Anastasia, Kostia, Diana, Yegor, Andre. Son jóvenes de Kiev de 18 y 19 años que llegaron a València el pasado 22 de febrero para hacer turismo. Venían para tres días, pero el segundo una llamada de los padres de Kostia les despertó a las siete de la mañana. "'Rusia nos ha invadido y están cayendo bombas'. En seguida desperté a todos para decirles que llamaran a sus padres para saber si estaban vivos", recuerda el jovencísimo Kostia. Él quiere ser arquitecto, estaba acabando tercero de carrera, pero cuenta que un misil ruso ha reventado su centro de estudios.

Yegor estudia fotografía, Anastasia quiere ser diseñadora, Andre programador de videojuegos, Diana psiquiatra. Todos estaban estudiando sus carreras y tenían un futuro laboral en mente, una vida planeada... Hasta que ha llegado la guerra. "Solo queríamos estudiar, pero nos están cayendo bombas", lamentan desde las Torres de Serranos.

El Airbnb que habían alquilado ha cambiado a un piso de acogida que ha dispuesto el ayuntamiento de València para ellos. Ninguno puede volver ya a su casa. Su barrio, explica Anastasia "ahora parece un juego de terror". "Como si fuera un mapa del Call of Duty (videojuego bélico)", describe Yegor.

Este era el primer viaje en avión para muchos de estos chicos, y el destino era una de las principales ciudades turísticas para los ucranianos. "València es un sitio muy conocido en Ucrania, y gusta mucho a su gente por el clima y por las naranjas. Lo preferimos mil veces a Barcelona o Madrid", explica Anatoly, ucraniano con 14 años en España que hace las veces de traductor.

A qué temen los jóvenes ucranianos

Los grandes miedos de los jóvenes (que están bien acogidos en València) son la situación de sus familias, en especial padres y hermanos. "Tememos que no les dejen salir del país y acaben reclutados para la guerra", lamenta Yegor. Todos son de Kiev y algunas familias se encuentran ya cerca de la frontera, pero el presidente ha dado orden de reclutar a todos los hombres de 18 a 60. Las mujeres -explica Anastasia- copan los refugios y sótanos junto a los niños. "Mi padre y mi hermano no van a salir del país hasta que acabe la guerra", dice Kostia. "Solo queríamos estudiar y seguir con nuestra vida. Ahora no sabemos qué va a pasar...", lamenta Anastasia.

Un grupo de jovenes ucranianos se ha quedado atrapado en València tras el estallido de la invasión rusa Fernando Bustamante

Guerra en el corazón de Europa

"Imagina que empiezan a caer bombas en València. En el centro, aquí en las torres, en todos lados, en tu casa. Eso está pasando ahora en Kiev, con nuestras familias allí. València no es una ciudad tan distinta a la nuestra y nos parece increíble que algo así pueda suceder en el siglo XXI", denuncia Yegor. El armamento ruso, explican los chicos, ha destruido su barrio por completo, y sus familias ha dejado todo atrás para irse con lo puesto.

Y ellos están aquí. Pero sus amigos siguen allí. Kostia habla con los suyos, también de 18 años. Por tanto en edad para combatir. Por suerte no les han mandado al frente, pero explica que "a mis amigos les han puesto un kalashnikov en las manos y les han enseñado a patrullar el barrio". "En esa situación no tienen otra escapatoria. O coges el arma o la coges", denuncia.

"Es mentira que bombardeen solo bases militares. Han tirado antenas de televisión, puentes, puertas de los refugios, guarderías y escuelas. Están tirando bombas por todos lados", explica Yegor. La guerra, aseguran, ha pillado por sorpresa a todos. El viaje a València estaba reservado con dos meses de antelación, y a pesar del crecimiento de las tensiones no le dieron mayor importancia. "Creíamos que los medios estaban exagerando, que no iba a pasar nada al final. De verdad que lo creíamos", rememoran.

No saben nada de sus casas, de sus habitaciones, de sus cosas. Nada de nada. Sus familias salieron disparadas con el pasaporte y lo que pudieron cargar. Sus universidades están bombardeadas, sus amigos en el frente y sus padres y hermanos intentando escapar de él. Llevan zapatillas Vans, Nike o Fila. Durante la entrevista una de ellas consulta Instagram con su teléfono móvil. Está ausente y con la mirada perdida mientras otros responden. Difícilmente puede asimilar todo lo que está pasando a tanta velocidad. Que se fueron de viaje por turismo y ahora son refugiados de guerra.