Hace un año dio comienzo la campaña de vacunación para mitigar la incidencia de la covid-19. Numerosos lotes de sueros empezaron a inocularse a una población que depositó en ellos la esperanza de traer consigo si no una vida mejor, al menos sí una más saludable.

Todo un hito —la sociedad pudo disponer de vacunas nueve meses después desde que se iniciase la pandemia— que dejó, también, divertidas anécdotas. Desde el ejemplo de Batiste Martí, la primera persona inoculada de todo el territorio valenciano, el proceso de inmunización ha redefinido la actuación sobre un virus que ha acabado con la vida de más de 8.060 valencianos y valencianas.

Las primeras partidas de viales se destinaron a personas mayores, como Joaquín López y su mujer, Teresa Martínez, que hoy celebran la llegada de una vacuna que definen como «milagrosa». «Cualquier persona sensata tiene miedo al contagio», expresa Martínez, que sufrió un derrame cerebral hace seis años. «Tuvimos claro que queríamos vacunarnos desde el principio. De hecho, ya nos han puesto la tercera dosis», explica. Su marido, además, insiste en que vacunarse «es un acto de responsabilidad ciudadana porque, aunque no evita el contagio, sí minimiza los riesgos».

En esta misma línea se expresa Paquita Martín, una sanitaria valenciana que, a las puertas de su jubilación, admite que recibió el suero «como un regalo», pese a las dudas iniciales. «La vacunación fue un alivio, aunque al principio era un poco reacia porque no sabía cómo iban a suceder las cosas». «Trabajo en el Hospital Universitario Doctor Peset y compruebo cada día cómo la gente hospitalizada de mayor gravedad es aquella que no está vacunada».

«Lo mejor que nos ha pasado»

Esta sensación de «seguridad y protección» también es compartida por su marido, Juan Jiménez. «Cuando leí en la prensa las primeras recomendaciones de epidemiólogos tuve claro que iba a vacunarme», asegura. «El proceso de inmunización es lo mejor que nos ha pasado como sociedad este año».

Lorenzo Gómez, un jubilado valenciano que apenas supera los 70 años, fue una de las primeras personas hospitalizadas en la Comunitat Valenciana aquel lejano mes de marzo de 2020. El virus lo mantuvo en la UCI 64 días en situación de coma inducido. Perdió casi 30 kilos, así como su autonomía.

«Casi me muero, ojalá nadie tuviera que pasar por esa experiencia», lamenta. Todavía se recupera de las secuelas, sobre todo psicológicas, y afirma con evidente enfado que «la gente debe ser ética y vacunarse». «Todavía hay gente que piensa que esto —la covid-19— es mentira y a mí casi me cuesta la vida. La vacunación es una garantía de que esta situación no se vuelva a repetir. Si hubieran 14 vacunas, 14 me pondría».