Cerramos el año hidrológico 2021-22 bajo el signo de la sequía. Con matices regionales, eso si. La situación es grave en el sur peninsular y lo va siendo ya en el resto de cuencas hidrográficas, salvo en el Cantábrico y el área pirenaica. Llevamos quince meses de sequía. Desde el otoño del año pasado. Y las previsiones estacionales de precipitación indican el mantenimiento de las condiciones de precipitaciones por debajo de lo normal en toda España. Siempre con la salvedad de que en el área mediterránea cualquier ligera inestabilidad atmosférica puede suponer el registro de más de 100 litros en apenas una hora. Lluvias, eso sí, poco aprovechables a los efectos de disminución del riesgo de sequía. La situación de sequía que estamos viviendo es importante por varios motivos: porque va a permitir calibrar la evolución de la dinámica atmosférica en nuestras latitudes en condiciones de cambio climático. Hasta ahora lo que había ocurrido desde 2010 es que los episodios de sequía vividos en nuestro país eran intensos pero cortos. Apenas seis u ocho meses que ponían en jaque los sistemas de abastecimiento de agua, especialmente en el campo. Pero en esta secuencia llevamos ya más de un año con lluvias por debajo de lo normal. Y esto parece contradecir las tesis que señalan que la atmósfera en el hemisferio norte se mueve más enérgicamente (ondulaciones de la corriente en chorro) por la necesidad de autorregulación térmica del balance energético terrestre. Y es importante porque, una vez más, nos vamos a dar cuenta de que nuestro país no está preparado para afrontar una sequía larga, como apunta la actual. Y veremos a partir de 2023, frecuentes cortes de agua en núcleos urbanos importantes. Porque las sequías se solucionan en los años de abundancia de lluvia. Ahora ya es tarde. Tan solo quedan las medidas de emergencia que a partir de ahora se sucederán como dramática estantigua. Lo primero es importante para modelizar el clima de las próximas décadas; lo segundo para agilizar, estimo, la elaboración de una nueva estrategia nacional de agua bajo el escenario ya evidente de cambio climático acelerado. Lo primero es terreno de la ciencia; lo segundo, de la política.