Cuando miramos al cielo, en las noches estrelladas, la apabullante belleza del firmamento nos suele producir una gran admiración a los seres humanos. Incluso, a veces, podemos pensar, al ver lo que nos acompaña en el Cosmos, que las estrellas que vemos están más cerca de lo que parecen. Y nada más lejos de la realidad. Las distancias, en el espacio, son tan inmensas que, cuando miramos, lo que vemos es lo que sucedió hace muchos años. Esta fascinante paradoja radica en el tiempo que tarda la luz emitida por un objeto celeste en llegar hasta nosotros. Para que nos hagamos una idea, la luz que emite nuestro Sol tarda unos ocho minutos en llegar hasta nosotros. Por lo que, de una forma casi romántica, podemos decir, cuando miramos al cielo, que lo que vemos es el pasado. Estas distancias son tan inmensas que, si una estrella muriese ahora mismo, en función de lo lejos que esté de la Tierra, podríamos tardar millones de años en ver su Supernova. En este sentido, el caso más estudiado es el de Betelgeuse; una de las estrellas más grandes conocidas, situada en la constelación de Orión y que es una de las principales candidatas para llegar a su fin, aunque no sabemos a ciencia cierta cuándo ocurrirá. Situada a más de 500 años luz de distancia, si se convirtiese ahora en una Supernova, no lo sabríamos hasta el año 2521 o en adelante. Mientras tanto, siempre podremos mirar al cielo, pues nunca sabemos cuándo nos va a sorprender.