Los escasos vestigios de santuarios íberos de nuestra tierra señalan tener en común la veneración de elementos naturales como el agua. Allí donde hubiera pequeñas fuentes o manantiales, desde la antigüedad, el agua fue venerada como algo a cuidar. ¿Cómo la tratamos en este tiempo?

Hasta las aguas más limpias están en peligro.

En la Comunitat Valenciana ya medimos toda el agua de la que podemos disponer y decimos por ejemplo que «disponemos de ‘x’ Hm3/año de recursos hídricos». Sin más adjetivos ni veneración. El agua que transita en este área del planeta la medimos en función de cuánta de ella podemos disponer, y disponemos de unos 2.681 Hm3 /año entre «superficiales y subterráneas», (un 48 % de ellas, aguas superficiales propias y un 52 % aguas subterráneas). A estas «hay que añadir 431 Hm3 /año de retornos, 185 Hm3 /año procedentes de la reutilización de aguas residuales depuradas y desalación y 170 Hm3 /año procedentes del Trasvase Tajo-Segura y asignados a la Comunidad Valenciana (...)»

El medio ambiente y el futuro pagan el mal uso que se hace del agua

Todo ello hace que se disponga de «unos recursos hídricos totales del orden de 3.467 Hm3/año» (II Plan Director de Saneamiento de la Comunitat Valenciana PDSCV (Septiembre 2003). Recuerden que 1 Hm3 cúbico de agua puede dar de beber a más de un millón de personas durante todo un año (a 2,5 litros agua/persona/día). Y un año es la medida de los «recursos hídricos disponibles». Luego, si somos 4,97 millones de personas en la Comunitat Valenciana (2019), con 5 Hm3/año de agua tendríamos bastante para beber toda la población. En cambio, disponemos de 3.467 Hm3/año (693 veces la necesidad de agua para beber de toda la Comunitat). Por tanto, ¿qué hacemos con toda esa barbaridad de agua?

Toda el agua que circula por nuestros arroyos y ríos. Toda la que se deposita y transita por las entrañas de nuestra tierra, la que se reutiliza tras su movimiento por el ser humano (retornos del uso, reutilización) o la que se capta de la desalación o trasvases, no es suficiente para el consumo que actualmente realizamos en la Comunitat. Según recoge el citado plan, el agua existente aquí debe atender «una demanda generada por usos consuntivos que ascienden a 3.432 Hm3 /año, a lo que hay que sumar las salidas al mar mínimas para asegurar la sostenibilidad de los acuíferos, hasta alcanzar la cifra de 3.667 Hm3 /año de necesidades totales. En consecuencia, el déficit global se situaría en torno a 200 Hm3 /año» (PDSCV-03).

¿Qué les parece? ¿Es importante o no la sostenibilidad? ¿Cómo podemos estar viviendo en déficit permanente de uso del agua? ¿La utilizamos de forma adecuada o la derrochamos? ¿Quién utiliza más agua, la industria, la ciudadanía urbana, la agricultura?

Si analizamos un poco más el detalle de los datos, y según la Estadística sobre el Suministro y Saneamiento del Agua del INE (2018), en España de media, aproximadamente, el 70 % del agua que el ser humano utiliza se emplea en la agricultura. El 78 % en la C. Valenciana, y más de la mitad procedente de aguas subterráneas. Para regar utilizamos mayoritariamente, agua de esas fuentes sagradas para nuestros antepasados, hoy muchas de ellas, secas. ¿Conocen alguna?

¿Cuánto tiempo creen que podemos seguir viviendo de esta manera? ¿Quién paga este déficit? Permítanme que lo diga alto y claro: lo pagan el medio ambiente y el futuro.

El medio ambiente mediante la sobreexplotación de cursos de agua y sobre todo de los acuíferos (aguas subterráneas). El futuro porque la sobreexplotación no produce solo un «vaciado» de esos acuíferos. Es mucho peor, produce a veces la anulación de fuentes de agua consumible, que lo venía siendo desde nuestros remotos orígenes, por miles de años.

¿Cómo estamos anulando nuestras propias fuentes de agua? Cito las dos principales formas: por un lado por las conocidas intrusión marina y salinización. Por otro, mediante la contaminación. Primero: el encuentro tierra-mar y la bajada del nivel de agua dulce en el subsuelo produce que el agua salada del mar fluya por el subsuelo continental hasta kilómetros hacia el interior -¿recuerdan a Arquímedes?- Esa salinización inutiliza los pozos y fuentes de agua subterránea que nos han permitido vivir y prosperar. Un ejemplo, el acuífero de la Plana Gandia-Dénia, (240 km2 de extensión, entradas de 50 hm3 /año y salidas de 88 hm3 /año), ha sufrido salinización. Se ha tenido que recurrir a la desalación de las aguas salobres extraídas de pozos para mantener suministros urbanos, como el de la propia ciudad de Dénia.

«En el túnel de Los Suizos, que atraviesa el acuífero sobreexplotado de la Sierra de Crevillent, las aguas manaban caballeras a principios de los años cincuenta del pasado siglo, mientras que hoy se precisan electrobombas sumergidas de 1.000 CV de potencia para alumbrar el agua almacenada a 600 metros de profundidad». (El problema del agua en la CV. A. Gil Olcina y A. M. Rico. Fundación de la CV Agua y Progreso. 2007).

¿Se imaginan tener que desalar el agua de los pozos que antes ofrecían agua dulce? ¿Cuánto vale ese coste añadido? ¿Para cuánto tiempo? Salvo lluvias o aportes excepcionales, los acuíferos quedan salinizados. ¿Cómo es posible que nos denominemos «desarrollados» o «sociedad del bienestar» con esta desequilibrada situación con nuestro elemento más vital?

Sería una buena noticia que esto fuera un caso aislado. Pero hasta el 75 % de los acuíferos de la provincia de Alicante están sobreexplotados o salinizados. Y prácticamente toda la costa valenciana sufre este problema.

Por otro lado, anulamos nuestras fuentes de agua porque la que utilizamos la contaminamos y devolvemos a la naturaleza, saturada de elementos perjudiciales para la vida. Tenemos problemas por acumulación de metales pesados en aguas subterráneas (València, Sagunt, Castelló) y sobre todo por nitratos derivados de la agricultura química intensiva. Si sumamos los usos agrícolas e industriales del agua, obtenemos que más del 85 % de la misma retorna al sistema con elementos químicos contaminantes disueltos en ella que la convierten en nociva. ¿Es esto cultura del agua en una tierra con manejo milenario e inteligente de la misma?

Necesitamos una transición urgente en el uso y abuso del agua. Dejar de bombear agua dulce, decrecer en consumo y limpiar el agua utilizada. Ninguna cultura que se precie y quiera perdurar puede hacerlo abusando, deteriorando y maltratando la fuente de vida vital: el agua.

Lo positivo es que los últimos proyectos de investigación arrojan posibilidades de «recuperar» acuíferos en la costa mediante la inyección a profundidad de agua dulce de buena calidad. Aquí hay una vía de transición. Pero, ¿de dónde sacaremos ese agua dulce de buena calidad con el agotamiento que de ella hacemos actualmente?

En el sur de la C. Valenciana, hasta el 30 % del agua necesaria está proviniendo de la reutilización, pero para ello hay que invertir en mejorar la recogida y el tratamiento de estas aguas. ¿Dejaremos en los hogares de arrojar elementos químicos contaminantes al agua? ¿Harán lo mismo las industrias?

Hay actividades productivas que necesitan replantearse desde la óptica colectiva. De la agricultura química intensiva a la industrial contaminante y los residuos urbanos-turísticos. Y hay otras que fomentar: los drenajes urbanos sostenibles, la recuperación de aguas de lluvia, el fomento del uso de agua regenerada, el uso sostenible y la preservación de ecosistemas. Todo está relacionado.

Transformemos y abandonemos la agricultura que inutiliza nuestros pozos tradicionales. El Pou de la Salut de Benissanó cerró sin explicación oficial, pero la comarca de Camp de Túria aparece saturada de pozos inutilizados por el exceso de nitratos arrastrados de la agricultura química. Transiten su compra hacia productos cultivados sin abuso de contaminantes. Obliguemos a evolucionar. Ya les hablé en un capítulo anterior de la pujanza de nuestra agricultura ecológica. Obliguemos también a nuestra industria a eliminar sus vertidos contaminantes. Sanemos el agua. Sanémonos.

Al ciclo del agua no le importa el ser humano, pero dependemos vitalmente del mismo. Y nuestras sociedades actuales, más. En 2016, el Informe Mundial de las Naciones Unidas Agua y empleo recoge que la mitad de los 1.500 millones de trabajadores del planeta están empleados en ocho de los sectores más dependientes del agua.

Si queremos evitar un colapso, debemos cambiar ya. Reducir y usar limpiamente el agua de forma global. Dejar correr ríos y arroyos de nuevo. Recuperar lagunas como la de Villena, la Jana y Salzadella y recuperar marjales, las grandes aliadas contra la intrusión marina. Quiero citar aquí la espléndida recuperación de la marjal de Almenara, antes perdida, y que gracias a la labor de Acció Ecologista-Agró, comprando los terrenos donde habían estado los tradicionales ullals, y sanándolos con trabajo y acuerdos de custodia del territorio, la han recuperado. Son ahora 1.500 hectáreas de agua y vida, de freno de la intrusión marina, de zona protegida para aves y toda nuestra fauna, incluida en el Convenio Ramsar, zona ZEPA y catalogada en la Red Natura 2000 de la UE. Gracias a Enric Amer y tantas personas por este tremendo logro que va ya para 20 años.

Y aun así, esto no va solo de individualidades. No. Va de madurez colectiva. Y de cuidado de las pocas cosas que siguen siendo de todas las personas, como el agua y el futuro. Se cree que ya en tiempos íbero-romanos, cuando una deidad fallaba, acababa sumergida en el manantial al que la habían consagrado. Ahora, a Demeter o a Tanit habría que sumergirlas 600 metros bajo la tierra para poder castigarlas. Es más castigo hoy para el ser humano que para la deidad tener que perforar tanto para sumergirla. ¿No haremos nada al respecto?