El Conseller de Educación, Cultura y Deporte, Vicent Marzà, ha anunciado hoy que dimite del cargo que, desde 2015, ostenta en el Consell, y que ha mantenido tanto en la primera como en la segunda legislatura del Botànic casi al completo.

Cuando se haga oficial y efectiva su renuncia, atrás quedarán 7 años y más de 2.500 días de gestión que han dado un vuelco a la política educativa valenciana de los últimos años, maltrecha durante la pasada crisis económica, tras los recortes de los consells del PP, y que también ha provocado cambios en Cultura.

Ahora, aunque aún queda camino por pedalear, la Comunitat Valenciana cuenta con cierto prestigio educativo y es ‘alumno aventajado’, al haber adoptado los últimos cursos numerosas medidas que ahora la nueva ley educativa, la Lomloe, extenderá a todas las autonomías a partir de septiembre.

De Xarxa Llibres a la gestión de la pandemia en las aulas, el conseller más joven del Botànic y al mismo tiempo el más longevo con la cartera educativa, tuvo primero que limar asperezas con la enseñanza concertada y, años después, afrontar la difícil decisión de cerrar los centros educativos en marzo de 2020, activando una respuesta educativa sin precedentes para atender a los escolares desde casa.

En pandemia, además, la conselleria dio “vales” de compra a las familias vulnerables, en sustitución de la beca de comedor.

Una tarea titánica

De las políticas de la Conselleria de Educación depende la formación de casi 800.000 alumnos de todos los niveles educativos preuniversitarios, desde Infantil hasta Bachillerato y Formación Profesional.

Una tarea ingente, en una conselleria mastodonte (más de 2015 a 2019, cuando también tenía las competencias de Universidades y Ciencia), que suele desgastar a sus dirigentes, y ante una comunidad educativa siempre exigente, pero que mayormente ha cerrado filas en torno al conseller. También fue positiva la relación con la anterior ministra de Educación, Isabel Celaá, y sobre todo lo es con la actual responsable, Pilar Alegría.

El plan Edificant ha impulsado las obras en los colegios y la construcción de 41 centros

Vicent Marzà (Castelló, 1983) -maestro de formación, abanderado de la Plana y amante del ciclismo-, se llevará en la mochila que siempre lleva a la espalda numerosos cambios en todos los niveles, a raíz de la implantación del Plurilingüismo -que ya se ha desplegado en todos los cursos-; así como la mejora de las infraestructuras (especialmente por el plan Edificant, que ha impulsado las obras en los colegios de la mano de los ayuntamientos y ha levantado 41 centros nuevos); el despegue de la FP, con un 30 % más de alumnado; las aulas de 2 años en los colegios públicos y la gratuidad de este nivel en las escoletes privadas y concertadas, que llegará en septiembre, además de una mayor oferta de las escuelas oficiales de idiomas (EOI).

Dificultades en la gestión

No obstante, su gestión -sin estridencias ni un personalismo excesivo-, también arroja algunos baches. El modelo final implantado de plurilingüismo tuvo que ser revisado, después de una sentencia que tumbó el decreto -y para cumplir el mínimo del 25 % de castellano-; y la decisión de retirar conciertos en niveles postobligatorios (como Bachillerato y FP) pinchó en parte, ya que algunos centros concertados han recuperado estas unidades en los tribunales.

Entre los momentos delicados, también se encuentra la imputación del director general de Política Lingüística, Rubén Trenzano, finalmente absuelto.

Más de un dolor de cabeza también ha causado la gestión del personal; las reivindicaciones sindicales que no cesan, en cuanto a retribuciones y las condiciones del profesorado; así como los problemas en el pago de las nóminas que se repiten cada inicio de curso.

Y es que, la conselleria gestiona la cifra récord de 78.000 docentes, ya que en estos últimos años ha habido convocatorias masivas de oposiciones que han ampliado la plantilla. De 2018 a 2022, la oferta histórica ha sido de 13.000 plazas.

La sucesora de Marzà deberá continuar con la bajada de ratios y reducir la burocracia

Por delante, la sucesora el conseller -la actual secretaria autonómica de Cultura, Raquel Tamarit-, deberá continuar con la bajada de ratios, y el impulso de la coeducación, innovación y digitalización en las aulas, e intentar solucionar algunas cuestiones pendientes, como la reducción de la burocracia que afrontan diariamente los equipos directivos; o la consolidación de más de 9.000 interinos, en un proceso extraordinario basado en la nueva ley de Función Pública.

En el despacho de Campanar también queda pendiente una promesa que Marzà ha realizado varias veces, la de la gratuidad total del servicio de comedor a todo el alumnado; si bien sí que ha llegado a tiempo el anuncio de unas hasta ahora inexistentes becas autonómicas de FP.

Otro frente que tomará fuerza próximamente es el de los centros de primer ciclo de Infantil (0-3 años) concertados y privados, que se ven amenazados por una gratuidad cada vez mayor que se extiende a través de la red pública y con la Lomloe. Asimismo, hay que acabar de perfilar el nuevo sistema de orientación educativa que ha arrancado este 2021-22.

Concursos contra el PP

Aunque -por cuestión de vocación, trascendencia y presupuesto- Vicent Marzà ha sido sobre todo un conseller de Educación, su gestión en Cultura desde que en 2015 también se hizo cargo de esta titularidad ha dejado huella en varios ámbitos.

Entre otras cosas, Marzà ha tenido que enfrentarse a dos grandes crisis desencadenadas por la decisión de someter a concurso el nombramiento de los altos cargos situados al frente de las instituciones culturales públicas. Una forma “legal” de apartar a los dirigentes nombrados en la época del PP.

Así, en 2017 el intendente del Palau de les Arts, Davide Livermore, presentó su dimisión antes de que la Generalitat prescindiese de él por no cumplir la normativa de contratación del sector público y por compaginar su trabajo al frente la ópera valenciana con su actividad privada como escenógrafo.

Pocos ponen en duda que los cambios en Les Arts fueron los correctos

Cuando la administración convocó un proceso público e internacional para elegir a su sustituto, muchos previeron la decadencia artística de Les Arts ya que, aseguraban, los grandes gestores nunca aceptarían someterse a un concurso. Pese a ello el proceso siguió adelante, salió elegido Jesús Iglesias Noriega y hoy son pocos los que ponen en duda que la decisión fue la correcta.

Otra de las grandes naves culturales valencianas, el IVAM, vivió su particular crisis en 2020 cuando su consejo rector presentó la dimisión en bloque al decidir la Generalitat no prorrogar al entonces director José Miguel G. Cortés en el cargo e iniciar otro concurso público para gestionar el museo. Solo dos personas se presentaron al proceso y ahora una de ellas, Nuria Enguita, es quien dirige el IVAM.

También estaba encaminada a borrar la herencia popular de las instituciones culturales valencianas la decisión de transformar la antigua CulturArts en el actual Institut Valencià de Cultura que dirige Abel Guarinos tras otro concurso público.

Desde allí se canaliza la gestión pública de las artes escénicas, la música o el cine y se impulsan planes de inversión y creación de empleo como el fallido Fes Cultura y su sustituto Cultura per la Recuperació, o reActivem, el sustancioso paquete de ayudas que lanzó la conselleria para paliar los efectos de la pandemia en el sector cultural valenciano.