En consonancia con la media española, un 6% de la población valenciana sufre algún tipo de fobia, ese miedo irracional extremo que nos hace entrar en pánico y sentirnos diminutos. Nos limitan hasta el extremo, en ocasiones, de desear la muerte. Las fobias a a los espacios abiertos (agorafobia), a conducir (amaxofobia), a las relaciones sociales (fobia social) y a volar (aerofobia) encabezan las lista de los miedos irracionales más habituales en las consultas valencianas, según los expertos consultados por Levante-EMV. Los patrones son muy variados porque las fobias aparecen sin aviso. Un día, de repente, se activa un click en el cerebro que se vuelve automático cada vez que se repite esa situación. Puede ser en una reunión, al subirse a un avión o al aparecer en una plaza. «En un momento dado se produce un condicionamiento que provoca un ataque de ansiedad y que a partir de ese momento asociamos con un determinada situación» explica Soberana Sáez , psicóloga Soberana Sáez, del Instituto Somos de Valencia.

Amaxofobia (miedo a conducir)

La amaxofobia, el miedo irracional a conducir, está en aumento. «En cada paciente es un mundo. Hay quien no puede coger el coche y quien lo coge solo por ciudad y no por carretera, o por el día por la noche, o solo para ir y volver del trabajo. En la agorafobia, por ejemplo, hay quien sale de casa solo con medicación», explica Marta Marín, de Mariva Psicólogos. Afrontar con medicación una situación que nos provoca fobia es una conducta de seguridad. No vale para curarse. Para eso, aseguran los expertos, «es necesaria la exposición. Afrontar las situaciones cara a cara. Con herramientas, pero afrontando».

Agorafobia (miedo a espacios abiertos o que producen inseguridad)

La agorafobia, explican desde Mariva Psicólogos, no está limitado únicamente extremo a los espacios abiertos. «Es más bien el miedo a los espacios donde el que lo sufre se siente desprotegido, porque piensa que no puede tener la ayuda que necesita en caso de sufrir un ataque de pánico. Puede ser en el transporte publico, en la peluquería, un centro comercial o una plaza. ¿Por qué? Porque esa persona sufrió un ataque de pánico en ese lugar y ya se queda asociado. La agorafobia es de las fobias más habituales», explica Marta Marín.

El perfil del agorafóbico «es el de una persona joven, con problemas de autoestima, de habilidades sociales y de inseguridad en general. Además, algunos presentan otras fobias», matiza Sara Meca, directora de la clínica de psicología Sin Adicciones.

Aerofobia (miedo a volar)

Quienes padecen fobias hablan de sudores fríos, temblores, dolor de cabeza, pensamientos negativos reiterados, punzadas en el estómago y un ritmo cardíaco acelerado. Quien tiene miedo extremo a volar o aerofobia conoce perfectamente estos síntomas. Aunque hay personas que sufren un temor extremo a subirse a un avión, lo cierto es que solo un reducido número de personas lo hace sin ninguna preocupación. La aerofobia figura entre las cuatro con más presencia en los divanes. «Se trata de un un miedo muy abrumador a subirse a un avión. Durante un vuelo te asustas por una turbulencia y tu cerebro, en una milésima de segundo, te dice que el avión se va a caer. Entonces se activa todo ese mecanismo de sensaciones, se disparan dos neurotransmisores muy potentes como la adrenalina y la noradrenalina y, además, como no puedes salir del avión, te pones más nervioso. Esa sensación de ahogo es porque sube el oxígeno y baja el dióxido de carbono, entonces hay descompensación que produce un mareo real», describe Soberana Sáez.

Fobia social (miedo a ser juzgado)

A los pacientes con fobia social les importa mucho lo que piensen los demás de ellos. Tienen miedo extremo a ser juzgados. «Con la pandemia hemos observado que hay más gente con problemas en las relaciones sociales, aunque en la mayoría de esos casos no llegan a ser fobias, pero sí provocan ansiedad», explica Sara Meca. «Cualquier interacción social provoca pánico, como puede ser hablar hablar en público, con el vecino o con un desconocido, pues al paciente le produce un temor excesivo que se les note que se ponen nerviosos. Es muy frecuente», añade Marta Marín.

El tratamiento, como en todas las fobias, es la terapia cognitivo-conductual y la exposición. « Trabajamos en desanclar los anclajes que ha fabricado el cerebro. Lo que hacemos identificar esa la mala interpretación y disociar. Lo hacemos imaginando situaciones o con gafas virtuales para ponerse en contexto», explican las psicólogas. «En la aerofobia hay que empezar desde que uno sale de casa y coge el taxi, hasta el embarque», detalla Marta Marín.

Ligirofobia o fonofobia (miedo a los ruidos fuertes y a los petardos)

La fobia a los ruidos fuertes tiene especial presencia en la Comunitat Valenciana. Bien lo saben los expertos. «Es una fobia que está muy escondida, ya que a la gente le da vergüenza, pero existe mucho. Muchos valencianos se escapan en Fallas por este problema. He tenido pacientes que, desasociando, han tirado después un masclet de los grande», explican desde el centro Somos Valencia. La ligirofobia o fonobia es el miedo irracional a los sonidos extridentes, como los petardos. Sí, existe la fobia a los petardos.

Fobia de impulsión (miedo a hacer daño a un ser querido)

En la lista de fobias que más progresan en las consultas valencianas está ahora una gran desconocida. «La fobia de impulsión está menos estudiada, pero cada vez la vemos más. Todas vienen desde la ansiedad, pero esta especialmente, ya que el paciente entra en un círculo vicioso que le genera pánico el volverse loco, miedo a perder el control y a hacer daño a sus hijos u otras personas muy cercanas. Personas que se asustan de su propio pensamiento, pero que en realidad es un problema de ansiedad», afirma Marta Marín. Ese miedo a hacer daño suele ser, habitualmente, a un hijo e incluso a los padres.

Los miedos más extraños

Existen hasta 470 tipos de fobias tipificadas. Todas son fáciles de diagnosticar y la mayoría son curables. Una de cada veinte personas, aproximadamente, padece una fobia a lo largo de su vida. Lo que significa que no es tan infrecuente tener miedos patológicos y que cualquiera puede sentirse unbicho raro. Un dato: tener una fobia aumenta en un 50% la posibilidad de tener otra. A veces los miedos patológicos desaparecen y son sustituidos por otros diferentes.

Entre los terrores obsesivos más extraños se encuentran, por ejemplo, la tripofobia o el pavor a los agujeros, y la crematofobia o pánico al dinero. Hexakosioihexekontahexafobia es el miedo al número 666, el cual está vinculado al diablo. Ronald Reagan, el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos, sufría esta fobia de nombre impronunciable. La somnifobia es un temor excesivo al acto de dormir y, la fobofobia, es el miedo al propio miedo. Los pacientes con erotofobia tienen miedo y rechazo al sexo.

Las personas que sufren xantofobia tienen pavor al color amarillo. Los que padecen  hipopotomonstrosesquipedaliofobia sienten horror al pronunciar palabras largas o vocablos complejos. Los eufobos están constantemente preocupados por recibir buenas noticias y los ergófobos temen acudir a su puesto de trabajo. La courolfobia es el miedo a los payasos. La filofobia es el miedo a enamorarse después de una ruptura traumática, mientras que la macrofobia es el terror a las grandes colas. La uranofobia es el miedo al cielo, pero no al cielo físico, sino al cielo entendido como paraíso. Es el temor a subir al cielo después de morir, no apto para creyentes.