El viaje no terminó de la manera en que estaba prevista. Cuando decenas de valencianos se preparaban para volver a València después de unos días en Tenerife, la huelga de tripulantes de cabina de pasajeros de Ryanair y las condiciones climatológicas retrasaron hasta que finalmente se obligó a cancelar el vuelo (uno de los casi 100 durante las dos jornadas de paro) con el que pretendían poner punto y final a las vacaciones. La suspensión dejó imágenes de pasajeros intentando dormir en cualquier punto de la terminal, con colchonetas en el suelo o sobre las cintas de reparto de maletas, además de escenas de bastante tensión.
El vuelo estaba previsto para las 18:30 del sábado. Tenerife Norte al aeropuerto de Manises, unas tres horas de trayecto, pero antes de salir se empezó a torcer el plan. La niebla impedía aterrizar a los aviones en la infraestructura tinerfeña del norte y tenían que ser trasladados al aeropuerto Tenerife Sur. Según fue avanzando la tarde, el resto de pasajeros de distintas compañías vieron cómo ese traslado en autobús se hacía realidad, pero ellos no.
"Todos se fueron y solo nos quedamos nosotros", explica una de las valencianas presentes en el aeropuerto, Elena G. Cuando el retraso alcanza las tres horas, desde la compañía de bajo coste comienzan a repartir bonos de comida para cubrir los gastos de una cena que comienza a ser obligatoria por las horas. "Nos dieron un bono de cuatro euros, a precio de comida de aeropuerto", protesta Elena G. "Y encima no había nada, las tiendas no estaban preparadas y apenas quedaba nada, mis amigas y yo cenamos una tarta de queso, unas papas y una botella de agua".
La niebla se despejó en la isla y Tenerife Norte volvía a ser un punto viable de salida y entrada. Ya a las 11 de la noche parecía que podrían salir. Empezaron a llamar para entrar en el avión. Aunque no a todos. La falta de personal impedía llenar todo el avión porque no cumplía el ratio de trabajadores por pasajeros. Alrededor de una veintena de personas se quedaban ya en tierra.
Ya en los asientos del avión comenzó el protocolo habitual mientras el reloj no dejaba de avanzar. Media hora sentados y el piloto lamenta el retraso. No le habían podido dar el plan de vuelo, justifica. Pero sigue sin moverse. Por fin, anuncia la distancia hasta València, el tiempo despejado y el viento de cola. Parece que sí, que va a salir. Pero no. Con la medianoche superada, el avión se empieza a mover, sin embargo, no es para tomar aire hacia la capital del Turia.
El piloto anuncia que la torre de control del aeropuerto de Tenerife Norte ya ha cerrado y que, por tanto y sintiéndolo mucho, hay que volver a la terminal, es imposible salir. Caos en el avión, enfado, gritos, insultos. A los pasajeros los dejan en la zona de recogida de maletas donde la tensión crece entre peticiones de responsabilidades y hojas de reclamaciones, burocracia habitual del cabreo en la que expresar las frustraciones y los anhelos de una compensación.
A las dos de la mañana los responsables de la compañía empiezan a repartir colchonetas aunque ya hay quien ha visto en las cintas en las que las maletas buscan habitualmente las manos de sus dueños un lugar en el que dejarse vencer por el cansancio o la frustración. "Éramos los únicos que estábamos en toda la terminal, estaba todo cerrado y todos intentando dormir por los suelos", cuenta Elena G. a punto de tomar el vuelo que parece que será definitivamente el de regreso.
Porque sí, el domingo por la mañana amanecieron todavía en el aeropuerto tinerfeño. A partir de las 5 de la mañana ya comenzaron a abrir algunas tiendas y con la luz del día se iluminó alguna solución entre avisos de boca a boca a los pasajeros más reconocibles de la terminal. Un avión de Madrid con el doble de tripulación permitirá equipar la aeronave que, tras una noche intensa "y ajetreada" devuelva a decenas de valencianos a sus casas.