Tras el fuego, el peor escenario posible son las lluvias torrenciales. Las trombas de agua erosionan los terrenos devastados por las llamas que ya sin vegetación quedan abocados a la desertización. Ese el gran temor de los expertos. Es lo que está ocurriendo en la zona de Bejís, donde en agosto se quemaron unas 19.000 hectáreas. El río Palancia baja ahora de color gris tras las intensas precipitaciones caídas este jueves en la provincia de Castellón, donde localidades como Betxí y Artana registraron hasta 56 litros por metro.

Chapapote de monte

Greenpeace alertaba hace una semana de la situación. No solo por lo que implica para la biodiversidad de las zonas calcinadas, sino por la contaminación que comporta el arrastre de las cenizas. La organización ecologista considera fundamental tomar las precauciones necesarias para evitar que se produzca la contaminación de las aguas de los ríos el conocido como “chapapote de monte”. Este problema provocado en los montes calcinados ha sido observado ya en zonas del interior de la provincia de Ourense, alertaba el colectivo ambientalista.