El próximo fin de semana, como cada octubre, las tres de la madrugada del domingo pasarán a ser las dos, entrando así en el horario de invierno. Pero esta podría ser la última vez. O, al menos, ese es el objetivo que persiguen los expertos. En 2018, la Comisión Europea ya presentó una propuesta para eliminar los cambios de hora estacionales. Una iniciativa que el Parlamento Europeo también apoyó, aunque retrasó su aplicación hasta 2021. Pero todo quedó paralizado por la pandemia y en manos del Consejo de la Unión Europea (UE), donde están representados los Estados miembros.

Con el ánimo de facilitar la decisión sobre la zona horaria permanente que debe adoptar cada país, el grupo de expertos y activistas de Barcelona Time Use Initiative for a Healthy Society, que celebran en Barcelona la próxima semana un evento mundial sobre políticas del tiempo, ha presentado un plan en dos pasos para lograr una transición hacia este nuevo modelo "fácil" y "progresiva".

"Esto conlleva un mejor estado de salud para toda la población, pero especialmente para los niños y la tercera edad", defiende Gonzalo Pin, jefe de Servicio de Pediatría y coordinador de la Unidad del Sueño de Quirónsalud València. El doctor valenciano es una de las voces expertas que ha participado y avalado la propuesta y que pasa, en primer lugar, por eliminar el cambio de hora en primavera y mantener el horario de invierno.

El caso de España es especial, ya que su zona horaria recomendada no se corresponde con la estándar. En 1940, Franco decidió igualar el reloj al de la Alemania de Hitler, que tiene un huso horario diferente. Por tanto, en el segundo paso habría que retroceder por última vez en otoño las manecillas, dejando atrás el UTC+1 que nos acompaña durante todo el invierno y ajustándonos al UTC+0, que es el que refleja la situación geográfica del país.

Problemas de salud asociados

Los expertos cuestionan el impacto del cambio de hora sobre el ahorro energético, un argumento que tanto España, en 1974, como Francia, 1976, utilizaron para introducir el horario de verano. También preocupa el efecto que puede tener sobre la salud.

"Los seres humanos tenemos un reloj interno. La idea es ponerse de acuerdo con la hora ambiental, evitando así lo que los científicos llaman la cronodisrupción", explica el doctor. En las sociedades occidentales, añade, "existe una contaminación lumínica ambiental permanente" y, al mismo tiempo, las personas tienen "una menor exposición a la luz solar".

"Un horario de verano mantenido facilita el déficit crónico de sueño", asegura el doctor

Y cuando no hay un contraste entre el día y la noche, la calidad y la cantidad del sueño se ven afectadas. "Un horario de verano mantenido facilita el déficit crónico de sueño. Esto tiene importancia tanto a nivel individual como a nivel de salud pública y global", subraya. Entre otros motivos, indica, porque sumado a unos "horarios ambientales descoordinados con nuestro reloj interno" se favorece la "aparición de una diabetes tipo 2, obesidad o problemas cardiovasculares".

Asimismo, "estadísticamente, hay un incremento de los accidentes de tráfico y laborales en los días inmediatamente posteriores a los cambios de hora, porque se afecta nuestra capacidad de mantener la atención", asegura Pin.

El grupo impulsa campañas de comunicación y sensibilización

Por el momento, el grupo de expertos y activista se ha centrado en la realización de campañas de comunicación y sensibilización. "Toda la evidencia científica que hemos recogido durante el tiempo del trabajo, desde diferentes áreas de la ciencia, avala no producir el cambio de hora y mantener el horario de invierno. La información y formación de la sociedad civil son muy importantes", concluye el doctor.