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Enrique Benavent: "Impulsar el valenciano es una necesidad sentida tanto por la sociedad como por la Iglesia"

Enrique Benavent afronta "con ilusión pero sin fantasías" el mandato de conducir el Arzobispado de Valencia, donde dice que de momento no hará "cambios radicales" en su estructura de gobierno

Enrique Benavent Vidal (Quatretonda, 1959) en el Palacio Episcopal de Tortosa Miguel Angel Montesinos

Nuevo arzobispo de Valencia. Enrique Benavent sucederá al cardenal Antonio Cañizares el 10 de diciembre al frente de la Seu con varios retos, entre ellos abordar la asignatura pendiente del uso de la lengua autóctona en las celebraciones. Frenar la caída de las vocaciones, el encaje del mensaje cristiano en una sociedad diversa y cambiante o tender puentes con las instituciones son otros frentes. Y no menores.

Enrique Benavent Vidal (Quatretonda, 1959) recibe al periódico Levante-EMV en el Palacio Episcopal de Tortosa en una jornada maratoniana con los medios de comunicación. No pierde pese a ello la sonrisa, ni el sentido del humor. De talante afable y dialogante, el nuevo arzobispo de Valencia quiere una Iglesia cercana, que sirva a la ciudadanía en general. Ávido lector de biografías y novela histórica, amante de los oratorios de Johann Sebastian Bach y el repertorio religioso de César Franck, afronta con enorme responsabilidad el regreso a casa para dirigir la diócesis en la que creció y se formó.

En el saludo que envió el día de su nombramiento apelaba a la unidad de la Iglesia. ¿Se refería al clero valenciano? ¿A la unión entre el sector más progresista y el ultraconservador?

No me refería a nada directamente sino a que muchas veces, como en toda familia, también hay diferencias en la manera de afrontar o valorar ciertas cosas. Hay sensibilidades distintas en la Iglesia. Siempre ha habido un pluralismo, pero lo que a los cristianos nos une, que es nuestra fe y el amor a Jesucristo, debe de ser más fuerte. Las diferencias, que pueden ser desde políticas a manera de valorar o de pensar sobre ciertos temas, no pueden romper la comunión entre nosotros.

¿Usted es más progresista?

Creo que eso son calificaciones que no las tengo que hacer yo. Hace días recibí este mensaje de un amigo mío de Valencia: «Por aquí dicen que eres un conservador moderado» (se ríe). Bueno, pienso que soy un creyente que intenta ver las cosas desde una óptica cristiana. En algunas cosas para unos seré progresista y para otros conservador. Y en otras, lo contrario.

En el Palacio Arzobispal detecté el lunes expectación y un indisimulado deseo de renovación.

Siempre que hay un cambio entra un poco de aire fresco pero en lo fundamental, que es el mensaje y la dedicación a la Iglesia, creo que no hay diferencias sustanciales entre lo que puede hacer un obispo y otro. Y después están las formas o la manera de hacer. Cada obispo tiene la suya. Yo tampoco soy igual que el que me precedió aquí. Y el que venga tampoco lo será. Intentaré acercarme a las personas, pero don Antonio también lo ha hecho.

Con todos los respetos al cardenal Cañizares, usted parece estar en las antípodas.

¿Por? Por lo que he tratado con él me parece una persona sencilla.

Me refiero, por ejemplo, a sus manifestaciones públicas. En una de sus últimas cartas semanales arremetía directamente contra la ministra Irene Montero, o llegaba a espetar «¡que se vayan!» refiriéndose al gobierno actual.

Esos comentarios tan concretos nunca los he hecho. Sí que hay veces que los obispos tenemos que hablar de cuestiones que tienen que ver con la doctrina social de la Iglesia y cuando hablas de esos temas, pues tienen implicaciones políticas. Eso es cierto y no se puede negar. Pero la concreción política de los principios morales la tiene que hacer cada uno de los cristianos personalmente.

¿Ya no leeremos ni escucharemos nombres propios pues?

Intentaré que no. Llevo nueve años y medio escribiendo cartas semanales, también en el periódico Mediterráneo de Castellón, y no lo he hecho nunca.

El nuevo arzobispo de València durante la entrevista en el Palacio Episcopal de Tortosa Miguel Angel Montesinos

¿Qué piensa sobre los mandatarios políticos que no participan de celebraciones religiosas en días señalados como el 9 d'Octubre, como es el caso del alcalde Joan Ribó?

Bueno, pues están en su libertad de hacerlo o no. Cuando un político toma una decisión de ese tipo lo hace desde su libertad y la libertad de las instituciones. Es como si la Iglesia no quiere participar como tal en ciertas actividades civiles. Cada uno tiene que asumir las consecuencias que tienen sus actos. A algunos les gustará más, a otros menos. Un respeto institucional es bueno. Aquí en Tortosa, por ejemplo, el día de la fiesta mayor prácticamente vienen todos los representantes de la ciudad. ¿Por qué? Porque es una fiesta que forma parte de la fe de la Iglesia, pero también de la historia, de la cultura de la ciudad.

¿Tratará de llevarse al alcalde a su terreno?

Intentaré dialogar con él y en lo que sea común y en lo que podamos hacer para el bien de la ciudad nos pondremos al servicio, pero no de ningún partido político, sino de la ciudad y de la ciudadanía desde nuestros principios.

El gobierno local de València, con Compromís y PSPV, ha intentado que los locales no de culto paguen también el Impuesto de Bienes Inmuebles.

La Iglesia está exenta en algunas tasas por la Ley de Mecenazgo o por los Acuerdos de la Santa Sede con el Estado pero también lo están otras instituciones sociales. Si dejan de estar en vigor esas excepciones cumpliremos la ley, pero tampoco nos gustaría una discriminación negativa y que otros estén exentos y la Iglesia, por serlo, no lo esté.

Usted ha vivido todo el tema del procés, pero dice que en sus templos no lo ha detectado.

La Iglesia debe respetar las opciones políticas de cada persona. Aquí tuvimos ese momento, que fue delicado para la vida de la Iglesia y la vida social. Esta diócesis tiene además un factor que hacía que se agudizara porque hay cuarenta parroquias que no son catalanas. Por tanto, había que intentar mantener una unidad y que no se rompiera por este tema político. Yo creo que gracias a Dios lo conseguimos. Por ahí va cuando yo hago esta reflexión de que las diferencias que pueda haber entre nosotros no acaben convirtiéndose en divisiones dentro de la Iglesia. Aquí el procés no afectó para nada a los actos institucionales o los encuentros diocesanos, donde viene gente de Benicarló, de Vinaròs, pero también de la Ribera de l’Ebre, de la Terra Alta.

¿Hay buena sintonía con el president Ximo Puig?

Alguna vez hemos coincidido en el Palau de la Generalitat y otras en Morella, porque es un pueblo que forma parte de la diócesis de Tortosa. Hemos tenido varios encuentros, sí, y ahora he recibido una felicitación suya.

¿Ha pensado ya en una nueva estructura de gobierno para el arzobispado de Valencia?

No he tenido tiempo para eso. Yo no hago modificaciones hasta que no tengo la convicción de que servirán para mejorar la situación. Si hay que hacer cambios en la estructura o de personas, todos los hacemos, pero por una motivación. No tengo previsto hacer cambios radicales. Cuando uno va a una diócesis tiene que pensar que la vida allí no comienza con él y voy a una que tiene muchos siglos de historia con muchas personas entregándose a ella. No voy a hacer mi Iglesia, sino a caminar con ellos. Las decisiones de gobierno las tomo cuando considero que son buenas para la Iglesia.

La Academia Valenciana de la Lengua ya tradujo en 2002 el misal romano, pero se quedó en un cajón. Ni lo puso en marcha Carlos Osoro, ni tampoco Cañizares.

Hay varias propuestas, no solo de la Academia Valenciana de la Lengua, pero ya hay misas en valenciano. Ciertamente no es una cosa masiva, es muy minoritaria, pero a nadie se le ha prohibido nunca que celebre en la lengua autóctona. Yo creo que el cardenal Cañizares ha hecho un gesto que es una pequeña luz que se ha extendido y que sin él no hubiera sido posible, la misa en À Punt todos los domingos.

Las manos de Enrique Benavent Miguel Angel Montesinos

¿Pero usted está por la labor de impulsar su uso?

Yo creo que es necesario, pero no solo yo. Los dos últimos sínodos de la diócesis de Valencia, con Miguel Roca Cabanellas y el propio Cañizares ya lo piden. Veo que es una necesidad sentida tanto por la sociedad como por la Iglesia y por tanto hay que ver si se nos deja afrontar ese reto en paz... Estoy convencido de que si no se ha resuelto no ha sido por la Iglesia. El valenciano se da en todas las etapas de la educación y los seminaristas lo han estudiado. El problema no es el desconocimiento, es a veces el uso social de la lengua y la Iglesia lo sufre. Este es un tema donde han de entrar asesores, expertos lingüísticos, escrituristas, teólogos y los obispos de las diócesis del territorio.

La caída de las vocaciones es un problema grave.

En Valencia todavía hay un grupo bastante grande, porque creo que este año son alrededor de cincuenta. Pero no son los que la diócesis necesita. Hay que promover espacios de vida cristiana y de oración donde los jóvenes puedan escuchar la llamada del sacerdocio. En esta sociedad y en este ambiente en el que nos encontramos difícilmente un joven se planteará ese camino sin una experiencia de fe.

¿Y no está la curia un poco alejada de la realidad social?

No creo. Ahora, no sé si es que la Iglesia está alejada de la realidad social o esta última se ha alejado del mensaje cristiano. Tenemos que buscar puentes de diálogo y la manera de ver cómo transmitimos ese mensaje de forma que resulte comprensible y razonable para la sociedad de este mundo.

¿Qué me dice usted de la sociedad en la que vivimos? La nuestra es muy diversa. Hay homosexuales que se casan, mujeres que tienen hijos solas y fuera del matrimonio...

Sí, sí, sí. Ha cambiado totalmente.

¿Qué tiene que hacer la Iglesia con esa pluralidad?

Ayudar a cada persona en su situación a que viva cristianamente. Ese el reto que tenemos.

Cañizares hablaba del imperio gay, por ejemplo. Es difícil que la gente se acerque a las parroquias con estos discursos ¿no?

Yo creo que hay que ayudar a cada persona para que desde su situación se plantee como puede vivir cristianamente de la mejor manera posible.

Usted abre los brazos a todo el mundo, sea como sea.

Hay que ser acogedores de las personas, lo cual no significa estar de acuerdo con todo lo que piensan, viven o dicen. El hecho de que haya una diferencia con lo que una persona vive o piensa no significa una condena personal. Es lo que el Papa también intenta hacer.

El salto a la Seo Valencia es grande.

Cuando uno va a una diócesis que no conoce siente el peso de la responsabilidad, pero cuando va a una ya conocida y donde le conocen el peso de la responsabilidad es mayor. La ilusión no me debe llevar a un mundo de fantasías y no me tiene que quitar el temor, el deseo, la responsabilidad de intentar hacerlo lo mejor posible.

Benavent en el Palacio Episcopal de Tortosa Miguel Angel Montesinos

¿Todo cura sueña con ser Papa?

Yo creo que ningún sacerdote sueña con eso, ni con ser obispo. Si alguien ha entrado al seminario con esa idea nunca será feliz. Uno tiene que ir con el deseo de servir a las personas. La ambición y la lógica mundana, que el Papa Francisco denuncia, no son propias de la Iglesia.

¿Por qué la religión ha de estar en las escuelas públicas?

Tiene sus contenidos teológicos, pero también es generadora de cultura. Eliminarla de los programas educativos o dificultarla no es bueno para la sociedad ni para las personas. No se puede imponer, pero para aquellos que lo deseen se debe valorar y ofrecer dignamente. Eso sería lo ideal.

Las diócesis han impulsado la oficinas de atención a las posibles víctimas de abusos. ¿Cómo van las investigaciones?

Aquí en Tortosa, gracias a Dios, no hemos tenido ningún trabajo, de lo cual yo me alegro mucho. Yo creo que la Iglesia en este tema está dando pasos para evitar ciertos comportamientos del pasado, donde más o menos no se le daba la importancia al tema. Nadie comprende, ni a ningún obispo se le ocurre ahora encubrir a nadie. Se ha terminado.

Su hermano Rafael fue alcalde de Quatretonda por el Bloc y su sobrina Aina es ahora alcaldesa por Compromís. La sobremesa estará animada, ¿no?

En mi familia las diferencias no llegan a convertirse en divisiones.

Viene preparado de casa ya.

Risas. Hay buena relación con la gente de la parroquia, hablamos de cosas familiares y en los temas políticos nos respetamos.

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