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En busca de una mula para el Obispo de Orihuela

El Ayuntamiento busca la mula blanca que montará el obispo Munilla para su entrada en la ciudad el próximo 12 de febrero - La tradición se remonta a 1605, aunque el protocolo que se sigue manteniendo en la actualidad data del siglo XVIII: el nuevo prelado, tras almorzar arroz y costra en Cox, pasa por Callosa de Segura y Redován hasta llegar a la ermita oriolana de San Antón para dirigirse, cabalgando, a la Puerta de la Olma

Toma de posición de Murgui en 2012, cuando entró a lomos de una mula

En la historia del obispado de Orihuela, desde 1959 de Orihuela-Alicante, la entrada del prelado en la capital de la diócesis es todo un acontecimiento. Cuando el nuevo año cumpla 43 días, el 12 de febrero, monseñor José Ignacio Munilla tomará posesión en un acto que revivirá por tercera vez en este siglo esta tradición que se mantiene desde tiempos inmemoriales, diez años después de la última celebración para recibir a Jesús Murgui, tras la de Rafael PalmeroLa pólvora, la música, el cortejo a caballo y los adornos de las calles con descomunales arcos revestidos de flores son una constante en las fiestas en honor al nuevo obispo.

Lo más singular, que solo se da en otra diócesis -la de Sigüenza (Gudalajara)-, es la llegada a la ciudad a lomos de una mula blanca, rememorando -quizá- la entrada de Jesús en Jerusalén en los días previos a la última cena. Una costumbre de la que ya hay registro en 1605, en un obispado que se fundó en 1564: «La comitiva arribó hasta Las Fuentes [San Antón], donde el obispo se apeó de la carroza y tomó la mula». Incluso, hay constancia gráfica de la entrada de Juan Maura y Gelabert, en 1886, cabalgando.

Con algunos cambios a lo largo del tiempo, el recorrido actual hunde sus raíces en el siglo XVIII. El obispo Antonio Despuig llega al palacio episcopal de Cox en 1791. En esta población almuerza arroz y costra para después atravesar Callosa de Segura y Redován y dirigirse a la ermita de San Antón, donde van a recibirlo miembros del cabildo catedral y de la comisión de festividades del Ayuntamiento, que lo escoltan a caballo. Continúa por el Palmeral, a lomos de un equino, hasta llegar a la Puerta de la Olma. Llama. «¿Quién va?», pregunta el alcalde. «El obispo de Orihuela», responde, y abren. Descabalga y acude a un altar preparado para la ocasión. Antes se instalaba una capilla con la imagen de la virgen de Monserrate de la calle de Arriba. Tras rezar, la comitiva va en procesión hasta la catedral.

Procesión para acompañar al obispo hasta la catedral, en la toma de posición de Murgui en 2012 Levante-EMV

Procesión para acompañar al obispo hasta la catedral, en la toma de posición de Murgui en 2012

La polémica estuvo servida en tiempos de Francisco Álvarez (1989), que aunque con dudas al final cumplió para no entrar andando con mal pie en Orihuela, que quería repetir la fiesta después de un paréntesis de 35 años, el periodo transcurrido desde que llegara Pablo Barrachina en 1954. Quien sí se ganaría el calificativo de «aguafiesta» fue José Tormo y Juliá, en 1767, al prohibir los festejos que instauró el oriolano Juan García Artés (1636), las «encamisadas», un desfile de disfraces similar a los bailes de máscaras. Todo indica que Munilla no se granjeará este apodo. Fuentes del obispado dicen que «la intención es cumplir con la tradición de toma de posesión histórica llevada a cabo en anteriores ocasiones». En lo que algunos han descrito como un destierro, en una especie de maniobra del Papa para evitar que recalara en un arzobispado, el nuevo obispo llegará a la ciudad con fama de ser uno de los miembros de la curia que más «odium plebis» despierta.

Lo llaman el «obispo malquerido», enfrentado a buena parte del clero y los fieles por escándalos urbanísticos y por sus declaraciones con tintes homófobos y contra el feminismo. Cuando le comunicaron su nombramiento, en noviembre, mandó un mensaje cifrado: «Os daré pastores, según mi corazón, que os apacienten con sabiduría y experiencia» (Jeremías 3, 15). De momento, la Hermandad Obrera de Acción Católica de Alicante le ha dado la bienvenida, «en comunión», al «desde ya querido obispo». Sin embargo, el grupo político Cambiemos ha exigido a la administración que no organice ni financie el acto.

«Orihuela es la anfitriona, y el Ayuntamiento le dará la bienvenida como no puede ser de otra manera», manifiesta Mariola Rocamora, concejal de Fiestas, que ya trabaja en el protocolo establecido, «como marcan las escrituras», sobre todo para «cumplir con el elemento más singular: conseguiremos una burra blanca». Las dificultades para encontrarla en la comarca se constataron en el anterior festejo que se celebró con Murgui. Entonces se calculó el alquiler rondaba los 2.000 euros. Rocamora habla de una herencia adquirida: «Una tradición digna de respetar, seguir y continuar», para «no olvidar las raíces ni la historia». La de una tierra con una seña de identidad marcada por la presencia del obispado y su impronta eclesiástica.

La clave: Entrada en la ciudad

El obispo tomará posesión el 12 de febrero con una celebración histórica. La tradición marca que haga su entrada en Orihuela a lomos de una mula blanca y que una comitiva lo reciba y lo escolte a caballo.

La cifra

2.000€ costó en 2012 el alquiler de la burra para la puesta de largo de Murgui. A lo lago de la historia el Ayuntamiento ha tenido una participación directa en la organización del acto.


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