La historia de Miquel Álvarez saltó a los medios de comunicación, en el mes de febrero. ¿El motivo? Sufrió una agresión homófoba acompañada de insultos, en el instituto en el que ejerce como profesor en el Camp de Túria.

Dos meses después, al relato de las agresiones por LGTBIfobia, se sumó la historia de Ángel Márquez, quien recibió una paliza por parte de tres personas en una conocida discoteca en València. ¿El resultado? Rotura de la nariz y un cuerpo plagado de hematomas, propiciado por tres individuos al grito de «maricón de mierda» .

Las agresiones de Miquel y Ángel son solo dos ejemplos de la tendencia al alza de los delitos contra el colectivo LGTBI. De hecho, en el año 2021, se registró un incremento del 69 % de los delitos de odio por cuestiones de orientación sexual e identidad de género, según los datos preliminares difundidos por el Ministerio del Interior. A falta del informe detallado, se contabilizaron 477 casos —representan el 26,5 % del total de delitos de odio— frente a los 282 registrados en el año 2020.

«Hay una gran variedad de delitos y, cada vez, es más amplia», apunta Antonello Ronga, educador social, miembro activo de Lambda Valencia y técnico de atención a personas víctimas de delitos de odio por LGTBIfobia en las oficinas Orienta de la Generalitat Valenciana. No solos las agresiones o insultos son delitos LGTBIfóbicos, aunque «es lo que, generalmente, nos viene a la cabeza»; pero no, por ello, «los delitos que no acaban en una agresión física son menos importantes, ni mucho menos».

De hecho, muchas de las personas que son víctimas por LGTBIfobia «no son conscientes de que lo están sufriendo». Ocurre porque «hemos llegado a normalizar cierto tipo de comportamientos que, realmente, no lo son», reconoce Ronga. Tanto es así que ha escuchado, en múltiples ocasiones, comentarios de justificación como «bueno, sí antes me insultaban, me empujaban de vez en cuando, pero nada más, algo normal».

Un problema «social»

«La LGTBIfobia no limita la libertad de las personas del colectivo, sino de las personas en general. Es un problema social». Antonello es así de contundente y pretende visibilizar que este tipo de delitos afecta, también, a personas que no son miembros del colectivo.

Recientemente, atendió a un hombre CIS heterosexual, de entre 45 y 60 años, que estaba siendo víctima de acoso, durante más de dos años, con insultos, amenazas y, finalmente, sufrió una agresión física. «Su manera de vestir no hetero-normativa, hizo que fuera identificado por su agresor como una persona gay, sin serlo —, relata—. Viste de una forma que, en nuestra cultura, en nuestra sociedad, rompe los cánones y ha sufrido una agresión por culpa de los estereotipos».

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Manifestación del Orgullo LGTBI+ 2022 en València Fotos: Eduardo Ripoll

Su llegada a la oficina Orienta se produjo después de que la víctima acudiera a la policía local de su municipio, que «le apoyó en todo, le hizo ver que sufría un delito de odio por LGTBIfobia» y le remitió a Lambda. De hecho, Antonello quiere resaltar que «apreciamos un mayor apoyo hacia el colectivo LGTBI por parte de los cuerpos de seguridad del estado».

El componente social de los comportamientos contra el colectivo LGTBI se fundamenta, además, en que «los agresores suelen tener otro tipo de actitudes discriminatorias» machistas o xenófobas que, en muchas ocasiones, «se dan con cierto tono de burla para restarle importancia».

En cuanto al género de los agresores, según los datos del Informe sobre la evolución de los delitos de odio del año 2020, el 91 % de ellos son hombres.

Solo el 10 % lo denuncian

El informe del Ministerio del Interior apunta, también, que solo el 10 % de las personas que son víctimas de un delito por LGTBIfobia lo denuncia. «Reconocer que has sido víctima, supone admitir que eres parte del colectivo y eso no es fácil», explica Ronga. Muchas de estas personas aún no han hecho público que son miembros del colectivo.

El trabajo en Orienta comienza acogiendo a las víctimas y realizando una primera valoración de sus necesidades, para detectar si requieren atención en alguna de las tres grandes áreas: atención social, asesoramiento legal, si la persona lo solicita; o acompañamiento psicológico.

«El trabajo es siempre en equipo y estamos con las víctimas, en todo momento», relata. Es por ello que salen incluso de las oficinas —un ejemplo es acompañando físicamente a las víctimas a interponer la denuncia— para que «la persona no se sienta sola en ningún momento».

Los trans, los más afectados

Los delitos de odio por LGTBIfobia son, según el orientador, «muy amplios, sin un patrón que se repita» entre las personas agredidas. En las oficinas Orienta, se atiende a víctimas desde la infancia hasta personas de edad adulta de más de 70 años.

Sin embargo, el colectivo más afectado son las personas transexuales porque, a priori, es «más sencillo» identificarlos. «Siendo un hombre CISheterosexual, puedes pasar más desapercibido —, puntualiza Ronga—. Siendo transexual, no siempre es posible». Pero, «esconderse no es la solución», concluye. 

«Estoy harto de escuchar la expresión ‘esto es una mariconada’»

Rafa Martín tiene 30 años y es homosexual. Durante muchos años de su vida, no reaccionaba a expresiones LGTBIfóbicas pero se cansó, más bien, se «hartó» y, desde hace dos años, corrige los comentarios o chistes a «amigos, familiares o conocidos» en las conversaciones del día a día.

Su objetivo no es otro que el de que los identifiquen porque «en muchas ocasiones no se dan cuenta de que han hecho un comentario homófobo o transfobo» y «son incapaces de detectarlos por sí mismos». El más repetido y del que está harto es «esto es una mariconada». «Cuando lo detecté, me percaté de la de veces que se usa esa expresión —, relata —, de como surge de improvisto en cualquier conversación y en diferentes contextos. Ahora, siempre contesto: ¿quieres decir una tontería?»

Pero, ¿qué ocurre cuando lo corrige? «No suele haber una reacción adversa, pero sí que es verdad que, en varias ocasiones, la respuesta ha sido otro comentario LGTBIfóbico», explica. Algunos de los que se cuelan en la lista son «no lo digo por ofender», «es una expresión que siempre se ha dicho» o, incluso, «a esta edad, ya no lo puedo corregir y eliminarlo de mi vocabulario».

Sin embargo, reconoce que algunos amigos suyos ya han corregido esta expresión o que, al menos, «son capaces de detectarla cuando la dicen inconscientemente y rectifican».

A pesar de su nueva costumbre, no es 100 % tajante. «Entiendo su uso—, continua—, porque es una expresión que hemos asumido por cuestiones de hábito social, pero ¿por qué no podemos ser mejores que las anteriores generaciones?»

La lucha de Rafa no es aislada. El colectivo Lambda València ha lanzado este año una campaña que pide abandonar las expresiones habituales en el lenguaje popular que son irrespetuosas con el colectivo LGTBI+. Entre estas expresiones se encuentran «Me entiendo muy bien con gente como tu», «Yo acepto a los maricones, pero que no se les note» o «¿Eres un hombre o una mujer?». 

«La mayoría de las personas las perpetuamos, sin darnos cuenta porque siguen en el imaginario colectivo, pero es necesario ser conscientes de estos mensajes para poder modificar los comportamientos», explica Alicia Hervás, técnica de la entidad. Eliminar este tipo de mensajes, «mal llamados bromas», es fundamental porque «son la base de culto posteriores como amenazas o agresiones". Por eso, considera que se ha de actuar desde el primer momento porque, además, «la sociedad no los reconoce como tal».