En verano, el Mediterráneo se convierte en una bomba de relojería, y muchos lo saben. La temperatura del mar aun por alcanzar los valores más altos del año ya está rozando los 29 ºC en muchas zonas del occidente, un valor que está por encima de la media. Pues bien, en este contexto cobran importancia las llamadas “lluvias cálidas” unos auténticos titanes silenciosos, ¿saben lo que son? Este tipo de lluvias son de difícil predicción ya que no se detectan con facilidad y pueden tener efectos adversos.

A diferencia de las nubes de tormenta convencionales, las masas nubosas ligadas a este fenómeno se encuentran a temperaturas superiores a 0 ºC, eso quiere decir que no suelen

contener cristales de hielo o agua sobreenfriada. En otras palabras, no intervienen procesos de fase de hielo. Generalmente sus topes son más bajos y no producen descargas eléctricas, pero pueden dejar precipitaciones persistentes y muy fuertes.

Al no tener granizo en su interior ni otro tipo de precipitación sólida estas nubes están formadas por gotitas en suspensión. Esto dificulta mucho su detección por radar ya que presentan reflectividades bajas. El borde superior rara vez supera los 4.000 metros y la mayor parte de la precipitación se produce en los primeros 2 kilómetros de la troposfera. Pese a ello, a veces pueden dar acumulaciones considerables en intervalos cortos de tiempo.

Este tipo de lluvias intensas tienen lugar a finales de verano y en otoño, puesto que requieren de una superficie del mar Mediterráneo más cálida, además de un flujo de viento persistente y de

sistemas meteorológicos favorables. Para que se hagan una idea, las nubes de tormenta comunes suelen alcanzar los 15 kilómetros de altura, pues bien, a estas no les hace falta más que la mitad de altura para inundar grandes zonas, tal y como sucedió en septiembre del 2008 en Sueca.