A pie, san Vicente Ferrer se recorrió todo el territorio valenciano por las rutas más transitadas, llegando a los pueblos más importantes. Orihuela fue una de las ciudades donde recaló en su actividad apostólica. Allí se encuentra el que fuera uno de los conventos más importantes de los Dominicos, de fábrica tan imponente que, advocado a santo Domingo de Guzmán, le llaman el Escorial Levantino.

Orihuela es sede episcopal y, aunque en parte trasladada a efectos funcionales a Alicante, se advierte el poderío en todos los órdenes que tuvo. Su centro histórico está lleno de palacios, iglesias y conventos. Casi inmediato al antiguo convento dominico, hoy colegio diocesano, se encuentra la casa de Miguel Hernández, hoy convertida en Museo. El poeta podía contemplar la belleza del cenobio, su impresionante majestuosidad.

Pegada a su deliciosa y sencilla casa, Miguel Hernández tenía una curiosa ermita, que se alza a manera de puente levadizo veneciano sobre la calle que asciende desde la parte baja hasta el convento. Es la ermita de la Virgen de Monserrate, patrona de Orihuela, en cuya fachada hay unos azulejos con la imagen de san Vicente Ferrer.

Pregunto al ermitaño y me dice que en este lugar exacto predicó san Vicente Ferrer, punto que en su tiempo sería una explanada ladera a los pies del monte san Miguel y el convento, y en recuerdo del sermón el fraile dominico mandó hacer una ermita.

Interior de la ermita de la Virgen de Monserrate.

Entro en ella, que es como un puente pasadizo estrecho, de parte a parte de la calle, en alto, y veo que en la hornacina central está la imagen dela Virgen de Monserrate y a su lado está la imagen del santo dominico. Memoria esculpida en piedra la de la presencia del andariego fraile por estas latitudes, un tanto olvidadas por la centralista Valencia, que no ve más allá de sus `propios arrabales.

La imagen de la patrona de Orihuela, en su ermita.

Consta documentalmente que el 26 de agosto de 1410, mossén Jayme Terrés, Sindico de Orihuela, escribió a san Vicente Ferrer para que visitara la ciudad y su partido, porque era una zona “muy viciosa y llena de culpas”. El predicador enfiló hacia Orihuela, pasó por la Ribera y la Vall de Albaida, y permaneció varios días en Orihuela. El 4 de marzo de 1411, los Jurados y Consell de la Ciutat dirigieron una carta al Obispo de Cartagena, de quien dependían eclesiásticamente entonces, dando cuenta de los beneficios de aquella presencia del santo, del “mucho bien que había hecho a toda esta tierra y a todos los fieles cristianos,… nunca en esta tierra se habían confesado las gentes como ahora,… se han hecho ciento y veinte y tres Pazes de las sesenta y seis muertes”.

Pasó el dominico a Murcia y le enviaron mensajeros para que volviese por allí, pero marchó por tierras de Castilla y llegaría a Aragón. En Caspe le esperaban las sesiones del Compromiso dinástico, donde influyó sobremanera en el resultado y veredicto final. Al unir los Reinos de Castilla y Aragón sentaría las bases de la formación y unidad de España.