Conocíamos la anorexia y la vigorexia, dos trastornos relacionados con la imagen. Adolescentes que apenas comen para estar (extremadamente) delgadas o, por el contrario, que esculpen su cuerpo con obsesión para exhibirlo fuer- te y fibroso en las redes sociales. Vinieron los teléfonos móviles y las redes sociales y apareció otro trastorno basado en nuestra estética. Y tuvo que venir el marketing y Estados Unidos, como suele ser habitual, a ponerle un nombre más comercial: ‘disformia del selfie o del snapchat’. El término se acuña, desde no hace más de cinco años, a quienes sufren una alteración o una distorsión de su propia imagen. A quienes se obsesionan por ser tan ‘guapos’ como su selfi perfecto y, en ocasiones, recurren a la cirugía plástica para lograrlo. Algo parecido a la obsesión por los jóvenes japoneses en occidentalizar su rostro, pero en otra órbita.

En realidad, la dismorfofobia existe desde el siglo XIX, pero la tecnología lo ha disparado. Nunca ha sido fácil ser joven y ahora menos. A todos los cambios que se producen en la transición a la edad adulta se suma la cultura de la inmediatez. De Instagram, Tik Tok, ‘likes’y emoticonos sonrientes. Por si fuera poco, llegó una pandemia para dificultar más esa necesidad de socialización, en la que la aceptación de los demás, a esa edad, parece un asunto de vida o muerte.

La dismorfia del selfi es, en realidad, una nueva modalidad de la dismorfia corporal, que se caracteriza por la percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo. Quienes lo sufren ven o creen ver defectos en su físico. El uso de los filtros fotográficos, combinado con un exceso de selfis, aumenta el riesgo de sufrirlo. Hay chicas -la mayoría de afectados son mujeres- que acuden al cirujano plástico para moldear su rostro y parecerse a su selfi. «Vivimos en una cultura de la imagen, que es más importante en los jóvenes, que en ese momento están formando la personalidad. Se le da una importancia tremenda a la imagen. Desde las redes sociales exponen cuerpos perfectos y, aparte de esa parte estética, se expone una felicidad que en ocasiones es falsa. Y las personas que tienen esos cuerpos maravillosos, o que no tienen esas casas perfectas, se sienten infelices», explica Consuelo Tomás, directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones no Tóxicas .

Hay casos famosos de dismorfia corporal, como Michael Jackson. Ahora queremos pare- cernos a nuestra foto con filtros.

«Los de las redes y selfis es un claro trastorno dismórfico corporal. La valoración de la persona de- pende de la opinión los demás, de los likes y los comentarios. Se producen comportamientos histriónicos y narcisistas. Vivimos en una sociedad en la que el aspecto físico se ha convertido en algo muy importante y los cánones de belleza son muy exigentes. Nuestra valoración tiene que depender de nosotros mismos», afirma la psicóloga clínica.

Cuando esos complejos se llevan al extremo y afectan a la funcionalidad nos encontramos ante un trastorno. «Por una parte, nos encontramos con la anorexia, un trastorno alimentario en aquellas personas que quieren perder peso a costa de lo que sea, y por otra, la vigorexia, una anorexia inversa, un trastorno que consiste en pre- tender un cuerpo muy muscula- do, escultural, un cuerpo 10, y eso genera problemas psicológicos muy importantes. Llegan a poner en riesgo su salud consumiendo esteroides o anabolizantes, y en pleno desarrollo se hacen operaciones de estética. Y las familias, con tal de ver a sus hijas felices, lo están consintiendo. Con tal de tener un cuerpo perfecto, entran en la industria de la cosmética y consumen muchas horas de gimnasio. Eso no es salud. Publican fotos provocativas y viven pendientes de los likes. Y quienes no tienen esos cuerpos perfectos les hace daño a nivel emocional; se sienten ansiosas, deprimidas», explica Consuelo Tomás, que considera que la dismorfia corporal tiene una consideración diagnóstica propia, separada de la anorexia y la vigorexia. Como en la dismorfia, aparecen ideas delirantes de que los demás están pendientes de nuestros defectos.