Análisis

Acabarán echando de menos a Oltra

Es comprensible el temor de Compromís a una burbuja de las renovables contra el territorio. Lo incomprensible es la falta de diálogo franco con el socio y de liderazgo, la inacción y que el Palau haya dejado llegar el desencuentro hasta este punto

Puig, entre la nueva consellera Navarro y la vicepresidenta Mas, en Corts. | GERMÁN CABALLERO

Puig, entre la nueva consellera Navarro y la vicepresidenta Mas, en Corts. | GERMÁN CABALLERO / alfons garcia. valència

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Para intentar entender el embrollo político acerca de las energías renovables hay que tener en cuenta, al menos, algunos hechos recientes: la entonces consellera de Transición Ecológica (Mireia Mollà) da un rapapolvo a los suyos (Compromís) porque va lenta la tramitación de expedientes y algunos parecen interesados en retardar, Presidencia amaga con tomar el control de esta actividad, Compromís fulmina a la consellera y su sucesora (Isaura Navarro) marca una línea distante con la anterior al tiempo que se produce una sucesión de caídas de altos cargos, la consellera de Política Territorial (Rebeca Torró, PSPV) anuncia cambios en su departamento para evitar los parones, ese golpe de mano queda en nada tras las conversaciones de Presidencia con altos cargos de Compromís y el cierto acuerdo de que se iban a acelerar los procesos, Compromís comparece públicamente (cargos de Més, el viejo Bloc, en este caso) para presentar un modelo de renovables basado en las placas en los tejados, el director general responsable del área en Transición Ecológica (designado por Compromís) critica la propuesta y la consellera lo destituye.

Es la relación de los hechos de las últimas semanas. Si se echa la vista algo más atrás se encuentra con que este era ya un problema hace un año, que las trabas de la responsable de Paisaje (cargo de Compromís en la Conselleria de Política Territorial) hicieron saltar las alarmas y que Presidencia intentó solventarlo con un decreto que impedía los criterios subjetivos a la hora de rechazar expedientes. La realidad es que no funcionó como se esperaba. La prueba es que a día de hoy los proyectos aprobados suponen poco más de 400 megavatios de energía fotovoltaica de los 6.000 que la C. Valenciana debería producir en 2030 según los mandatos de la UE. Es más, Ximo Puig incluso aseguró que el objetivo se alcanzaría en 2026. Parece difícil.

¿Qué está pasando? ¿Por qué el problema se ha enquistado cuando se está a días de que venza el plazo del 25 de enero que da Bruselas para licenciar estos proyectos? Ha pasado, diría, que en Compromís se echa en falta liderazgo para poner orden entre las diferentes voces internas sobre este asunto, que se ha caído en la tentación de convertirlo en un reclamo electoral y que en el Palau no han sabido cómo afrontar este embrollo con una coalición en un momento interno crítico. Dicho de otro modo, sobre esto último, que han confiado demasiado en unos representantes institucionales (Aitana Mas y Rafa Climent) que están lejos a día de hoy de ser la voz de una formación tan coral que a veces es difícil de entender.

Para evitar lecturas aviesas, en la posición de Compromís existen argumentos comprensibles desde una visión de izquierda valenciana, con lo que ello implica. Es comprensible que detrás de esta explosión de proyectos fotovoltaicos se pueda atisbar una nueva burbuja como la de aquellos lejanos PAI inmobiliarios y golfísticos que llevaron a la recalificación de miles de metros de territorio para beneficio de unos pocos. Es comprensible que se tema que los que acaben ganando sean las grandes energéticas de siempre, con la colaboración en esta ocasión de gobiernos progresistas. Y es comprensible que no se quiera que en unos años esa marca de la historia caiga sobre ellos.

Lo incomprensible es que no se haya dialogado, con franqueza y discreción, con el principal socio de todas estas inquietudes en busca de un punto de encuentro, que pasaría por una definición clara del territorio sobre el que es posible intervenir, si es que el mapa de su consellera Mollà no convencía. Lo incomprensible es que se haya querido hacer del problema una marca política (electoral), sin pensar en las consecuencias y en el desgaste que acarrea a un futuro Botànic, si lo hay. Lo incomprensible es que el Palau (Puig) haya dejado llegar el desencuentro hasta este punto. Lo incomprensible es que se haya impuesto la desconfianza. Y lo incomprensible es la inacción, que parte de la premisa ficticia de que todo puede continuar igual sin hacer casi nada y sin depender de la nuclear.

No es un fenómeno solo de Compromís. Hace unos días lo planteaba el veterano izquierdista Joan Herrera en Cataluña: «Tenemos que aceptar que el cambio de nuestro paisaje será irremediable. La reducción de emisiones para combatir el cambio climático nos lleva, sí o sí, a un mayor consumo de electricidad procedente de las renovables. O lo aceptamos o no saldremos de esta». Si es irremediable, hágase con orden y transparencia, sería, sí o sí, la conclusión.

¿Hubiera sido todo igual con Mónica Oltra? La respuesta es política ficción, pero creo que Presidencia hubiera tenido, más allá de otras consideraciones, una interlocución fiable, cosa de la que hoy es posible dudar si la hay, y me parece que Compromís hubiera tenido un liderazgo definido, que no tiene por qué ser unipersonal, pero que a día de hoy es más que posible dudar si lo hay.

La siguiente pregunta es si el Palau volverá a sus planes para tomar las riendas de la implantación de energías fotovoltaicas o si esperará a ver hasta dónde alcanza el incendio.

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