La última ola de calor se retira dejando tras de sí una España conmocionada tras las incesantes semanas de temperaturas extremas. Estamos traspuestos por los numerosos incendios que han calcinado cientos de miles de hectáreas, muchos de ellos aún humeantes, y sobre todo debido a la alta incidencia que ha tenido el calor en la salud. Se habla de muchísimos fallecidos en los informes que presentan datos aún preliminares, gran parte de ellos al agravarse afecciones previas y otros, simplemente, por estar en el lugar y en el momento inadecuados. Sobre esto último se viene hablando mucho desde el sábado, cuando un ”reventón seco” tiró abajo parte de la estructura del Medusa Sunbeach Festival alcanzando y matando a un joven de Daimiel.

En ese caso, el viento racheado y el episodio de calor estuvieron estrechamente ligados. La disposición de una depresión aislada en niveles altos al oeste de la Península favoreció la entrada de una masa de aire subtropical, con matices ciertamente dispares si, cuando sucedió la tragedia, hubiéramos hecho un corte vertical de la troposfera. Mientras en superficie había una masa de aire cálido y seco, un kilómetro y pico más arriba la humedad era suficiente para permitir el desarrollo de nubes convectivas. Esos cúmulos y cumulonimbos crecían ahí arriba en condiciones confortables, ajenos a lo que había más abajo, hacia donde se precipitaban sus gotas y granizos hasta esfumarse espontáneamente en un entorno casi sahariano. Tal evaporación y sublimación enfrió el aire que los envolvía, creando una masa que se desplomó al pesar más -cosas de la física- hasta chocar de forma virulenta contra el suelo. Ahí el viento se extendió de forma horizontal zarandeando todo a su paso.

Como bien alegó la AEMET, se trata de fenómenos difíciles de predecir con concreción pero no tanto si ampliamos miras. Desde jornadas atrás, los modelos pronosticaban esas rachas de viento intensas ligadas a las tormentas secas, puede que no tanto de noche o madrugada pero sí durante el día. Quizá se podía haber puesto avisos con brocha gorda, pero bueno, ahora es una reflexión de lo más ventajista. Lo que sí estaba más que claro era el calor extremo. La agencia decretó avisos naranjas y rojos por registros superiores a los 40 ºC, abarcando estos últimos, precisamente, la zona de Cullera. La cuestión que desde entonces me ronda la cabeza es cómo, con un aviso que constata un peligro extraordinario para la población, se pudo seguir adelante con este evento. Y no solo con “el Medusa”, también con carreras populares o partidos de menores corriendo en medio de un ambiente dantesco. Ojalá pronto nos los tomemos en serio. La realidad es que hay mucho trabajo por hacer.