Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jaume Duch: "La UE no tiene vuelta atrás, ahora hay que evitar que sea ineficaz"

Defiende que la institución «ha aprendido de sus errores» respecto a la crisis de 2008

El portavoz del Parlamento Europeo, Jaume Duch. | FERNANDO BUSTAMANTE

Su tono grave y pausado es la voz del Parlamento Europeo frente a las crisis. Desde su llegada como portavoz de la institución (2008) y especialmente desde su designación como director general de Comunicación (2017) no han sido pocos los momentos históricos a los que ha tenido que poner verbo y explicación. Ante tanta situación trascendental, Duch, en una visita a València para hablar del año de la juventud, defiende que lejos de descarrilar, el proyecto europeo ha demostrado su vigencia. «Si la UE hubiera tenido vuelta atrás, ya se habría dado en los últimos años», señala optimista.

Brexit, pandemia, una guerra en la frontera y una crisis energética en cinco años, ¿la Unión Europea puede sobrevivir a tanta sacudida?

Algunos pensaban que la UE no sobreviviría a esta sucesión de crisis, que no habría suficiente voluntad política para hacer frente a estos retos tan impresionantes y lo que estamos comprobando es lo contrario: ha permanecido unida y se ha reinventado. La Unión Europea está incompleta, está en un proceso de construcción, pero estamos demostrando que es el mejor instrumento válido y casi el único posible para hacer frente a una serie de situaciones que ningún país pudiera afrontar en solitario.

¿Bruselas está más cerca o más lejos tras la pandemia?

Está más cerca y lo dicen las encuestas. El porcentaje de europeos que están satisfechos por la pertenencia a la UE y ven sus beneficios es mayor ahora que antes de comenzar la pandemia y también antes del Brexit. A partir de 2016 se nota un incremento paulatino que con la pandemia se acrecienta todavía más. Todos los países han tenido que recurrir a la UE para hacer frente a unos retos y problemas de una dimensión tal que no pueden ser asumidos a nivel estatal.

La respuesta ha sido diferente en esta crisis que en 2012, ¿qué ha cambiado?

La UE aprende de sus errores e imperfecciones. La crisis económica y monetaria fue desigual, afectó más a unos países que a otros y eso dificultó la toma de decisiones conjuntas. Con el Brexit, el covid y de alguna manera con la guerra de Ucrania nos encontramos ante crisis que llaman a la puerta de todos los Estados y eso ha permitido construir respuestas solidarias.

Sin embargo, no deja de haber un amplio movimiento de partidos populistas que se sitúan en contra de la UE.

Son contrarios, pero han cambiado el discurso. Hasta hace tres o cuatro años estos partidos defendían la salida de la UE de sus países, y ahora muchos de estos partidos han dejado de hablar de salida para hablar de cambiar la UE desde dentro. Probablemente eso es más peligroso y más nefasto que irse para la propia UE, pero es significativo: se han dado cuenta que ideas de este tipo no tienen excesivo encanto ni siquiera en sus votantes.

¿Hacerles un cordón sanitario a nivel europeo funciona?

En el Parlamento Europeo sí funciona, por lo menos en los integrados en el grupo Identidad y Democracia (están Le Pen o la Liga de Salvini). Es un grupo que no participa de las decisiones del resto de grupos, hay un cordón sanitario y es bastante efectivo.

¿Cree que podría funcionar en los gobiernos estatales?

Cada país es un mundo y vemos países donde los hay y otros donde están en el gobierno. Es un tema que han de responder las sociedades de cada país.

La energía evidencia que hay choque de intereses internos.

Se ven las diferentes realidades. No es lo mismo hablar de la desconexión de la energía rusa en España con un grado de dependencia bajísimo que en países que superan el 50 %. Dicho esto, se han aprobado cinco paquetes de sanciones a Rusia por unanimidad y se está estudiando el sexto, con un consenso cercano, solo falta Hungría.

¿Hay riesgo de que la población europea rechace pagar los costes de las sanciones a Rusia?

Si se explican las cosas bien, no. La gente sabe distinguir de dónde vienen los problemas y quiénes son los causantes. Si el precio de la energía aumenta por desconectarse de la energía rusa la gente entiende que el único culpable es Rusia. Tenemos ejemplos como Letonia, Lituania o Estonia donde es la sociedad la que pide esa desconexión porque creen que la prioridad es dejar de dar dinero a un país que lo usa para matar ucranianos.

No obstante, la respuesta europea a la crisis de la inflación por la energía ha tardado en llegar; se ha tardado tres meses para aprobar el tope al gas.

Es un tema muy complicado que ya no solo tiene que ver con la energía rusa sino con el mix energético en cada país y eso hace que cuando hay que discutir por una comunitarización de acceso a la energía sean diferentes. Y eso es lo que sucede en muchos casos con la UE, que los temas complicados requieren de más tiempo, pero siempre encontramos una solución. Esa es la belleza de la integración europea que más pronto o más temprano hay una solución con un pacto.

¿Esa lentitud puede generar desafección hacia Europa?

Más que desafección lo que tiene que crear es reivindicación de que ha llegado el momento de cambiar las reglas del juego y reducir al máximo el número de decisiones donde se requiere unanimidad. Es algo por lo que el Parlamento Europeo está luchando desde hace tiempo. No puede ser que un solo país como Hungría vete acuerdos que adoptan el resto. La UE requiere un sistema de decisiones más rápido y eficaz.

¿Hay riesgo de lo contrario, de ir hacia la desintegración?

La UE no tiene vuelta a atrás y si la hubiera tenido la habríamos vivido en estos cinco años convulsos. Lo que se trata ahora es de no perder tiempo y completarla porque el problema que podría tener la UE es que se convierta en ineficaz porque no se adapta a la evolución de los problemas. La UE nace en los años 50 para evitar la guerra y en 70 años no ha habido ningún conflicto armado en su interior y sí al otro lado de sus fronteras. Después se convierte en un proyecto de desarrollo económico y social y ahora ha de ser ecológico y digital. Se trata de adaptarnos a los problemas y la forma de tomar las decisiones.

¿También las elecciones?

El Parlamento Europeo está proponiendo que en las elecciones de 2024 los ciudadanos europeos tengan dos votos: uno para la papeleta nacional y otra para la lista paneuropea con todos los candidatos. Y que además de esa lista salga el futuro de la presidencia de la Comisión Europea. Ahora falta voluntad política y adaptar las leyes electorales de los 27 estados miembros. Como siempre, a veces las cosas tardan más, pero acaban llegando.

Uno de los sectores muy sensibles con las decisiones europeas es la agricultura que esta semana tuvo una buena noticia.

Creo que la agricultura española está muy bien defendida en Bruselas, el propio Parlamento Europeo es un lobby potente para defender los intereses de las agriculturas mediterráneas. Es una de las políticas más importantes de la UE y por tanto está muy vigilada por los Estados miembros porque todos tienen distintos intereses. Pero lo que decía antes, cuando el problema se pone encima de la mesa tarde o temprano se encuentra una solución que beneficia a todos. Por ejemplo, el tratamiento en frío.

Compartir el artículo

stats