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"Las familias que viven en habitaciones no son algo nuevo. Hace años había más"

Casa Caridad advierte de las consecuencias en el desarrollo de los menores en la escuela

Vivir en una habitación única es una realidad cada vez más habitual. | FERNANDO BUSTAMANTE

Las entidades sociales funcionan como termómetro de la realidad de la calle, y en Casa Caridad advierten de que una de cada cinco familias que son beneficiarias de sus escuelas infantiles viven en una sola habitación. «Hay desde familias monoparentales hasta matrimonios con cuatro niños», advierte Pablo Yániz, trabajador social de la entidad.

Ninguna de estas familias lo elige, todas se han visto obligadas. «Acceder a un piso de alquiler es algo cada vez más complicado, se ponen más y más exigencias, incluso alquilar una habitación con esa realidad no es fácil», remarca. A eso, añade que son espacios «súper estresantes para los niños pequeños porque tienen muy pocos metros. Las familias en esa situación tratan de pasar la mayor parte del día en el parque», asegura.

En esos espacios no hay lugar para estudiar, para jugar, y a veces ni siquiera casi para comer. Es el caso de Claudia, que hace un mes vivía en una habitación con sus cuatro niñas y su marido, por la cual pagaba 500 euros al mes. «La mujer que nos rentaba ni siquiera nos dejaba usar el resto de estancias de la casa y teníamos que comer con los platos en el suelo», cuenta Claudia mientras enseña algunas fotos de la minúscula habitación en la que vivían. Llegó un punto en el que, pese a tener una hija mayor, la casera «no me dejaba irme a trabajar y dejarlas solas, me dijo que me denunciaría y tuve que dejar el empleo», lamenta. Y se fue. Gracias a que su marido ha podido encontrar un empleo tienen un piso alquilado. Ahora tienen cocina y salón, pero el piso es tan pequeño que siguen durmiendo todos en una sola habitación.

El perfil de las familias en esta situación suele ser el de inmigrantes y, en muchos casos, monoparentales. Aunque como explica Yániz «que haya familias enteras viviendo en una habitación alquilada no es nuevo. Hace años teníamos más que ahora».

Para los niños, aunque sean pequeños, esto genera una inestabilidad vital tremenda. «Las familias están en un cuarto y no suelen durar mucho. Cambian cada pocos años de lugar, porque los caseros se quejan y tienen que ir de habitación en habitación con todas sus cosas a cuestas», explica. Aunque no todas, porque no todo cabe en un cuarto. Samuel tiene sus pertenencias repartidas en casas de amigos que se las guardan temporalmente, hasta que consiga sacar su vida a flote.

La falta de documentación, la imposibilidad de empadronarte en una vivienda que te están subarrendando y los requisitos draconianos para el acceso a la vivienda son muros casi infranqueables para muchas personas migrantes que han llegado recientemente a España y quieren construir poco a poco una vida. «Tenemos a muchas personas que cobran en torno a mil euros de la Renta Valenciana de Inclusión o el Ingreso Mínimo Vital que ven cómo les rechazan en todos los pisos que quieren alquilar. Los caseros no quieren aceptar esos ingresos, aunque deberían porque son ingresos estables que no van a perder de un día para otro», asegura Pablo Yániz.

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