Joaquín Navarro, histórico dirigente comunista y luchador incansable por los derechos de los trabajadores, burló a la muerte el 24 de enero de 1977 cuando se cruzó con los tres terroristas de extrema derecha que iban a tirotearlo en el despacho laboralista de CCOO de la calle Atocha de Madrid. Mientras los unos subían en el ascensor para acribillar a tiros a todos los allí presentes, dejando un reguero de sangre con cinco muertos —tres abogados, un estudiante de derecho y un administrativo— y cuatro heridos, el por entonces dirigente del Sindicato de Transportes de CCOO en Madrid optó por bajar por las escaleras junto a otro compañero para tomar unas cañas. «Eso le salvó la vida pero nunca llegó a superar la tragedia, quedó muy tocado y siempre que hablaba de ello para él era un drama», confiesa su viuda.

Pero ese atentado no le frenó ni un ápice en su lucha para mejorar las condiciones de la clase trabajadora. Tras permanecer escondido tres meses en varias casas de Madrid, sin poder siquiera acudir al entierro de sus compañeros, al seguir siendo el objetivo de los asesinos, Joaquín se marchó a Francia, donde ya había trabajado en su juventud como mecánico en una fábrica. A su regreso a España, tras ser requerido por el partido para seguir poniendo los cimientos de CCOO, conoció en València a la que ha sido su mujer durante 35 años y con la que formó una familia. Tanto Michu como sus dos hijos y sus dos nietos recibieron ayer infinidad de muestras de apoyo y cariño, recordando la figura de esta persona que jugó un papel clave en los años más duros de la Transición.

«Hay que recordar a las generaciones jóvenes que la Transición no fue un regalo, fue parida con dolor, con lucha, con esfuerzo, y Joaquín junto a otros muchos representa esa lucha, ese esfuerzo», remarcó Pere Beneyto, de CCOO, durante el funeral celebrado ayer en el tanatorio municipal de Puçol, localidad donde residía Joaquín Navarro hasta que una enfermedad degenerativa acabó con su vida a los 89 años la mañana del pasado viernes.

Pere Beneyto, de CCOO, pronuncia unas palabras durante el funeral del histórico sindicalista. | FRANCISCO CALABUIG

«Honesto, recto, incorruptible y un luchador infatigable por los derechos de la clase trabajadora», así lo describía José Manuel Benavent, compañero de la Plataforma 14 de abril. «Era una persona entrañable que se hacía querer, su muerte deja un vacío enorme para todos los trabajadores», añade Juanjo Manzaneque, amigo y miembro de IU.

Pero al sepelio no solo fueron amigos, sindicalistas o compañeros de partido. También vecinos que querían apoyar a la familia con su presencia por el simple hecho de admirar la figura y el legado que deja Joaquín. «Soy admirador de la persona y de los valores que ha defendido a lo largo de su vida, yo lo he intentado pero no le llego ni a la suela del zapato», reconocía Miguel García. Sus nietos también recuerdan de su abuelo que era una persona que sabía encontrar en la calle todo aquello a lo que pudiera sacarle alguna utilidad.

Entre sus muchos logros en pro de los trabajadores, además del éxito de la huelga del transporte de 1977, está conseguir que las horas de espera de los transportistas fueran finalmente remuneradas o, ya en su etapa como líder sindicalista en València, acabó con la empresa privada del transporte que recibía emolumentos del Ayuntamiento de València, naciendo así lo que hoy es la Empresa Municipal de Transportes de Valencia (EMT).

Aunque debido a la demencia senil que padecía desde hacía cuatro años se había apartado de la actividad sindicalista, antes de que la enfermedad hiciera acto de presencia Joaquín seguía estando muy pendiente de la situación política en España. Sobre el auge de partidos de extrema derecha, decía que eran como los asesinos que ordenaron matar a sus compañeros. «Se ponía enfermo, decía que eran los mismos perros con distinto collar».

"Honor y gloria al camarada Joaquín Navarro"

«No permitiremos que la historia borre nunca su nombre, su recuerdo, su lucha estará siempre en nuestra memoria», remarcó ayer Tito Alapont, del PCE. «Siempre representará para nosotros un ejemplo a seguir por su manera de entender la lucha, anteponiendo siempre el interés colectivo por delante de cualquier cuestión individual. ¡Honor y gloria al camarada Joaquín Navarro!».

Joaquín nació en Coria del Río (Sevilla) en 1932 en el seno de una familia muy humilde. El menor de doce hermanos —seis de ellos murieron a edad temprana— tuvo que abandonar los estudios a los seis años y se puso a trabajar con su padre, como barquero en el Guadalquivir. Posteriormente trabajó en una fábrica de ladrillos y a los 28 años se trasladó a vivir a París.

En 1961 ingresó en el Partido Comunista de España. Como dirigente del Sindicato de Transportes en Madrid se enfrentó a la central falangista de Transportes. Él era objetivo de los asesinos de la matanza de Atocha, pero salvó la vida por una eventualidad, al igual que la exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena, quien había cedido su despacho a uno de los abogados. Desde entonces no había año que no fuera a Madrid a los homenajes en recuerdo de sus cinco compañeros asesinados.

En 2018 Joaquín recibió la medalla de oro al Mérito del Trabajo. En el acto no dudo en reclamar al Gobierno que le hacía entrega del reconocimiento mejoras para los trabajadores. «No perdía la ocasión para luchar por lo que era justo, hasta el final murió luchando por sus ideales», recuerda su mujer.

Joaquín nunca sacó pecho de sus logros, lo que más le reconfortaba era que tras una huelga se lograra el objetivo y que un camarada le diera una palmada en la espalda. «Esa era su mayor satisfacción, ver al trabajador contento».