Muere Benedicto XVI

La visita del papa a València marcada por el accidente del metro

El inminente evento del pontífice provocó que se quisiera pasar página del siniestro con 43 fallecidos que se produjo el 3 de julio de 2006

El papa Benedicto XVI oficia el responso en la estación de Jesús por las víctimas del accidente del metro del 3 de julio de 2006.

El papa Benedicto XVI oficia el responso en la estación de Jesús por las víctimas del accidente del metro del 3 de julio de 2006. / Vicent M. Pastor

El papa Benedicto XVI, fallecido el último día de 2022, estuvo veintiséis horas en la ciudad de València en el verano de 2006. Una visita corta, pero intensa, que estuvo marcada por la tragedia del accidente del metro. Y por las causas judiciales que se iniciaron después, una con condena y otra archivada. Y que provocaron que la visita del papa a València tuviera una repercusión prolongada en el tiempo.   

El sumo pontífice vivió intensamente las veintiséis horas que pasó en la capital del Turia desde el sábado 8 de julio hasta el domingo 9 de julio de 2006, con una cargada agenda que convirtió el palacio arzobispal de València en sede pontificia durante ese caluroso fin de semana. 

Los preparativos intensos que arrancaron a finales de 2005 se vieron momentáneamente paralizados por el accidente en el que murieron 43 personas y otras 47 resultaron heridas a las 13.02 horas del 3 de julio de 2006

Una desgracia «inoportuna»

València estaba ya engalanada para recibir a Benedicto XVI con pantallas gigantes, urinarios de campaña y toda la ciudad cableada para retransmitir en directo la visita papal. Y el accidente del metro, que tardaría catorce años en cerrarse judicialmente, fue desde el primer momento un hecho inoportuno e incómodo que estropeaba la gran fiesta que habían preparado desde la Generalitat y el Ayuntamiento de València

De hecho, la inminente visita del papa provocó que se quisiera pasar página rápido con el accidente en un metro más grave de la historia de España, lo que influiría en algunas decisiones que se adoptaron sobre la investigación del siniestro que costó la vida a 43 personas. La gravedad del siniestro provocó que el Vaticano modificara la agenda para que Benedicto XVI se detuviera, tras aterrizar en Manises a las 11.30 horas del sábado 7 de julio, en la estación de Metrovalencia de Jesús, donde descarriló el tren cuatro días antes de su llegada. 

En la boca del metro ubicada en el cruce de la avenida de Giorgeta con la calle de Mora de Rubielos, Benedicto XVI depositó una corona de laurel con flores blancas y ofició un responso para pedir el «descanso eterno y la paz» de las víctimas del accidente. En la Basílica de la Mare de Déu dels Desemparats también se reunió con algunas familias de los fallecidos para intentar consolarlas, bendecirlas y rezar con ellos un padrenuestro por «el descanso de sus seres queridos». Entre otros, estaba la madre de Encarna López, una vecina de Real de Montroi fallecida en el siniestro, que explicó emocionada a Levante-EMV que el papa «ha besado y ha bendecido la foto de mi hija, para que descanse». La familia de otro de los fallecidos recordaba tras el encuentro que «se acercó, me tocó» y les transmitió «paz y seriedad», como recogió Levante-EMV en su edición en papel del 9 de julio de 2006. 

Defensa del matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer

De la participación de Benedicto XVI en el V Encuentro mundial de las familias trascendió su defensa del «matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer», en un país que justo un año antes -el 3 de julio de 2005- había aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque el pontífice evitó criticar directamente al Gobierno, entonces socialista, y sus avances en materia de igualdad que diecisiete años después nadie cuestiona. 

El papa también criticó el subjetivismo de la sociedad moderna, una reflexión constante en su pensamiento teológico. Al tiempo que defendió que «en el origen de todo ser humano no existe el azar o la casualidad, sino un proyecto del amor de Dios», y de que la familia es elemento esencial en la educación y la transmisión de valores. Estas fueron las aportaciones principales de su homilía en la misa que concelebró junto a  más de 400 obispos y 2.000 sacerdotes. 

En la visita de veintiséis horas de Benedicto XVI a València el sumo pontífice mostró ideas firmes, sin sorpresas, pero sin estridencias ni gestos que pudieran interpretarse como una descortesía al país de acogida.  La visita, que se preveía multitudinaria, no llegó a las expectativas ya que se esperaban 1,5 millones de asistentes al V Encuentro mundial de las familias, aunque una entidad independiente de recuento cifró el aforo en 254.000 fieles.