. «Las acciones humanas tienen el potencial de determinar el curso del futuro del clima. Aunque el mundo oye, no escucha», reflexionaba.

Para Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante y experto en los efectos del cambio climático sobre el territorio, de la COP26 de Glasgow ha de salir un acuerdo total para la mitigación de los gases de efecto contaminante. «Resulta imprescindible establecer un sistema claro y universal para la compra de derechos de emisiones», apunta. Olcina, también presidente de la Asociación Española de Geografía, cree que en esta conferencia debe fijarse el compromiso de los países ricos para financiar la transformación hacia tecnologías limpias de los menos avanzados.

En su opinión, la COP26 ofrece perspectivas «muy poco halagüeñas». «Este año volveremos a batir un nuevo récord de emisiones a nivel mundial porque el 75 % del consumo energético del mundo sigue dependiendo de los combustibles fósiles», razona.

Esos incumplimientos provocan que la disminución llevada a cabo por la Unión Europea, Japón, Australia o Nueva Zelanda «no sea suficiente». «Si perdemos esta década será muy negativo, porque los efectos del calentamiento van a ser más intensos y se acelerarán con el tiempo», advierte. Olcina aconseja que las regiones y ciudades avancen en políticas urbanísticas y de movilidad sostenibles. «Tendría que salir una guía de trabajo para la elaboración de planes de adaptación en los entornos urbanos», remarca.

En esta senda ya transita el Botànic, con normativas propias como la futura Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica, o la Estrategia Valenciana de Cambio Climático y Energía 2030. El objetivo es favorecer el paso hacia una economía neutra y reducir un 40 % las emisiones en una década y que 2050 el 100 % de la energía provenga de las renovables.

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