En casa de Ana pasaron una temporada comiendo pasta con tomate. Así vinieron las cosas. Ahora ya no, gracias en parte al dinero del bono social eléctrico y otras ayudas. Aunque tampoco están para caprichos, pueden permitirse estar calientes en invierno y más o menos frescas en verano, que no es poco. Ella está considerada como «vulnerable severa», y ahora mismo percibe un descuento del 70 % en su factura. Unos euros que en la casa de Ana (nombre ficticio) dan para mucho. 

Como ella (y en distintos grados de vulnerabilidad) hay 170.793 personas en toda la Comunitat: 67.965 en Alicante, 17.055 en Castelló y 86.673 en València, según datos del Ministerio de Transición Ecológica (Miteco) a finales de octubre. El año pasado eran 148.594, y en 2019 fueron 89.570. En total, en el año 2021 sesenta familias nuevas cada día han accedido a esta ayuda del Gobierno para pagar la luz. 

El bono social eléctrico es un descuento en la factura en función de la situación de la persona. Si se es vulnerable se opta a un 25 % de descuento, y un 40 en el caso de los vulnerables severos. Es una ayuda que lleva implantada por el Gobierno desde 2009, aunque en 2020 ha traído algunas novedades. Ahora se reduce hasta el 70 % de la factura en los casos de más necesidad y se incluye la prohibición de cortar suministros hasta el 31 de marzo de 2022, fecha en la que finaliza el «escudo social» del Gobierno. 

Olga encendiendo su cocina de gas en su piso del barrio valenciano de la Fuensanta GERMAN CABALLERO

Ayuda para pagar el gas

Además de esto, el mes de diciembre las 170.093 familias también se beneficiarán del bono social térmico para pagar la calefacción. Esta es una ayuda directa, que varía entre los 35 y los 124 euros según la zona climática de la península (por ejemplo, en la Comunitat la ayuda no es muy elevada). Este es otro de los bonos a los que accede Ana, y que son una bocanada de aire dentro de su situación tan precaria. Pese a que ha trabajado de dependienta toda su vida, una enfermedad rara la tiene postrada en la cama largas temporadas. Los pocos ahorros y las ayudas sociales y familiares son los que, por el momento, la mantienen a flote. Cuenta que es una hormiguita para ahorrar y que le salva el haber puesto su hipoteca a muchos años porque sabe que "la vida a veces tiene muchas curvas".

El bono social conlleva un 25 % de descuento en la factura de la luz para vulnerables y un 40 en el caso de los vulnerables severos. Aunque este año por la subida de la luz puede llegar a descontarse un 70 % del total

Para acceder a esta ayuda, además de acreditar tu vulnerabilidad, necesitas estar en el mercado regulado y ser titular del contrato de luz, explica Irene Parra, técnica de Medio Ambiente en Cruz Roja y responsable de los talleres que se imparten en la entidad para explicar la factura de la luz a familias empobrecidas y ayudarles a tramitar sus ayudas.

 Para conseguir el bono es necesario ir a la página web de tu comercializadora y rellenar varios formularios con la documentación que te indiquen. «Normalmente es documentación que las personas tienen a mano, aunque a las personas mayores les cuesta un poco más y les ayudamos a rellenarlo», dice Penades. 

Pese a todo para Ana, una mujer de 52 años, cuenta que ha tenido muchísimas dificultades para mover todo el papeleo. «Yo no lo entiendo, creo que hoy en día se pulsa un botón y el Gobierno puede ver todos tus datos sin problema. No hace falta complicarlo tanto», sentencia. 

Pese a todo, la ayuda le ha servido para capear las subidas de la luz que se han vivido este año, y sin dispendios. «La factura es súper bajita y la miro mucho antes de gastar. Usamos mantas y una estufa catalítica que encendemos lo mínimo. Es la única forma». 

«No podemos permitirnos usar la estufa. En esta casa se pasa frío»

Olga vive en modo ahorro de energía, como los teléfonos móviles. No gasta más de lo necesario, mide todo al milímetro, es «una ahorradora nata», lo lleva siendo desde hace 20 años. Porque los ingresos no dan y porque es una madre soltera con una niña, que encadena trabajos temporales y precarios, pero sigue adelante. 

En su casa no pueden calentarse. Ni estufa, ni radiador, nada de nada. «Aireo un poco el piso por el día, y por la noche cierro las ventanas y utilizamos mantas. No podemos permitirnos usar la estufa. En esta casa se pasa frío». A veces duerme con su hija. 

El bono social térmico oscila entre los 35 y los 124 euros según la zona climática de la península

Ha intentado pedir el bono eléctrico pero no se lo han concedido por no adjuntar todos los papeles, aunque para ella significaría un mundo. Lleva 12 años cuidando personas con ELA y otros grandes dependientes porque es enfermera y sabe manejar todo el equipo médico, pero últimamente solo trabaja de jueves a domingo y los 453 euros que ingresa le dan solo para pagar el piso e intentar no ahogarse con los gastos y la comida. Y el internet para que su niña pueda estudiar. Un gasto igual de esencial que la luz y el gas pero que ningún bono del Gobierno contempla.

El dinero que ahorró cuando trabajaba más días (recordemos, es una ahorradora nata) es el que le vale ahora para tirar a duras penas. Dice que el bono social le vendría «de lujo». Paras cosas tan simples como secarse el pelo con un secador o ponerse una estufa un ratito por las tardes. 

Dice que usa poca luz porque casi nunca está en casa, y que le llega la factura fraccionada para no tener que pagar tanto de golpe. Pero no es suficiente y tira de ahorros. Aún así dice orgullosa que nunca ha tenido ni tiene deudas. 

Ahora mismo en Servicios Sociales le ayudan con la tramitación del Ingreso Mínimo Vital y el bono eléctrico, porque aunque no se las den, ella pide siempre las ayudas. «Si no fuera tan ahorradora ahora mismo estaría durmiendo en la calle».

Tanto Ana como Olga, con bono social o sin él, se han acostumbrado a vivir en ahorro de energía. "La carga de mi móvil me dura dos días porque tampoco lo uso mucho", dice Olga. "No tengo casi potencia contratada, ya me he acostumbrado a que cuando uso el microondas todo esté apagado", dice Ana. Se tienen que esforzar para vivir normal, pero es lo que les ha tocado. "Gastamos lo mínimo".