"Cerrado por inundación". Es lo que reza el cartel de un supermercado esta mañana en el Cabanyal. Los trabajadores han abierto las puertas de metal y se han encontrado con el agua a la altura del gemelo. Durante una hora una bomba ha tenido que achicar el agua fuera del establecimiento y en estos momentos se sigue sacando agua con escobas.

Es una de las imágenes que ha dejado la tormenta histórica que cayó ayer sobre València. Más de 230 l/m2 de precipitación acumulada en lo que supone la mayor cantidad de lluvia en el mes de mayo desde el año 1871. Todo esto enmarcado en una primavera increíblemente lluviosa, con 488,6 l/m2 desde el 3 de marzo. Más precipitaciones en dos meses que en todo un año normal.

En el restaurante Casa Montaña aseguran que llegaron a tener "el agua por las rodillas". Su gerente, Alejandro García, explica que "estuvimos los 20 trabajadores achicando hasta las dos de la mañana sin parar". Las precipitaciones empezaron a las ocho y cuarto de la tarde, pero ello no impidió que un grupo de turistas "sin zapatos ni calcetines" acabaran su cena para irse en pleno chaparrón, cuenta García. Esta mañana han amanecido todavía sacando cubos de agua hacia la calle. "La pérdida no ha sido demasiada, se ha hinchado un poco la madera y sobre todo ha supuesto en que ayer no hubo casi recaudación y cancelamos 60 servicios", asegura.

En la mercería de María José Puig, al lado del restaurante, el agua entraba "como si fuera la playa". Rápidamente subieron las telas que pudieron al altillo para protegerlas, y señala con el dedo la altura a la que llegó el agua: casi dos palmos. Tanto ella como una vecina del barrio critican la bajada de las aceras del ayuntamiento. "Lo han dejado todo muy bonito y muy peatonal, pero ahora estamos a nivel y el agua entra directa", critica Puig. "La calle era un río", cuenta. Y pese a que pusieron maderas en la puerta la pasada de los coches hacía que entrara todavía más agua a su mercería.

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El temporal anega la playa de la Patacona y la fachada marítima de València Fernando Bustamante

"Todo flotaba"

Por eso los vecinos de varios calles decidieron salir y poner vallas para cortar el paso. Marian Marín, vecina del barrio que vive en un bajo, vivió el ataque del agua en sus carnes. "Lo único que pude hacer fue quedarme subida en la cama con mis mascotas, llegaba un momento en que no tenía sentido achicar agua porque volvía entrar al momento", cuenta. Explica de la situación que "todo flotaba, los zapatos, los botes, todo. Mi cama parecía casi que fuera un barco".

Las vecinas acabaron colocando vallas en su calle porque "cuando un coche pasaba desplazaba tanta agua que en mi salón había olas. Llegó a pasar hasta un camión", cuenta mientras relata la angustia que pasó en esos momentos. Su hija, que vive a un par de calles, explica que ha pasado toda la noche sacando el agua con cubos. Hasta las tantas de la madrugada. "Yo creo que saqué más de cien cubos", señala Marian al lado de varios sofás que siguen supurando agua.

Para las vecinas del barrio no es una situación nueva, aunque sí que critican que el ayuntamiento quitara las aceras que ejercían de presa para que el agua no entrara directa en las casas. Además, como explica Sara Moya, "en mitad de la noche se fue la luz en los bloques, que es donde están los colectores de agua. Allí es cuando empezó a inundarse todo muchísimo más", recuerda.

Como muchas casas del barrio, la de Sara está construida encima de una acequia y como "me empezaba a salir agua por el suelo del pasillo sin parar". Con su familia consiguió improvisar una bomba de achique con el tubo del aspirador para sacar un poco más de agua. En su casa sí que han habido muchos daños, entre ellos un parqué destrozado que tendrá que cambiar. Cuenta que "mi familia lleva 47 años viviendo en el barrio y es la primera vez que cae tanta agua".

El agua entró por pasillos, techos y cocinas, también por los baños, como en el caso de Marian "el agua salía por dentro del váter de la presión que tenía" asegura. En el caso de Casa Montaña llegó a escaparse hasta por las duchas. Alejandro García explica que los trabajadores y él se fueron de allí pasadas las dos de la mañana tratando de evitar que se inundara todavía más.

Ayuda de las vecinas

Para Marian la ayuda de sus vecinas que viven en pisos fue vital, primero para poner una valla que cortara la calle y luego porque "se compadecieron de mí y me ayudaron en todo lo que necesitaba", cuenta. Pasados los momentos de angustia y de "mucha impotencia en la que sientes que no puedes hacer nada", critica que el asfaltado de las calles propicia que cada vez que llueva ocurran estas inundaciones.

Ni maderas, ni cartón, ni sacos de arena de gato, ni telas pudieron evitar que, en el mejor de los casos, el agua se colara hasta el interior de las casas. El barrio ha amanecido entre fregonas y cubos y con sus vecinas tratando de calcular los daños y arreglar el desastre que han dejado las lluvias torrenciales. En el supermercado los trabajadores quitan las placas de la balda de abajo de las estanterías y sacan agua con escobas sin parar. Dicen que, como mínimo, ya no podrán abrir este miércoles. Y que muchos comercios de la zona también están así de afectados. Para uno de los empleados "es la segunda vez que me pasa en tres años".