Un aficionado a la meteorología ha comentado estos días, en un foro, como algunas personas de su oficina son muy frioleras y aunque dentro de la oficina la temperatura sea de 20º, un valor casi idéntico al promedio de la temperatura del mes de julio en la ciudad de Pamplona (20,9º), sienten frío. En cambio, él tiene calor. Y como tienen frío estos compañeros de oficina, suben la calefacción hasta valores intolerables para él, 27º o 28º. Él comenta que esa temperatura le provoca mareos y le disminuye el rendimiento laboral. Mi opinión es que no sólo en Pamplona, sino en Girona, Barcelona, Madrid, y en muchos lugares de Occidente la gente actualmente pone la calefacción en invierno con temperaturas muy superiores a las que debería ponerla teóricamente para estar confortable si van con ropa de invierno de dentro de las casas, en las oficinas, el puesto de trabajo. Si una persona va con jersey y con pantalón largo no necesita 27º ni siquiera 20º para estar confortable, con la excepción de que esta persona tenga una dolencia física, alguna enfermedad que impide que el hipotálamo, el órgano que regula la temperatura corporal, le dé señales al cerebro que tiene calor, frío o está con una temperatura confortable. Del mismo modo en verano no sólo en las oficinas sino en los medios de transporte, autobuses y trenes, la temperatura es muy inferior a la de confort si tenemos en cuenta que la gente a menudo lleva ropa de 0,4 clo, que es la unidad de protección térmica que utilizan los científicos que analizan el confort térmico. A menudo en el autobús, oficina o tiendas de ropa la temperatura es inferior en verano que en invierno, algo que va contra naturaleza. Es cierto que así, como en algún artículo científico he leído, las personas vulnerables encuentran un descanso térmico especialmente durante las olas de calor. Pero los efectos negativos de esta falta de cumplimiento de las normas de temperatura teniendo calefacción o refrigeración pueden favorecer la falta de adaptación de las personas a las temperaturas veraniegas e invernales, y en mi opinión, al igual que otros científicos, puede incrementar el riesgo de tener colapsos térmicos por calor o frío, por efectos de los bruscos cambios de temperatura que a menudo producen más muertes o problemas de morbilidad en las personas que las temperaturas observadas en la ciudad.