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El RIESGO DEL «OZONO MALO»

Cuando respirar es sinónimo de enfermedad

Los médicos constatan que las consultas se llenan más en los días con peor calidad del aire y los activistas piden normativas más severas

Varios vehículos esperan con sus motores en marcha en un semáforo en rojo en el centro de València. JM LÓPEZ | JM LÓPEZ

El tabaco es un factor de riesgo alto para las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Los niveles altos de colesterol, también. Pero no todo el mundo fuma y no todo el mundo tiene el colesterol alto. En cambio, todas las personas sí que respiran el aire de la calle y la mayoría de los valencianos vive en zonas urbanas en los que la calidad del aire es peor. Y ese aire está contaminado por encima de los recientemente actualizados estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Así que la contaminación, si bien es un factor de riesgo menor que otros para tener un infarto o asma, es una complicación a la que todos estamos expuestos. Porque —por si fuera poco—, un valenciano o valenciana puede vivir fuera de la ciudad y aun así respirar un aire más contaminado que el de la propia urbe. Ese fenómeno, el del ozono troposférico, también llamado «ozono malo», que riza el rizo a la hora de encontrar una solución a las dolencias que provoca la contaminación atmosférica.

Un hombre cruza en bici frente a varios coches en València.

«Y en la zona de València capital y los alrededores, además, tenemos el tema de la quema de la paja del arroz, que aunque hayan dicho que este año era el último que la iban a hacer, hasta ahora ha provocado que muchos de mis pacientes me digan que en esa época del año no pueden ni siquiera salir de casa», dice la jefa de servicio de Neumología del Hospital Universitario Doctor Peset, Eva Martínez Moragón, a Levante-EMV.

Las complicaciones respiratorias son una de las consecuencias más lógicas de la contaminación. Parte de las 4,2 millones de personas que mueren cada año por la contaminación atmosférica, según la OMS, lo hacen a causa de enfermedades respiratorias. «Se ha demostrado su relación con enfermedades como el asma. Es causa de crisis asmáticas y además contribuye a la génesis del asma», afirma Martínez Moragón. El asma, una condición que atacaba a individuos con alergias, se hace presente en la actualidad, también, por la polución.

Con el COP26 de Glasgow recién terminado, quedan muchas buenas voluntades pero también bastantes asignaturas pendientes. Una en la que los países occidentales avanzan poco a poco es en eliminar las partículas contaminantes de sus principales zonas urbanas, provocadas sobre todo por los vehículos particulares.

«Es muy importante lo que se está haciendo en la ciudad de València, nos podrá gustar más o menos pero ayuda mucho a la calidad del aire el hecho de que se favorezcan transportes públicos con facilidad y dejar el coche propio», apunta la neumóloga del Peset sobre la adaptación verde de la capital.

Día contaminado, día malo

Martínez Moragón afirma que cada vez hacen más una pregunta en concreto a sus pacientes. Hace años no era habitual, ahora sí. «¿Tiene usted molestia los días en los que siente más contaminación alrededor?», inquieren los médicos cuando un paciente se acerca con dificultades respiratorias. La respuesta suele ser afirmativa. «Hay una conciencia cada vez mayor, y aunque es difícil de cuantificar, la gente te lo va diciendo. Los días que hay mayor contaminación, hay más gente en Urgencias», recalca la doctora Martínez Moragón.

A quien no tiene ninguna patología previa, la puede propiciar. «Pero si tienes algún cáncer de pulmón, por ejemplo, esto puede llevar a agudizártelo y fallecer», añade esta neumóloga.

Entre esas enfermedades que pueden empeorar se encuentra la que desde hace ya casi dos años marca la vida cotidiana. La exposición prolongada a la contaminación del aire se asocia con un mayor riesgo de caer grave por covid-19 entre aquellas personas que se infectan, según demostró un estudio publicado esta semana por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y el Instituto de Investigación Germans Trias.

La causa de la asociación no está del todo clara, porque podría ser que la contaminación aumentara la transmisión viral por vía aérea pero también existe la hipótesis de que simplemente aumente la susceptibilidad de una persona a infectarse del virus.

Más arritmias

Entre las partículas que analizó el Instituto de Salud Global de Barcelona están la materia particulada 2.5 (PM2.5), el NO2, el hollín y el ozono. Son todas ellas sospechosas habituales en las enfermedades producidas por la contaminación. Las respiratorias que estudia Martínez Moragón son solo unas de ellas. Pero todavía mayor que el riesgo que entrañan esas peligrosas partículas para el sistema respiratorio, es el que le generan al sistema circulatorio.

Lo explica el cardiólogo Jordi Bañeras, del hospital Vall d’Hebrón, adjunto de la unidad crítica de enfermedades cardiovasculares. «Podría pensarse que esos contaminantes que inhalamos se quedan en el pulmón, pero no es así. De la misma manera que el oxígeno atraviesa hacia el sistema circulatorio, las partículas como el PM2.5 atraviesan el pulmón y va a parar al sistema circulatorio, donde acaban dañando las arterias», relata. Las que más afectadas quedan son, precisamente, las que están en el corazón. «Todo esto acaba provocando inflamación y arteroesclerosis», continúa. El paso siguiente puede ser el fatal: el infarto y la muerte.

«A largo plazo la contaminación acaba dañando el corazón, pero también provoca efectos agudos a corto plazo. Si alguien es susceptible a tener infartos de miocardio porque ha fumado o tiene estatus de colesterol, un día elevado de contaminación puede darse que se coagule la arteria y así provocar ese infarto», dice.

Bañeras publicó un estudio en 2018 en el que se constataba la asociación de la contaminación con los episodios cardiovasculares en Barcelona. Además, aportaron una novedad: las arritmias provocadas por la polución «son más graves». Él nota que les pasa lo mismo que narraba la doctora Martínez Moragón, que los pacientes llegan más en días en los que el aire empeora.

El cardiólogo catalán aventura un porcentaje. «Bajando la contaminación en 10 microgramos por metro cúbico de PM2.5 (ahora está cerca del 20 en las principales ciudades españolas), podríamos disminuir la incidencia de infarto hasta el 5 %», subraya. La OMS ha redoblado aún más el objetivo y pretende que el PM2.5 esté por debajo de 5 microgramos por metro cúbico.

El problema valenciano

Más allá de la quema de la paja del arroz en l’Albufera —una polémica sin un final claro a pesar de las normativas que lo prohiben a partir de 2022—, la Comunitat Valenciana tiene un complejo desafío por delante. El ozono troposférico u «ozono malo» empieza a crearse en ciudades como València y se traslada por el aire hacia las comarcas del interior. «Se generan compuestos volátiles dióxidos de nitrógeno que se traslada a causa de la brisa hacia la zona de Llíria», explica el coordinador de València per l’Aire, José Manuel Felisi. Llama la atención que los territorios con más ozono malo detectado, en márgenes no recomendados para la salud, son Els Ports, el Alto Mijares y el Valle de Ayora-Cofrentes, según los últimos datos del Ministerio de Transición Ecológica, correspondientes a 2020.

Lo mismo sucede en otros territorios de España. Así, la Conselleria de Emergencia Climática y Transición Ecológica, participa en el diseño de un Plan Nacional de Ozono que coordina el Gobierno, después de que el Tribunal Supremo dictaminase en 2020 que las autonomías a aprobar planes de calidad del aire. El pasado jueves, la consellera Mireia Mollà anunció que su cartera ha invertido 725.000 euros en renovar los sensores de ozono de los que dispone la autonomía, donde hay 55 puntos de medida del ozono.

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