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Emergencia climática

La generación de la 'ecoansiedad': "No he seguido la cumbre del clima porque sabía que lo iba a pasar mal"

«Ecoansiedad» es un trastorno cuyas causas son el temor al futuro negro que augura la crisis climática - El perfil de los afectados es de gente joven y concienciada, en sus 20 y 30 años

Alba Pla, en los jardines de la facultad de Filosofía de la UV.

Hay una generación de jóvenes que no pueden pensar en el futuro por culpa de la emergencia climática. Que tienen un telón de humo delante que corta la historia. «Me distraigo, me desconcentro y estoy siempre nerviosa, no me puedo sacar el tema de la cabeza. La ciencia dice que vamos a llegar al colapso y veo como la gente de alrededor invalida mis sentimientos, me dice que no le de importancia. Pero es literalmente una cuestión de vida o muerte».

 Alba Pla tiene 19 años, es estudiante de Filosofía en la Universitat de València (UV) y miembro de la organización ecologista Fridays For Future. Es un caso de la llamada «ecoansiedad», un cuadro típico de ansiedad derivado del temor que produce a las generaciones más jóvenes el futuro negro que augura el cambio climático. Muchos acaban viviendo ataques de ansiedad por el bombardeo de noticias, y otros síntomas son el insomnio, falta de concentración, enfados patológicos u obsesión con llevar una vida neutra climáticamente.

«No sé si voy a tener yo un futuro digno, como para pensar en traer una vida al mundo», dice Amanda Subiela

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Aunque las fuentes psicológicas consultadas matizan que «nadie llega a la consulta con ecoansiedad». Consuelo Tomás, psicóloga clínica, explica que este término, aunque no se ha incluido en la lista de patologías de la OMS, ya está empezando a hablarse en el organismo y en la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés). En realidad, como matiza Tomás, se trata de un cuadro de ansiedad, que puede estar motivado por mil razones, pero que en este caso viene producido por el miedo que induce la crisis climática. El trastorno es cada vez más común en los jóvenes «entre sus 20 e inicios de los 30 años», cuenta Luis Miguel Real, psicólogo.  

Amanda Subiela tiene 29 años y forma parte de Extinction Rebellion, otro grupo ecologista. Ella ha tenido que pasar por la consulta de un psicólogo para tratar sus crisis. «Estuve muy mal cuando empezaron los incendios del Amazonas en 2019, porque eran intencionados por el agronegocio. Recuerdo también que las informaciones sobre asesinatos de líderes indígenas me daban ataques de ansiedad», explica. 

Alba Pla, en la facultad de Filosofía de la Universitat de València (UV). Germán Caballero

València tropical 

Alba ha decidido que ya no va a consultar la aplicación del tiempo. «Cuando iba a la universidad en bici, en manga corta y en pleno noviembre me afectaba. O cuando te dicen en las noticias que en diciembre va a hacer buen tiempo ¿Cómo va a ser buen tiempo 20 grados en diciembre? O el pasado mes de febrero, que la gente llegó a bañarse en la playa y se hacía fotos como pensando ‘qué bien, vivimos en una València tropical’. Llegué a no querer salir de casa porque no quería pensar que no hacía frío». Para Alba, lo peor de todo es ver a personas que no dan importancia a la crisis climática; «te das cuenta de que la sociedad no está a la altura del problema».

Igual que Amanda, Alba ya no ve las noticias que sabe que le pueden dañar emocionalmente. «Me producen muchísima ansiedad. Sobre todo la cantidad de empresas súper contaminantes que hacen greenwashing y mienten descaradamente. Son multinacionales que están forradas a costa de explotar el planeta y se atreven a ir con un discurso verde», explica. 

«No me puedo sacar el tema de la cabeza, me distraigo y siempre estoy nerviosa», dice Alba Pla

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Estos son los casos más comunes. Otros, explica Consuelo Tomás, llegan al extremo. «Son gente con una mentalidad tan rígida que perjudican su vida. Un paciente prefería pasar frío en invierno a dar la luz de la casa porque venía de centrales de carbón. Al final obligó a sus padres a poner placas solares. Tenía 19 años pero la obsesión venía desde hace tiempo en la adolescencia». Según explica Tomas "es bueno ser conscientes del cambio climático y de que tenemos que tomar medidas para evitar males mayores, pero una cosa es preocuparse y ser sensibles con el tema y otra obsesionarse". Dice que los síntomas de este trastorno pueden ser incluso físicos con "trastornos del sueño o cefaleas", pero sobre todo se caracteriza por "una sensación de mucho miedo, pensando que el cataclismo puede ocurrir en cualquier momento. También enfado permanente al ver que no se toman decisiones políticas contundentes", explica.

El bombardeo de noticias por parte de los medios de comunicación y redes sociales es otro de los problemas para quien padece esto. En algunos casos, dice Real, "acaban desarrollando actitudes muy intransigentes en su día a día, no dejan pasar ni una acción que no sea limpia climáticamente", asegura.

Tomás recomienda como solución a este problema ir a terapia. "La ansiedad es un problema psicológico, y si viene derivada del cambio climático puede provocar que la persona no sea consciente de que esa preocupación excesiva le está generando problemas en su vida personal o familiar". Subiela, que ha pasado por consulta, recomienda a las personas que estén pasando por ello "tomar acción". "Muchas veces te unes a un colectivo y disfrutas de muchas cosas bonitas como el compañerismo, y sobre todo no te sientes sola". Después, da algunas recetas para evitar obsesionarse "ayuda ir a terapia, o hacer actividades como arte, música o yoga para recargar las pilas. Está bien tener sensibilidad, pero si tú no estás bien no puedes ayudar al mundo", asegura.

Amanda y Alba tienen razones para temer al futuro, y por eso ambas dudan de llegar a tener hijos. «Por un lado sí que crees que vale la pena, pero por otro piensas la clase de mundo a la que puedes traerlo. No sabemos si nosotras podremos tener unas condiciones dignas de vida, como para traer además una vida», lamenta Amanda. 

La COP 26 acabó ayer, pero Alba, pese a ser una persona comprometida y miembro de Fridays For Future, ha dejado a sus compañeros que la sigan. «No he seguido la cumbre porque sabía que lo iba a pasar mal. El hecho de que las empresas más contaminantes del mundo estén metidas y además sean la delegación más grande, mayor que cualquier país, me produce mucha rabia». 

Amanda, que piensa que este trastorno va a subir con los años, no está conforme con el término ecoansiedad. «Es un fallo del sistema. Sientes desengaño con la idea de progreso, de que todo va a ir a mejor. Que la vida que nos habían prometido ya no es así, la pandemia ha disparado los problemas de salud mental por los ritmos de vida inasumibles, y eso nos hace a los jóvenes profundamente infelices. No sé si podemos llamar a eso ‘ecoansiedad’». 

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