Derechos de las trabajadoras

La explotación laboral tras los pisos turísticos: "Limpiamos 11 horas, sin parar a comer por 500 euros al mes"

Varias trabajadoras de limpieza denuncian los abusos en el sector, con presión, jornadas maratonianas y sin días libres en meses | "Aguanté 60 días y lo dejé porque me salieron manchas en la piel y se me empezó a caer el pelo"

Miriam, una limpiadora de apartamentos turisticos denuncia su explotacion desde el anonimato

Miriam, una limpiadora de apartamentos turisticos denuncia su explotacion desde el anonimato / German Caballero

Gonzalo Sánchez

Gonzalo Sánchez

"Trabajas de lunes a domingo, sin pausas para comer. Básicamente vives para ello, porque empiezas a las 08:30 de la mañana y hasta las 19:30 no terminas. Todo del tirón. Yo aguanté dos meses sin librar ni un día y lo dejé cuando caí derrotada. Me empezaron a salir manchas en la piel, y se me caía el pelo del estrés. Acabé en el hospital". Es el testimonio de Carmen, una ex limpiadora de apartamentos turísticos en el centro de València. Le pagaban 500 euros al mes por ese trabajo.

Presión, jornadas maratonianas sin parar a pegar bocado, sueldos de miseria, horas extras impagadas y contratos que no se pueden enseñar. Son las condiciones bajo las que viven algunas de las limpiadoras de los pisos turísticos que proliferan en el centro de las grandes ciudades. La mayoría son mujeres migrantes, que necesitan el dinero y no tienen muchas más opciones, así que tragan con condiciones abusivas.

Carmen es una de ellas, y pasó por ahí en verano del año 2021. Como sigue trabajando en el sector prefiere que se proteja su identidad. Ahora limpia habitaciones de hoteles y reconoce que está mucho mejor, pero el trabajo del año pasado en los apartamentos turísticos la dejó totalmente rendida.

"Me hicieron un contrato de un mes de prueba, en el que trabajaría 20 horas. Pero no trabajas 20 horas, ni 40". Al final Carmen hacía 70 horas a la semana, de lunes a domingo y sin pausas. Todo ello bajo presión y a un ritmo de trabajo muy alto porque había muchos pisos que limpiar y pocas mujeres.

Turistas entrando a un apartamento turístico en el centro de València

Turistas entrando a un apartamento turístico en el centro de València / Francisco Calabuig

"Primero éramos tres, pero al poco tiempo una se lo dejó porque no podía más y quedamos solo dos. Nos dijeron que contratarían a alguien más pero no lo hicieron", cuenta. En un primer momento, cuando eran tres, el tiempo para limpiar ya era muy apretado.

"Llegábamos y nos decían 'este piso tiene que estar hecho en una hora y media', y a lo mejor el piso estaba patas arriba y era mucho más. Si no lo hacíamos todo súper rápido venían y nos echaban la bronca por lo mal que quedaba todo", denuncia. "Pero si es un apartamento con tres habitaciones, dos baños, una cocina y un comedor grandes, y hasta terraza, no da tiempo a hacer todo eso en una hora", lamenta Carmen.

Contratos inexistentes

Carmen firmó por 20 horas en un contrato de prueba, que excedió el tiempo en el primer mes. Le prometieron durante mucho tiempo que le estaban por firmar uno nuevo, pero nunca firmó nada. Solo promesas. Lo mismo le ocurrió a su compañera Mónica, que nunca vio su contrato físico, y después de un año trabajado decidió pedir varias nóminas a la empresa porque quería mudarse, pero nunca le dieron nada, pese a insistir.

La empresa ahora mismo está en juicio por impago de las horas extra a sus trabajadoras, pero Mónica prefiere no hablar y mantenerse también en el anonimato. En el caso de Carmen, tampoco vio su contrato y no cobraba ninguna de las horas extra que hacía, que eran muchísimas.

Trabajó durante dos meses sin descansar ni un solo día. "Solo libré el primer fin de semana, pero todos los días eran así. Cuando nos quedamos trabajando dos solas las jornadas ya fueron de ocho de la mañana a ocho y media de la tarde, y teníamos que acabar todo para el día porque los clientes estaban al caer", denuncia. La gran mayoría eran "guiris, salvo algún puente que venían españoles, pero eran los menos".

Valencia. Una limpiadora de apartamentos turisticos denuncia su explotacion desde el anonimato

Valencia. Una limpiadora de apartamentos turisticos denuncia su explotacion desde el anonimato / German Caballero

Al final Carmen no fue la que paró, sino que su cuerpo la obligó a parar. "Llegó un día que no pude ir a trabajar porque estaba fatal físicamente, hace días que me empezaron a salir manchas en la piel, me puse malísima, estaba afónica y no podía hablar e incluso se me empezó a caer el pelo. Acabé en el hospital y me confirmaron que era por el estrés y me dieron pastillas para no rascarme", lamenta.

Al final simplemente llamó a su empresa para decirles que no iba a volver, y que le pagaran sus horas extra. Tras varios roces con su empleadora, ni siquiera denunció y decidió cerrar capítulo por el mal estado emocional que sufría entonces. Su compañera, que aguantó seis meses más en ese trabajo, sí que acabó denunciando.

Se trata de una empresa de limpieza grande, con varias secciones distintas desde limpieza de empresas a casas, pasando por apartamentos turísticos, la sección en la que estaba Carmen. Casi todas las trabajadoras eran mujeres migrantes.

Una pulsera para controlar los pisos de estudiantes

Raquel es otra de las trabajadoras que ha pasado por ahí, en este caso limpiando pisos de estudiantes a través de una empresa. Denuncia que "nos llegaban a poner una pulsera que nos controlaba el tiempo máximo que podíamos pasar en cada casa y el lugar en el que estábamos en todo momento".

Valencia. Una limpiadora de apartamentos turisticos denuncia su explotacion desde el anonimato

Valencia. Una limpiadora de apartamentos turisticos denuncia su explotacion desde el anonimato / German Caballero

Sin viajes y con bonobús

Las condiciones laborales implicaban también que no tenían desplazamiento de un sitio a otro. "Íbamos con bolsas de sábana, porque de la lavandería también nos encargábamos nosotras, y para movernos teníamos que coger el bus que corría de nuestra parte también", explica. De hecho, "teníamos que hacer habitaciones también en las ciudades de fuera de València, y si terminábamos un día en Picanya luego no nos llevaban a la ciudad, cada una volvía por su cuenta.

El trabajo la dejó sin vida durante meses, aunque matiza que lo más duro no lo pasó ella porque "en mi caso no tenía cargas porque soy joven, pero mi compañera que tiene varias hijas sufría mucho para dejarlas en el cole y recogerlas. Al final veía a sus hijas solo unas pocas horas, y aguantó muchos meses porque necesitaba el dinero", sentencia.