El archiduque Carlos de Austria, autodenominado Rey de España, el 8 de diciembre de 1706 proclamó que la Virgen María fue Inmaculada desde el primer momento de su Concepción, juró defenderla y la proclamó Patrona del Reyno de Valencia, en una ceremonia que se celebró en la Real Capilla de la Virgen de los Desamparados, muchísimo antes que la Iglesia lo hiciera oficialmente mediante dogma, el día 8 de Diciembre de 1854 por el papa Pío IX.

El dogma afirma que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha del pecado, desde antes de su concepción, lo cual quiere decir que está revelado por Dios y, por lo tanto, debe ser constantemente creído por los fieles.

Cuadro de la Inmaculada Concepción que se encuentra en la Basílica de la Virgen.

En agosto de 1705, fondearon frente a las costas de Denia y Altea 170 barcos de las Armadas de Inglaterra y Holanda dispuestas a desembarcar para intervenir en la conocida Guerra de Sucesión entre austracistas y borbones, que se disputaban la corona de España. Un avanzadilla de estas tropas con la ayuda de simpatizantes de la causa de don Carlos repartieron por la zona un manifiesto del archiduque donde se prometía a quienes le ayudasen en hacer frente a la tiranía borbónica se les recompensaría adecuadamente.

El archiduque fue ganando pueblos y voluntades hasta llegar a Valencia, donde entró el 30 de septiembre de 1706, alojándose en el palacio Arzobispal, de donde había huido por temor el prelado Antonio Folch Cardona, simpatizante de la causa borbónica, a la entrada de las tropas austracistas. El arzobispo se refugió en el último pueblo entonces de su Diócesis por el sur, Biar, donde estuvo un largo tiempo.

El día 11 de octubre, el  archiduque Carlos, ya rey con el nombre de Carlos III, fue protagonista del oficio religioso que se celebró en la catedral de Valencia, un Te Deum, con motivo de su autoproclamación como Rey, acto al que fue llevada solemnemente la imagen de la Virgen de los Desamparados. El propio Rey acudió a la Real Capilla a acompañar en su Traslado la venerada e histórica imagen. El Te Deum lo presidió el obispo de Segorbe, Antonio Ferrer y Milá, quien según Rodrigo Pertegás, esos días andaba por Valencia.

El archiduque Carlos de Austria.

El 12 de octubre, “se celebró con inusitada solemnidad la procesión de san Luís Bertrán, que aquel año se adelantó para que formara parte de los festejos reales”. Curioso dato éste, cuando san Luís Bertrán hoy está bastante olvidado en la ciudad. El archiduque contempló la procesión desde los balcones del Palacio de la Diputación, hoy Generalidad, que fue a la manera de la del Corpus, y ya a punto de salir de la catedral su final, se dirigió a pie a ella “para acompañar la imagen de la Virgen, que por orden expresa del Rey era conducida bajo el mismo palio que tres días antes había servido para su entrada pública y solemne en la ciudad.”

El 8 de diciembre, en la Real Capilla, el archiduque Rey de España Carlos de Austria, en la Real capilla, ante la imagen de la Virgen de los Desamparados, proclamó que la Virgen María fue Inmaculada desde su Concepción, al tiempo que la declaró Patrona del Reyno de Valencia, jurando, con los tres Estamentos del Reyno, defenderla. De este acontecimiento, aparte de constar en el archivo histórico de la Virgen, hay un lienzo de la Purísima Concepción, a la parte derecha del altar mayor de su Capilla, a cuyos pies un texto recuerda el acontecimiento. Esta proclamación se debió en gran parte a petición del clero bajo que en su inmensa mayoría eran fervientes defensores de la causa austracista y por ende antiborbónicos, a excepción del clero alto que era partidario por lo general del borbón Felipe V.

El arzobispo Folch Cardona.

Cuando ya las tropas borbónicas habían tomado los castillos de Requena y Buñol y bajaban a conquistar Valencia, vencidas las tropas del archiduque, éste salió de Valencia y marchó a Barcelona, tras oír Misa en el camarín de la Virgen y despedirse de ella. Le siguió en su comitiva el arzobispo Antonio Folch Cardona, quien tras ver las atrocidades borbónicas cometidas en la Guerra de Sucesión y no haber sido respetada la inmunidad eclesiástica , se convirtió a la causa austracista, siguiendo al archiduque al exilio hasta Austria, muriendo en Viena, según cuenta Arturo Llin Cháfer, quien añade que allí fue nombrado presidente de la Junta de la causa austracista en el exilio.