«Si le digo una cocaína del 89,6 % de pureza, ¿qué me puede decir?». «¿89,6 %? Eso es una cocaína muy, muy pura, llegada directamente de Colombia por las puertas de acceso habituales, que son la aérea, o bien utilizando a personas que la traen dentro de su organismo, las llamadas ‘mulas’, o bien en maletas, o la marítima, donde viene en grandes cargamentos en contenedores hasta los puertos europeos, entre ellos el de València con distintos sistemas de camuflaje. Yo he visto cocaína de más de un 91 % de pureza, pero siempre en la que llega de origen, nunca en la que se vende en la calle al menudeo, cuya pureza está entre un 20 y un 30 %».

Es la respuesta dada ayer por un inspector de la Policía Nacional experto en la lucha contra el tráfico de drogas a gran escala con diez años de experiencia como jefe de grupo en la Udyco de València a la penalista Isabel Carricondo, que desde ayer ha asumido la defensa de los intereses de siete de las diez víctimas del presunto asesino en serie –entre ellas dos de las fallecidas, Arliene Ramos y Lady Marcela Vargas– mientras su compañero Juan Carlos Navarro se recupera del infarto sufrido el lunes en plena celebración del juicio contra Jorge Ignacio P. J.

La pregunta es trascendental porque esa es la pureza de la cocaína que la Policía halló en la mesita de la habitación de la casa de citas donde encontraron muerta, con señales de haber sido asesinada, a Lady Marcela, la segunda víctima mortal del presunto asesino en serie juzgado ahora, en la mañana del 15 de junio de 2019, tras un encuentro sexual con el acusado, que declarará, por fin, hoy, aunque casi seguro que solo responderá a las preguntas de su letrada.

El inspector, que realizó un informe de pureza y valor de la cocaína en su calidad de perito policial especialista en narcotráfico, también dejó claro que a esa droga solo tienen acceso los que tocan la cocaína que llega de origen. «El narcotráfico es un negocio criminal donde se busca obtener el máximo beneficio. Nunca llegaría a la calle, a la venta al menudeo, una cocaína de una pureza tan elevada porque perderían mucho dinero. La van adulterando conforme va bajando escalones en las organizaciones. La cortan con distintas sustancias mucho más baratas, como la cafeína u otras sustancias, prohibidas desde los años 70, que dan la falsa sensación de pureza porque producen un adormecimiento de los labios».

Las piedras de las víctimas

En cuanto a la textura –todas las víctimas supervivientes a encuentros con Jorge Ignacio P. J. describen que les metía a traición en los genitales cocaína en piedras como «habichuelas», «lentejas», o «aceitunas» y que llevaba «muchísima cocaína», casi siempre en «una bolsa grande, la había en polvo y en roca»–, el perito también fue claro. «La cocaína solo está en roca, apelmazada, cuando es de origen. Cuando llega, utilizan un cuchillo para romper uno de los paquetes y comprobar la pureza, y sale en roca. Con el cuchillo, puedes partirla, pero solo se convierte en polvo cuando la adulteran. Ni siquiera prensándola tiene esa dureza». ¿Y si se corta o raspa con un cuchillo? «Se convertiría en piedras más pequeñas», responde el especialista. Exactamente como la definen las víctimas.

Antes de este perito, desfilaron ante el tribunal del jurado los últimos diez testigos que quedaban, la mayoría de ellos propuestos por la defensa, entre ellos un vecino de Marta Calvo de la calle Rumbau de València con el que, según él, mantenía relaciones sexuales. «Éramos amigos y nos acostábamos de vez en cuando como cualquier amigo que puedas hacer en el colegio, por ejemplo», dijo, y agregó que la joven «tenía un problema con la cocaína». Fue la abogada del padre de Marta, Candela Estévez, quien, a la vista de sus respuestas, le inquirió si había pactado las respuestas con la defensa, a lo que el testigo respondió, como ya había dicho unos minutos antes de manera espontánea: «Lo que he hablado con la letrada es que me iba a pagar los gastos de venir al juicio».

También declaró el putero que pagó por mantener relaciones la noche del 6 de noviembre con Marta Calvo, justo antes de que quedara con el acusado, quien, a preguntas también de la defensa, que ayer trató de desacreditar la figura de la joven en todos los interrogatorios, respondió afirmativamente cuando la abogada le preguntó si ella consumió «5 ó 7 rayas de cocaína» esa noche. Sin embargo, cuando la fiscal repreguntó si podían ser «tres o cuatro rayas, o menos», también dijo que sí y que en realidad no lo recordaba muy bien.

Con quien perdió ayer los papeles el acusado, que incluso intervino ayer hablándole directamente a la jueza cuando se planteó la renuncia a dos guardias civiles que estaban citados, diciendo él mismo «no, esos ya vinieron, ya vinieron», fue con el hombre al que le endosó el Volkswagen Passat cuando ya sabía que la madre de Marta había ido a denunciarle por la desaparición de su hija y que sospechaba de él porque la chica le había mandado la ubicación de su casa.

«Qué buen lugar para un cadáver»

Este testigo, a quien entregó el Passat, contó al jurado que tenía «una relación comercial» con Jorge Ignacio P. J. porque «me conseguía cosas que yo no podía conseguir por mí mismo, como cinco gramitos de cocaína para un amigo mío» y, a cambio, él prestaba su nombre para figurar como titular del seguro de al menos dos coches del acusado, de quien dijo que «le gustaba aparentar» –su mujer declaró poco después que «le pidió una vez el Mercedes a mi marido porque había quedado con una chica»–, que «tenía ciertas dificultades para relacionarse con las mujeres», que «lo observé nervioso el día que me trajo el Passat, pero no le pregunté por qué, aunque me extrañó» o que «tenía fuertes arranques cuando se enfadaba, como arrancadas, de coger el móvil y tirarlo contra la pared». Fue ese comentario el que, precisamente, sacó de sus casillas a Jorge Ignacio P. J., que se encaró con el testigo mientras hacía fuertes aspavientos.

Este mismo testigo fue quien relató a la Guardia Civil, que, yendo en su coche, el Mercedes, desde Manuel a Gandia, Jorge Ignacio le comentó, al pasar por una casa en ruinas, «mira qué buen sitio para deshacerse de un cadáver». «Yo no había pasado en mi vida por ahí, pero él sí que conocía la carretera», añadió. Eso ocurrió en la primavera de 2019. Cuando supo de la muerte de Marta Calvo, se lo dijo a la Guardia Civil «por si acaso, pero no sirvió. ¡Ojalá hubiese servido!»..

En cuanto a la relación del acusado con su madre, explicó que «era muy buena, la llamaba todos los días. Si no hablaban en dos o tres días, eso a él le afectaba».