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Testimonio de una huida: Cinco horas en un coche para recorrer 30 de los 600 km hacia la salvación: Polonia

Valeria Yarmolenko, que ha vivido buena parte de sus 21 años en Torrent con su familia de acogida, creía que la guerra era «propaganda rusa» hasta que «el bombardeo me despertó»

Colas de ucranianos llegan a pie al puesto fronterizo de Medyka para entrar en Polonia.

«Mamá, nos han atacado. Me han despertado las bombas a las cinco de la mañana. Estoy intentando salir de Kiev, pero no sé si podré. Estoy bien». Tres horas después, Valeria Yarmolenko conseguía salir -empezar a salir sería más correcto- de Kiev, la capital de su país natal aunque se sienta tan española como ucraniana tras haber pasado buena parte de sus 21 años en Torrent, con sus padres y su hermana de acogida.

Valeria pudo contactar con el padre de su novio, ucraniano también pero que vive desde hace tiempo en Polonia, y el hombre acudió en su coche a buscarla para emprender juntos el incierto y desesperado viaje hacia la salvación, según relataba ella misma a Levante-EMV.

El viaje comenzó a las ocho de la mañana. Hasta la frontera polaca hay algo más de 600 kilómetros que, en condiciones normales, supone un recorrido que se completa en ocho horas y media. Ala una de la tarde de ayer, cinco horas después de comenzar el trayecto, Valeria y el padre de su novio habían cubierto 30 kilómetros. Seis kilómetros por cada hora.

Es un dato que da una idea precisa del atasco monumental en todas las carreteras de salida de Kiev hacia el oeste, la única escapatoria posible para los cientos de miles de kievitas que intentaban escapar de las bombas rusas.

«Tengo mucho miedo, la verdad». Miedo e incertidumbre, sin saber, en ese momento, si podrían llegar, si habría carburante para todos los cientos de miles que huían de la capital ucraniana, si podrían conseguir algo de comida por el camino, si se iban a topar con patrullas militares, si los ataques aéreos de la madrugada sobre todos los grandes núcleos poblacionales, incluido Leópolis, muy cerca ya de Polonia, se iban a repetir de día... Demasiados condicionales.

Y el peor, la desinformación y la falta de conexión con el mundo. «Estamos teniendo muchos problemas con internet... La cobertura va y viene». Desde las 15.00 horas de ayer, el silencio. 

«Tenemos mucha inquietud»

Hasta el miércoles por la noche, Valeria, como muchos otros compatriotas, era una descreída. «Lo estaba viviendo con mucha incredulidad», explica su madre española, Inma Puig. «Nos decía que estuviésemos tranquilos, que todo era propaganda rusa, que Putin no lo haría y que la gente estaba tranquila y que era una exageración pensar que iba a haber una invasión».

La familia torrentina de Valeria lo está viviendo «con mucha inquietud», explica Inma. «He hablado esta mañana [por ayer] con ella por Whatsapp, pero era muy difícil. Se iba constantemente la cobertura. Me ha dicho que habían cortado internet y que las redes wifi y los datos iban y venían».

La familia valenciana de Valeria le pidió que no regresara a Kiev en enero, «pero ella lo vivía con mucha incredulidad»

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Valeria, a quien acogió cuando solo tenía 5 años y a la que ha criado como a una hija, la despertó a primera hora. «Mamá, nos han atacado. Me han despertado las bombas a las cinco de la madrugada, pero tranquila, estoy bien», rezaba el mensaje en su móvil.

«Empecé a hablar con ella enseguida y le dije que saliera ya de Kiev, que se fuera como pudiese, pero lo antes posible. Que allí ya no estaba segura», insiste Inma, con la angustia de no saber nada de ella desde hace horas cuando se produce esta entrevista. 

«Le pedimos que no volviera»

Valeria ha pasado largas temporadas al año en Torrent entre los 5 y los 16 años con su familia valenciana: Inma, su marido, Ángel Llácer, y la hija de estos, Mercedes. A los 16, se quedó a vivir con ellos y aquí estudió un ciclo formativo de Gestión Administrativa. Cuando terminó, quiso ser azafata de vuelo e Inma y Ángel cubrieron los gastos para su formación. Tres años más tarde, con 19, decidió regresar a Ucrania para buscar trabajo, y lo encontró, como coordinadora en el departamento de castellano de una empresa de congresos. Eso le ha permitido vivir sola y en Kiev. Hasta la madrugada de las bombas.

Ciudadanos ucranianos intentan cruzar a Polonia a pie en el puesto fronterizo de Medyka. EFE/EPA/WOJTEK JARGILO

«Iba a venir en Navidad, como siempre, pero como allí la vacunación va más lenta, tuvo que esperar», explica su hermana, Mercedes. Valeria llegó el 15 de enero para pasar dos semanas con su familia valenciana. Regresó a Kiev en un vuelo directo el 29. «Ángel y yo», explica Inma, «intentamos convencerla de que se quedara aquí, porque la situación ya empezaba a ser complicada, pero ella decía que no, que tenía que volver porque no quería perder el trabajo». Dado que no entraba en razón, le dieron dinero en metálico «por si estallaba la guerra, porque lo primero que caen son los cajeros. Por eso le dijimos que no lo metiera en el banco y que lo tuviera a mano como recurso para salir rápido si las cosas se torcían». 

Y se han torcido. Desde ayer a las tres de la tarde, nadie ha podido contactar con ella. Lo más probable es que se haya quedado sin batería, pero la incertidumbre «es lo peor». Es una incógnita dónde está, cuánto han podido recorrer en el coche y si están a salvo. «Al menos sé que no está sola», se consuela Inma.

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