Tres matrimonios de Bejís y sus hijos se han refugiado en una casa familiar de Jérica tras ser desalojados el martes de su localidad. «Solo nos dio tiempo de coger una muda y al conejo que tenemos por mascota. Fue todo muy rápido. Mi mujer lloraba, mis hijos lloraban… fue muy duro», cuenta Jesús Cortés, aún con el susto en el cuerpo.

Rosa Alcaide, Pilar y Amparo Cortés, Sonia Rodríguez, Francisco, Dafne y David Amoraga son algunas de las personas que lo acompañan en este extraño exilio forzoso a causa de un fuego que ha roto la calma y la paz de toda la comarca del Alto Palancia. «Me he despertado llorando a las 5.30 de la madrugada. No sé qué sorpresa me encontraré cuando podamos regresar», dice Rosa Alcaide con pesar y los ojos vidriosos, mientras algunos de sus amigos reconocen que salieron de casa «con lo puesto» y todavía no han tenido la oportunidad de cambiarse.

Ninguno de ellos ha podido continuar con su vida estos días. «Trabajamos todos en Bejís y la vida del pueblo se ha detenido por completo», afirman. «La alcaldesa se ha reunido hoy (por ayer) con técnicos y estamos a la espera de que nos digan cuándo podremos regresar, pero la verdad es que no sabemos nada aún. Algunos dicen que quizás esta noche y otros, que podemos tardar días todavía en pisar el pueblo», sostienen.

Una de las personas realojadas en esta casa de Jérica ha sido reclamada para trabajar como conductor ante la falta de chóferes para transportar las cubas que ayuden a sofocar el incendio. «Me tengo que ir inmediatamente a Castellón a por el vehículo y de ahí a Zaragoza para cargar el líquido retardante y volver hacia esta zona», explica.

2.000 carrascas truferas

Otro de los hombres que se han refugiado en la casa familiar de Jérica lamenta haber perdido por el incendio nada menos que 2.000 carrascas truferas. «No puedo creérmelo; con la ilusión y el trabajo que da, no solo el mantenimiento, sino también el entrenamiento de los perros para buscar la trufa», afirma.