Una de las primeras hojas que leo en cuanto me entregan la documentación ya sentado en la sala de espera de la primera planta del edificio Incliva en el Hospital Clínico de València es la relativa a la confidencialidad. Quiero saber qué puedo contar. No pone ningún impedimento y el médico lo corrobora; quienes han de guardar bien los datos son ellos, los del laboratorio, así que allá vamos, a desgranar cómo entré a formar parte del ensayo de la vacuna de Hipra, la que será previsiblemente la primera española contra la covid.

Me apunté a la lista de voluntarios a principios de año. Vi que el Clínico de València sería uno de los 20 centros que participaría en la última fase del ensayo. Envié un correo mostrando interés y me pasaron un enlace. Nombre, apellidos, contacto, vacunas y si se ha pasado o no la covid. Por error hice el registro dos veces porque en el apartado del teléfono móvil coloqué ocho dígitos en lugar de nueve. Debieron pensar que tenía muchas ganas. Tampoco les faltaba razón.

Me apunté por querer contribuir, por demostrar mi confianza en el progreso científico que suponen las vacunas en la lucha contra la pandemia y, no voy a negarlo, por una buena dosis de curiosidad. En ese momento no sabía que también había una compensación económica por cada una de las citas. Y aunque ha supuesto una alegría que así sea, prometo que el motivo principal no fue económico.

Horas después de que el martes 1 de febrero se aprobara la fase III del ensayo, para la que yo y otras 3.000 personas estamos apuntados, me llamaron del hospital. Era alguien de Medicina Interna. Me repitió el cuestionario. Cumplí las condiciones: disponer de dos pinchazos de Pfizer y no haber pasado la infección. El objetivo de Hipra es que sirva de dosis de refuerzo por lo que era necesario que no hubiera tenido un tercer pinchazo.

Documentos y formularios para rellenar.

También me preguntaron si era donante de sangre —lo soy— para lo que el único inconveniente es que no podía haber donado en los últimos tres meses. Sin problema, entonces. Y me citó para el siguiente lunes, la que me advirtió que sería la visita más larga, de una hora y media, con pruebas médicas.

Antes de colgar planteo una de las dudas que más me echan para atrás: el pasaporte covid. Tengo las dos dosis desde agosto y durante esos días la Unión Europea anuncia que este certificado caducará si pasan nueve meses desde la última dosis. En ese caso, a mí se me caducaría en mayo si no recibo un pinchazo extra. Justo para esas fechas esperan que la vacuna de Hipra esté aprobada, pero los retrasos son habituales y no quisiera jugármela. También choca con que haya países que exigen ya directamente tres dosis para entrar.

Desde el hospital me explican que para viajar, si fuera necesario el laboratorio se ha comprometido a hacerse cargo del coste de las PCR en caso de no cumplir con la pauta vacunal requerida. Por otra parte, señalan —y lo confirma horas después la ministra de Sanidad—que se está trabajando con la Unión Europea para que a los voluntarios se nos incluya este pinchazo de ensayo como una tercera dosis para el certificado covid. Más aún cuando en esta fase, la tercera, no es de «doble ciego», es decir, todos recibimos la vacuna de Hipra, no hay nadie al que se le pinche suero.

El lunes en la sala de espera coincido con dos personas más que están de voluntarias. Ambas, un hombre y una mujer, son mayores que yo, en torno a los 40 años. Una ya está en los 15 minutos de espera tras el pinchazo, el otro aguarda a la segunda llamada de consulta para la exploración física. Yo soy el numero 55 que pinchan en el Clínico, según me dicen después. Nada más sentarme junto a ellos recibo varias hojas grapadas: el consentimiento informado, el detalle del proceso de investigación y sobre la vacuna así como el documento sobre la confidencialidad de mis datos.

Pruebas y efectos

En los formularios se indica que tendré que acudir tres veces más a revisión: una a los 14 días, otra a los tres y seis meses y una última al año. Una vez entro en la consulta y firmar los documentos me miden, me pesan, me toman la tensión, me realizan una exploración física básica (me ausculan y me palpan la barriga) y me extraen sangre. Preguntan por mi historial médico y si tomo algún tipo de medicación. A partir de ahora, tendré que avisar si comienzo a ingiero algún fármaco. También si me infecto de covid.

Formulario de reacciones adversas.

Cuando todo está bien, me vacunan en el brazo izquierdo, como lo habían hecho en las dos dosis anteriores. Quedamos para dentro de 14 días, una cita a la que debo llevar el IBAN del banco para los ingresos por las compensaciones económicas, el DNI y el diario con los síntomas posteriores a la vacunación. Este son dos hojas grapadas en el que se establece una guía de las reacciones generales y su intensidad, de leve a grave, desde si un dolor de cabeza no interfiere en la actividad diaria básica a si requiere la visita de Urgencias.

En estas páginas debo anotar todos los síntomas que vaya teniendo así como la temperatura durante los siguientes 7 días. Ahí reflejo que a las dos horas del pinchazo me comienza a molestar el brazo en el que se ha hecho la inyección. La sensación aumenta conforme pasan las horas y por la noche, cuando han pasado más de ocho, es como si me hubieran pegado un puñetazo. Pero poco más. Me noto cansado y duermo del tirón. A la mañana siguiente tendré una cefalea de apenas una hora. La temperatura en ningún caso supera los 36,6 ºC. Creo que el ensayo está yendo bien.