Varias cuestiones de actualidad me han vuelto a inspirar la columna de esta semana. Desde hace veinte años he ido ejecutando mis previsiones de forma similar, pero, a la vez, he ido cambiando e intentando adaptarme a las circunstancias e intentando ajustarme a mi entorno próximo y aprender de la experiencia pasada en los aciertos y, sobre todo, en los errores. Las posibilidades de consulta son hoy muy superiores como también lo es la velocidad de internet. Hace muchos años miraba los modelos americano y europeo sobre todo en altitud, a 5.500 y 1.500 metros, y en superficie y, generalmente, hacia muy poco caso de las modelizaciones directas de precipitación porque no veían demasiado bien los condicionantes de la orografía local. Algo que consideraba muy importante entonces, y también ahora, era mirar algunas señales del cielo que, a corto plazo, me dieran alguna pista. También resulta fundamental comparar las previsiones de detalle de los llamados modelos mesoescalares en todos los parámetros a pocas horas vista y compararlos con lo que realmente se ve en las imágenes de satélite, el radar de precipitación e incluso en los que van indicando las cada vez más frecuentes estaciones meteorológicas. Como dice mi colega Javi Miró, en los modelos de predicción del cambio climático del IPCC, incluso aunque se correspondan con adaptaciones regionales, es fundamental ver como se han ido cumpliendo hasta ahora para ajustar los modelos con la realidad a la hora de ejecutar modelos de futuro, el down-scalling. Si ya se ve que un modelo no se va cumpliendo, es mejor modificar la previsión y fiarse en principio de aquél que más se acerca o adaptar la previsión a lo local en lo que se ve en radar y satélite. En los últimos días el mismo que hacia previsiones a meses vista con las cabañuelas augurando un duro invierno se ha puesto a hacer previsiones para los próximos días, y el coro de medios que le dan cancha han creído que lo sigue haciendo basándose en cabañuelas y otras magias cuando también mira modelos de internet, que ahora ya traducen los parámetros en posibilidades de precipitación que la gente cree a pies juntillas, como los famosos porcentajes de probabilidad de precipitación de los móviles, sin saber que es necesario tamizar todo eso para darle una mayor fiabilidad, que nunca será del 100%.