Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Vecinos desalojados por el incendio de la Vall d'Ebo: "Por fin respiramos: Estamos en casa"

Coinciden en «la gran alegría» de volver a sus hogares, pero lamentan que los vecinos de más edad «ya no verán de nuevo estas montañas verdes»

Julia y Vicenta, dos de las primeras vecinas que regresaron ayer a Alcalà de la Jovada A. P. F.

Los 1.500 desalojados por el incendio de la Vall d’Ebo que ha arrasado 12.150 hectáreas de las montañas de la Marina Alta y el Comtat ya pudieron volver ayer a sus casas. Los primeros en hacerlo fueron los de la Vall de Gallinera. El miércoles por la noche se abrió la carretera y regresaron.

José, de 94 años, regresó a su casa de Benirrama A. P. F.

Todos volvían a sus hogares con un sentimiento ambivalente. Están exultantes por volver a casa y, al mismo tiempo, admiten que les asalta la tristeza cuando contemplan el paisaje calcinado.

José, de 78 años, fue uno de los cuatro vecinos que se negó a irse de Beniaia cuando desalojaron el pueblo A. P. F.

«Sobre todo para las personas mayores volver a sus casas es como si les tocara la lotería. Y todos preferimos comernos un trozo de botifarra en casa que un solomillo estando desalojados», afirmó Joaquín Mengual, vecino de Alcalà de la Jovada (la Vall d’Alcalà) y bombero forestal. Él ha luchado contra las llamas que han pasado por delante y por detrás de este precioso pueblo.

Mari Carmen barre una de las calles de Benialí, en la Vall de Gallinera. a.p.f.

«¡Qué ganas teníamos de volver a casa! Es una alegría inmensa», exclamó Vicenta, también de Alcalà y una de las primeras vecinas en regresar en la mañana de ayer al pueblo. «Nos desalojaron en 5 minutos. La Guardia Civil nos dijo que cogiéramos las medicinas y nos fuéramos. Fue todo muy rápido. Nosotros hemos estado en Muro. Y claro que sufres y te angustias. Pero lo importante es que no ha habido muertos y que tampoco ninguna casa ha ardido».

«Hemos respirado al volver a casa. Lo primero que he hecho es abrir las ventanas y ventilar. Todo olía a humo», añadió Julia, que también regresó a Alcalà nada más se abrió en la mañana de ayer la carretera desde Planes.

Vicenta y Julia coinciden en que quizás ellas ya no volverán a ver las montañas «tan bonitas como estaban». Lamentan que los vecinos de mayor edad se morirán «sin poder contemplar el paisaje otra vez verde».

A José Alemany Boronat, de 94 años, no lo habían desalojado de su casa de Benirrama (la Vall de Gallinera) en la vida. «Jamás. Eso de evacuar el pueblo no había ocurrido nunca. Volver es una alegría muy grande. Pero también es triste ver todo lo que se ha quemado. Yo no me hubiera ido de mi casa. Me hubiera encerrado y tenía comida. Metido en casa no corría peligro».

Mientras, Ariana López, también de Benirrama, destacó que la lluvia del miércoles fue «una bendición». «¡Qué maravilla cuando empezó a llover! Después de tanta angustia, todos sentimos en ese momento un gran alivio».

A Rosalía Alemany, que a los 14 años se fue a Barcelona y vuelve todos los veranos a su pueblo, Benirrama, le da rabia que no se haga caso «a los mayores». «Ellos lo dicen constantemente: hay que limpiar el monte. Sí, ya estoy tranquila porque he vuelto a casa, pero hay que escuchar a los vecinos de más edad del pueblo. Ellos saben lo que hay que hacer para que no haya incendios que causen tanta maldad».

Mari Carmen, de Benialí (la Vall de Gallinera), estaba con los desalojados el miércoles por la noche en el albergue de Pego. Acudieron el alcalde de Pego, Enrique Moll, y el de la Vall de Gallinera, Ignasi Mora, y anunciaron que estos vecinos podían volver ya a casa. «Empezamos a aplaudir y a saltar. Sentimos una emoción muy grande. Nosotros volvimos a las once de la noche. Caía un fuerte aguacero, pero daba igual. Estábamos locos por llegar a casa. Esta noche ya hemos dormido en nuestra cama y tapados con una manta».

Mari Carmen se llevó con ella el domingo, cuando se produjo el desalojo, a vecinos octogenarios que se resistían a marcharse del pueblo. «Les dije que en Pego tenía la casa de mi suegra y que allí íbamos a estar muy bien. Me costó convencerles. Es difícil que la gente mayor deje su casa y su pueblo».

Esta vecina destaca la solidaridad con los desalojados. «Todos los vecinos de Pego daban cubitos de hielo para que tuviésemos en el albergue. Mientras, los bomberos se han dejado la piel para apagar el fuego».

Las casas se han salvado del fuego. Los vecinos de la Vall de Gallinera y de la Vall d’Alcalà al regresar a sus pueblos también han ido a «pegar una mirada al bancal». En algunos casos no ha habido tanta suerte. «El fuego sí ha quemado algunos cerezos», han asegurado vecinos de Benialí.

Mientras, en Beniaia, un pequeño pueblo de la Vall d’Alcalà, los ánimos seguían ayer caldeados. Sandra, la alcaldesa pedánea, y su marido y su hijo, ambos Vicente, así como José, un vecino de 78 años, decidieron que no se iban, que se quedaban a luchar contra las llamas. Se evacuó el pueblo, pero ellos no se marcharon. Los vecinos que regresaban a sus casas les reconocían que habían salvado las casas de las llamas. «Hemos padecido mucho», afirmó José mientras mostraba las cenizas que delatan que el fuego se echó encima de las viviendas. «Luchamos contra el fuego con ramas. Nos dejaron abandonados. No vinieron a ayudarlos. Y logramos que las llamas no entraran al pueblo», afirma este vecino.

«Fue terrible. El fuego avanzaba muy rápido. Yo me metí entre las carrascas para combatirlo. Sabía que estos árboles aguantan las llamas. Los pinos sí que arden en seguida. Me escocían los ojos. Los otros vecinos que se quedaron abrieron cortafuegos alrededor del pueblo y también combatieron el fuego con ramas», relató.

Compartir el artículo

stats