Mientras la ciudad de Kiev trata de resistir ante las tropas del invasor ruso y en sus calles suena cada media hora el aterrador sonido de la sirena alertando de los bombardeos, el grito de «No a la guerra» retumbó ayer con fuerza en el centro de València en una multitudinaria concentración en un llamamiento a la paz, de solidaridad con el pueblo ucraniano y de condena unánime a la invasión militar rusa de un país democrático.

«Es horrible, hoy hemos podido hablar con ellos, pero mañana no sabemos si seguirán vivos», reconocía con el dolor de la incertidumbre Oxana al tener a toda su familia en la zona en conflicto, al oeste de Kiev. «Necesitamos toda la ayuda posible, desde aquí solo podemos salir a la calle y gritar para que esto acabe», argumenta esta ucraniana, que junto a su marido y su dos hijos de cinco y siete años, se acercaron a la concentración que congregó desde las 18.00 horas de la tarde de ayer a miles personas en la plaza de la Virgen de València. «Tenemos que salvar Ucrania», rezaba en ucraniano la pancarta que llevaba uno de sus hijos..

València grita: "No a la guerra"

València grita: "No a la guerra" Fernando Bustamante

Elena tiene a su padre, sus primos, tíos, sobrinos menores de edad y multitud de amigos agazapados en las estaciones de metro de Kiev. Le cuentan que en estos tres días de guerra ya han visto nacer a tres niños en estos improvisados refugios. Su madre Tatiana está junto a ella en la manifestación gritando por la paz. Tuvo la suerte de venir hace dos semanas a València antes de que estallara la guerra. Pero su padre, de 69 años, no quiere abandonar el país, «es la tierra donde ha crecido y va a seguir allí hasta el final». El sexagenario está ayudando en la lucha «haciendo cócteles molotov para tirarlos si ve pasar un ruso», relata su hija.

La suerte de Tatiana, a quien la guerra sorprendió estando en València, se mostró esquiva con la madre de Yana. La mujer estuvo pasando unos días con su familia en tierras valencianas pero justo hace dos semanas regresó a su hogar en Krivói Rog, ciudad natal del presidente ucraniano Volodímir Zelenski. «En ningún momento pensamos que pudiera haber una guerra y que los rusos atacarían todo el país», argumenta Yana, quien junto a su marido Klym lleva cuatro años en la Comunitat.

Tanto ella como otros compatriotas que acudieron a la manifestación contra la guerra coincidían al asegurar que se sienten solos y abandonados en parte por las fuerzas de la OTAN. «Un día dicen que van a ayudarnos y al día siguiente que solo harán algo si Putin ataca un país de los suyos», critica Yana.

El mayor terrorista del mundo

Bajo el lema de «No a la guerra», con banderas ucranianas y proclamas como «Putin asesino», «Ucrania libre», o «No volem la guerra, som gent de pau», las cerca de más de 1.500 personas congregadas ayer en la plaza de la Virgen exigieron extirpar «un cáncer sin cura» llamado Putin. Entre los presentes también muchos niños que no son ajenos al terror que están viviendo otros pequeños. «Son las niñas las que querían venir, explica Vicky con sus hijas y dos amigas, de entre nueve y doce años, quienes hicieron sus propias pancartas en contra de la guerra.

 «Hay que visibilizar al máximo que todos estamos en contra de la guerra y parar a Putin si todavía es posible», remarcaba Virginia. «Putin es un cáncer para la sociedad del que no hay cura», apuntaba Carmen, que vino de Ontinyent para manifestarse a favor de la paz.

También muchos ciudadanos rusos quisieron apoyar al pueblo ucraniano con su presencia, dejando claro que no comparten ni mucho menos el pensamiento del ególatra ruso. «Es una dictadura, una manifestación como esta en mi país es impensable», reconocía Alexey, ruso y casado con una ucraniana. O Igor, también ruso, que calificaba a Putin como «el mayor terrorista del mundo». Ambos estarían ya en prisión por expresar estas mismas opiniones en una plaza de Moscú. Es la diferencia de vivir en un país democrático o en una dictadura encubierta de corte zarista.