Este sábado, el alcalde de Náquera, Damián Ibáñez, hizo referencia en sus redes sociales a un notable episodio de lluvias torrenciales que afectó a la Calderona y al resto de la cuenca del río Palancia el 8 de octubre de 1990. Este fin de semana se cumplieron, por tanto, 32 años de aquel diluvio que se saldó con dos fallecidos en la localidad valenciana de Quartell, sorprendidos por una avenida de agua y lodo en su Renault 18, además de importantes daños en la agricultura y en numerosas infraestructuras. El tráfico ferroviario entre Valencia y Aragón quedó interrumpido por las aguas embravecidas que, rabiosamente atronadoras, descendían por las barranqueras de limos parduzcos camino del Palancia u otros cursos fluviales, como el barranco de Náquera.

 

El regidor naquerano citó la aparente tranquilidad en la que amaneció el pueblo aquella jornada, horas antes de que las nubes crecieran y se arremolinaran en torno a una pequeña DANA que llegó desde la vertical del golfo de Vizcaya. El día del aguacero ese embolsamiento ya estaba sobre Aragón, de tal modo que las sierras de la mitad norte de la Comunidad Valenciana quedaron en el disparadero al estar en el flanco oriental de la depresión, el más inestable, y además recibir el aporte húmedo del viento de levante. Según recordó Ibáñez, cayó la noche y con ella una manta de agua que descargó cerca de 240 litros por metro cuadrado en apenas una hora y media. Así el barranco que transcurre por la localidad, habitualmente seco, despertó de su letargo mostrando un caudal extraordinario al que no le bastó su cauce convencional y tomó el singular, aquel que ocupan una primera hilera de casas y múltiples vehículos que fueron arrastrados.

 

Hoy tenemos una nueva DANA al suroeste de la península, con una envergadura parecida a la de 1990 pero más distante, algo que no le eximió ayer de dejar tormentas muy intensas y hoy otras tantas, que podrían acabar produciendo inundaciones locales en algunos puntos litorales del golfo de Valencia. Las efemérides de este mes están manchadas de barro y es que, aunque las lluvias intensas pueden producirse en cualquier momento del año, es en estas fechas cuando encuentran un ecosistema ideal para prodigarse. Los fantasmas del pasado advierten: ahora el tamaño -de las depresiones, ¡claro!- no importa.