El silencio quebrado por el crepitar de la lumbre, una manta de lana con muchos flecos y un techo bajo y abovedado, con listones de madera paralelos que conducen la mirada hacia una puerta doble de madera gruesa, oculta en parte por una tupida cortina de estampado floral. Ese es el fascinante escenario desde el que hoy escribo esta reseña, solo velado por el ordenador que tengo sobre los muslos y la estufa de pellets, que quitan un poco de encanto a esta estancia en la zona más antigua de Alpuente. Fuera hace un frío notable. En las últimas madrugadas la temperatura mínima se ha aproximado a los -5 ºC, un registro que difícilmente impresionará a los vecinos del pueblo pero que a mí me acobarda. Afortunadamente una llama de apenas un palmo logra calefactar una casa de unos setenta metros cuadrados, y eso habla muy bien de esta construcción centenaria que ha sido rehabilitada respetando la arquitectura bioclimática original.

Puede que a algunos de ustedes les resulte asíncrono asociar una casa tan antigua, cuya fachada puede tener incluso piedras de la antigua muralla islámica del pueblo, con el concepto “bioclimático”, que parece vanguardista pero de eso solo tiene la hechura del contexto. Sencillamente significa que las construcciones son acordes al entorno climático, facilitando el confort con la anchura de los muros, el tamaño de las ventanas o la orientación, dando protagonismo a las fachadas meridionales usualmente más soleadas. Esto tradicionalmente se ha tenido en cuenta, por eso los muros exteriores de esta casa tienen un grosor de dos palmos y medio -no tenía metro a mano-, apenas hay dos ventanas pequeñas y está enclavada entre dos calles muy estrechas que dificultan que corra el viento gélido del invierno y mantienen el fresco en los largos días de verano, al disminuir la insolación.

En el último paseo venía pensando en qué momento perdimos de vista el lugar que frecuentamos, con sus particularidades climáticas, a la hora de construir y estructurar nuestras ciudades. Es curioso cómo coincidiendo con el mayor conocimiento de nuestro entorno y desarrollo tecnológico hemos dejado de planificar racionalmente el sitio donde vivimos. Ahora hay una cierta vuelta atrás, buscando la eficiencia energética y marcos urbanos más saludables. Esto sería una muy buena decisión, pero no sé si será algo duradero o como dice la última canción de las Azúcar Moreno… postureo.