Un buzo del batallón valenciano de la Unidad Militar de Emergencias entra con los ojos tapados dentro de una piscina, con todo el equipo de buceo. Lo hace así porque, en inundaciones, para reflotar víctimas de sus vehículos, las condiciones de visibilidad son mínimas. Un compañero de su equipo lo guía con tecnología punta desde la superficie durante una simulación que, vista desde fuera, es tensa por lo que puede suponer en la vida real: podría suceder cualquiera de estos días. Finalmente, alcanza su objetivo. Este entrenamiento es el que repiten durante esta temporada los militares de la UME por si el resto de unidades de emergencia deciden solicitar su ayuda. La temporada de danas está plenamente activa, la semana pasada fue compleja en diversos puntos de la Comunitat Valenciana y la UME tiene que estar lista para salir en cualquier momento de su base en Bétera.

Apenas ha pasado un verano complicado en cuanto a incendios, otro de los escenarios que entrenan en sus instalaciones. Pero los 500 efectivos de la UME en la C. Valenciana, que también dan servicio a Murcia y Baleares, no descansan. Durante todo el año también se practican situaciones límite: búsqueda de víctimas sepultadas entre derrumbes y escombros -con los perros desarrollando una labor vital-, rescate de personas perdidas en los montes y en los ríos... La lista de hipotéticos escenarios es larga.

365 días al año

"La UME trabaja 365 días al año para dar respuesta inmediata. Estamos en plena campaña de inundaciones viendo cómo trabajan para prepararse para cualquier acontecimiento adverso", dice en declaraciones a los medios la delegada del Gobierno en la C. Valenciana, Pilar Bernabé, durante una visita a los adiestramientos de la UME. En el recuerdo de todos están las gravísimas inundaciones de la Vega Baja que azotaron localidades como Orihuela el pasado 2019.

Simulacro de rescate de una persona en un vagón de tren. Daniel Tortajada

En la UME, desde donde insisten que antes de que lleguen ellos trabajan todos los servicios de emergencia previos, trabajan para que inundaciones así no se paguen con más vidas humanas. Los miembros de la unidad cuentan que, por delante de todo, su meta es rescatar a la persona en peligro.

Además de en la Vega Baja, este Tercer Batallón de la UME también ha participado en desastres como el terremoto de Lorca (Murcia) en 2011, los incendios forestales de este verano en Bejís y Vall d'Ebo y los históricos fuegos que asolaron decenas de miles de hectáreas en Andilla y Cortes de Pallás en 2012.

En tiempos de cambio climático, el teniente coronel Jorge Mariano Pérez, jefe del Tercer Batallón de la UME, expresa que los incendios "efectivamente ahora son de mayor magnitud". Él, sin embargo, no nombra el cambio climático sino que habla de "ciclos". Pérez lamenta el poco "uso del suelo" que hace que se propaguen los denominados "incendios de sexta generación", algo que los expertos en medio rural han señalado este verano, para finalmente sí hacer mención a "las temperaturas".

Un buzo de la UME practica un rescate subacuático. Daniel Tortajada

De cualquier manera, Pérez recalca que ante posibles emergencias más virulentas, su batallón siempre debe estar listo para dar lo mejor de sí. "En cuanto a la preparación siempre damos el 120 % porque es nuestro trabajo", dice el militar al ser cuestionado por si las catástrofes agravadas les hacen mejorar sus técnicas.

Los pelotones y escuadrones de la UME utilizan botes de humo para sus maniobras de incendios. "Simulan lo que surgiría de una llama. Se elige una zona y desplegamos autobombas con personal, tendido de manguera para practicar el ataque directo al fuego", comenta un veterano militar, que explica que hasta el momento "no hay capacidad para simular la realidad" en un incendio, entre otras cosas debido a la virulencia de las llamas, el calor que desprenden y la intensidad del viento.

Estrategia en los derrumbes

Las emergencias, muchas veces, no entienden de estaciones. Sí que es cierto que en invierno se practican más los simulacros relacionados con nevadas, pero cualquier día puede haber un derrumbe en un edificio.

El grupo de la UME tiene todo un entramado que simula un bloque de viviendas derrumbado en uno de los sectores de la base. Junto a él, hay un par de vagones desguazados de Metrovalencia. Los militares explican que cada vez que practican van cambiando la posición del simulacro, como un puzle, para que el desafío se mantenga vivo. "¡Equipo de rescate, grite si me escucha!", repite el líder del equipo mientras camina sobre los escombros. Nadie responde, señal de que la víctima puede haber perdido el conocimiento o haber fallecido. Entonces, otro miembro suelta al perro de la unidad, de reluciente pelaje negro. "Son nuestro principal aliado. El perro siempre nos da un indicio muy válido de por dónde empezar", cuenta un militar. El can olfatea y camina durante unos segundos hasta que al fin se para y comienza a ladrar. El resto del equipo vuelve, ahora sí, al lugar donde está la víctima, hacen un corte en la piedra con una motosierra, con precisión casi milimétrica, mientras alguien del grupo monitoriza a la persona atrapada y la mantiene calmada. Es un simulacro más, pero quizá mañana -ojalá que no- les toque emplear esas mismas técnicas fuera del campo de entrenamiento.

La delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, a la izquierda, mientras un miembro de la UME maneja un dron. Daniel Tortajada