"Si vuelvo a Argelia van a violar mis derechos humanos. Me espera cárcel y tortura. Primero tendré un juicio por haber revelado la corrupción de mi país. Luego tengo miedo de que me torturen en la prisión militar, de sufrir violencia sexual, o hasta que maten y luego digan que tenía coronavirus".
Mohamed Benhalima solía trabajar de chófer de los altos mandos del ejército argelino. En aquellos viajes descubrió que los bolígrafos en el ejército valen diez euros en las facturas en vez de uno, y otras formas que tienen los poderosos de llenarse los bolsillos. Decidió denunciarlo públicamente, y pronto se vio obligado a huir de su país en un vuelo hacia España en septiembre de 2019, cuando un amigo suyo del ejército le contó que iban tras él.
"Solo queremos un estado civil y democrático, no militar. Muchos gendarmes que participaron en el movimiento como yo acabaron detenidos", denuncia
Pidió asilo en España mientras en la televisión el presidente argelino lanzaba amenazas contra los activistas exiliados diciendo que "a ver si cuentan lo mismo cuando pisen Argelia". Pese a estar en peligro, el asilo le fue denegado. Así que no tenía documentación, pero desde España continuaba denunciando la corrupción de su país en redes sociales y su canal de Youtube. Aquí no tiene mordaza.
Hasta que la Policía le detuvo el lunes pasado en Zaragoza. Pasó dos noches en comisaría, se le incoó un expediente de expulsión y se ordenó su traslado al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Zapadores, en València, donde ingresó el miércoles a las 14:30. Desde allí concede esta entrevista telefónica, mientras varias organizaciones como CIEs NO o Amnistía Internacional exigen que Interior paralice su deportación.
Ahora está encerrado y a la espera de que un barco argelino le lleve de vuelta a su país, donde corre grave peligro. De hecho, él piensa que "la tortura seguramente empiece cuando suba al barco".
Benhalima no exagera. Mohamed Abdellah también denunció la corrupción de su gobierno y también le denegaron el asilo en España. Fue encerrado en el CIE de Zona Franca (Barcelona) y deportado. Desde entonces numerosas asociaciones han denunciado "torturas físicas y psicológicas en una cárcel militar".
Abdellah permanece encarcelado en el centro de máxima seguridad "Antar", en Argel, y él mismo declaró haber sido objeto de "tortura y malos tratos bajo su custodia". Benhalima tiene miedo de dar también con sus huesos en ese centro. "Es un centro especial para torturar a los opositores. Ahí utilizan todo lo posible para hacerte daño y sacarte las informaciones", explica.
Activista por la democracia
Benhalima, como Abdellah, formó parte del movimiento pacifista 'Hirak' que inundó las calles del país cada viernes para pedir un cambio democrático. "Solo queremos un estado civil y democrático, no militar", reclama. "Muchos gendarmes que participaron en el movimiento como yo acabaron detenidos, solo por manifestarse contra el poder". Ahora mismo hay “al menos 290 presos encarcelados por motivos políticos en Argelia", denuncia Benhalima.
El gobierno argelino actual, reivindica el activista, "ha aprobado una ley por la cual cualquier simpatizante del Hirak es considerado un terrorista a ojos del estado". Así que Benhalima es un terrorista para el gobierno de su país por enseñar las facturas que demuestran la corrupción de los altos cargos del ejercito.
Benhalima ingresó en el CIE de Zapadores el miércoles a las 14:30 y desde entonces está a la espera de su deportación
Su familia también ha tenido problemas por su activismo. "La policía y los servicios secretos visitan la casa de mi madre constantemente, la registran y lo ponen todo patas arriba. Vienen a casa a molestar a mi familia, a preguntarles dónde estoy, si hablan conmigo, y les dicen que si vuelvo no me va a pasar nada. En varias ocasiones hasta los han detenido", lamenta.
Benhalima habla desde una celda del Centro de Internamiento de Extranjeros. Por momentos la conversación se tiene que cortar porque le requiere la policía. Aunque su segunda solicitud de asilo está en trámite pueden deportarlo en cualquier momento, ni siquiera él sabe cuando. Así que el tiempo corre en su contra. "Ni siquiera es cosa del Gobierno, hay mucha policía a la que no le caigo nada bien por pedir un gobierno civil y no militar", lamenta.