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"Se responsabiliza a las familias del cuidado de las personas con trastorno mental grave"

La falta de recursos asistenciales y tratamientos basados únicamente en la medicación, el caldo de cultivo de tragedias como los tres últimos parricidios

Una policía nacional consuela a un familiar de la mujer muerta a manos de su hijo, con una enfermedad mental, en Aldaia. | J. M. LÓPEZ

La muerte en apenas dos meses de tres progenitores a manos de sus respectivos vástagos en la comarca de l’Horta, todos ellos con una enfermedad mental, es mucho más que una casualidad, es la triste realidad derivada de una situación precaria en materia de atención a personas con problemas de salud mental. «Lo ocurrido es fruto del mal servicio en la atención a las personas con trastornos mentales graves, por la falta de recursos, por los tratamientos que se les están aplicando, y por la carencia de puntos y centros de atención», argumentan desde la Asociación para la Salud Integral de Enfermos Mentales (ASIEM), al tiempo que insisten en que no hay que estigmatizar a estas personas, tan víctimas del sistema como aquellos a los que arrebataron la vida en un brote sin ser conscientes de ello.

«Se trata de casos puntuales», matiza Francisco Bellver, vicepresidente de la Sociedad de Psiquiatría de la Comunitat Valenciana, aclarando que la mayoría de personas que sufren de esquizofrenia —como los tres parricidas recientes— son gente apocada y retraída que rara vez se muestran violentos. De hecho, la violencia ejercida por personas con enfermedades mentales es inferior al cinco por ciento.

«El problema que hay en la Comunitat Valenciana es que no se han creado los recursos adecuados para la atención de estas personas», remarca Bellver. Por un lado tenemos «centros de salud mental saturados por falta de personal, además faltan recursos intermedios para que el enfermo se pueda rehabilitar», explica este especialista que trabaja en una sala de agudos.

Éste reconoce que muchas veces se rechaza el ingreso por la falta de disponibilidad de camas, aunque considera que el problema de fondo no está en las salas de agudos. «Tampoco hay suficientes plazas en centros de día para enfermos mentales y los pisos tutelados son testimoniales», argumenta.

Todo ello conlleva que se esté «dejando a personas con trastornos mentales graves a cargo de sus familiares», reconoce este psiquiatra, familias a las que no se les prepara para ello ni se les dan los recursos para afrontar las complejidades de este tipo de enfermedades.

Si a todo ello se suman decisiones clínicas poco afortunadas, como la retirada de la inyección mensual que tenía estabilizado al hombre de 57 años que degolló a su madre el pasado 22 de octubre en Aldaia, el riesgo se incrementa. En el último caso, también ocurrido en esta misma localidad de l’Horta, al parricida —cuyo seguimiento hacía un psiquiatra particular— también le habían modificado la medicación, cambiando el pinchazo mensual por pastillas, las cuales supuestamente se habría dejado de tomar.

Es habitual que una persona con una enfermedad mental se niegue a tomar la medicación en ocasiones, que no reconozca su problema o que cuando se siente bien entiende que no tiene que seguir con el tratamiento. «Con la legislación en la mano no se les puede obligar o meterle la medicación a la fuerza, salvo en casos de brote psicótico o una crisis fuertísima», aclaran desde Asiem.

Necesidad de psicólogos

Una de las reclamaciones que llevan tiempo haciendo desde la Sociedad de Psiquiatría de la Comunitat es que haya psicólogos en atención primaria que puedan ver los trastornos de la vida cotidiana para evitar una sobremedicación, con la cual, ante la falta de especialistas, se trata de solventar temporalmente la demanda con la que llega el paciente. Es más, después de la pandemia han detectado que se ha disparado el consumo de benzodiacepinas y otros tranquilizantes.

Los psiquiatras de las salas de agudos de las unidades de salud mental de los hospitales tienen que lidiar con la presión del paciente, que quiere recibir el alta, y con la de la familia que entiende que ellos no son capaces de hacerse cargo ante un posible nuevo brote. «Ya no sabemos qué tiene que hacer para que la ingresen», indica el familiar de una persona con trastorno de la personalidad desesperada. Esta situación también la viven en los servicios de Urgencias de los centros hospitalarios, donde ven como tras darle el alta, a los pocos días vuelven a atender al mismo paciente psiquiátrico.

Las nuevas tendencias en psiquiatría apuestan por una atención biopsicosocial, en la que se complemente la medicación con atención psicológica y la inserción laboral. «Un enfermo mental tiene ciertas capacidades, que hay que fomentar, educar e incentivar para que a través de ellas el enfermo se vaya encontrando cada vez más integrado en la sociedad», remarcan fuentes de Asiem.

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