Camina 400 kilómetros y duerme a la intemperie para obtener su pasaporte

Un vecino de Camerún tarda dos semanas en llegar a pie a la embajada de su país en Madrid tras resistir al frío y las lluvias y dormir en casas de obras y varias gasolineras

La dureza para recuperar su pasaporte: camina 400 kilómetros y duerme a la intemperie

J. R.

Jaime Roch

Jaime Roch

El 1 de enero no fue igual para todos. Michel Mvondo Ndtoungou, un vecino de Yaoundé (capital de Camerún), salió andando desde València hasta la embajada de Camerún en Madrid. Tras más de dos semanas de luchar contra el frío, las lluvias y dormir a la intemperie, el pasado martes logró tener hora en la embajada de la calle de Rosario Pino de Madrid y, finalmente, consiguió su pasaporte: "He luchado hasta el final para recuperar mi nacionalidad. Ahora, que ya he regularizado mi situación, quiero firmar el contrato que me prometió mi jefe para ser limpiador de cabinas. Y tengo un sueño: volver a mi país para volver a ver a mis padres, mis tíos, mi mujer, mis hijos, mis amigos... Hace diez años que no los veo", explica al otro lado del teléfono con una voz emocionada.

"He dormido en los servicios de varias gasolineras, con cartones en los patios de las iglesias o en algunas casas en obras. También me he duchado en el algún río, pero finalmente, gracias a Dios, he logrado conseguir lo que quería. A pesar de todo, cada mañana me levantaba con la voluntad de salir adelante. Porque cuando tienes fuerte la mente, controlas la cabeza y superas todas las adversidades", manifiesta. "Todo este tiempo, cuando tenía el pasaporte paralizado en la embajada y no me lo enviaban a Benimaclet, controlé la mente y llegué a la conclusión de que tenía que ir a Madrid a pie", explica.

Precisamente, Uhuru València, un colectivo de gente negra, afrodescendiente y africana en València que conoció su historia gracias a Levante-EMV, se ofreció a pagarle el viaje, pero Michel lo declinó por amor propio: "Los objetivos hay que terminarlos. Mi abuela me dijo un día que la mitad de un trabajo no se paga, siempre voy hasta final", afirmó. Este miércoles, el mismo colectivo le pagó un autobús para que volviese a su domicilio particular de Benimaclet.

Michel en un área de descanso en la que descansó durante su viaje a Madrid.

Michel en un área de descanso en la que descansó durante su viaje a Madrid.

El recorrido y la multa

Michel salió el primer día de 2023 a las 9 horas de Benaguacil, en el Camp de Turia. De ahí, pasó por Cheste, Siete Aguas, Buñol, Villargordo del Cabriel, Honrubia, Alarcón, Iniesta, La Almarcha, Perales de Tajuña o Rivas: "La noche en Rivas fue especialmente dura porque dormí fuera de una iglesia. Casi no podía dormir del frío. Pero me repetía uno de mis lemas: La vida no es fácil hermano, es como una batalla de verdad". También recuerda que se perdió por los campos de Castilla La Macha durante cinco horas y llegó por las nacionales a Madrid, donde había mucha niebla y casi no veía a los coches: "Hacía 40 kilómetros al día, desde las 7 horas hasta a las 18 horas, cuando empezaba a anochecer paraba. Iba siguiendo las señales porque no tengo Internet en el móvil".

El segundo día de viaje, la Guardia Civil lo multó porque está prohibido caminar en autovías y autopistas: "Iba por la A3 y me pararon", recuerda.

¿Cómo podía superar tantas dificultades? En su respuesta, Michel trae a colación una pomada de origen africano que utilizaba su abuelo cuando volvía de trabajar: "Es una especie de bálsamo mentolado que se llama Robb y me masajeaba los pies para sentir alivio".

En Madrid, un particular de València, que prefiere mantener el anonimato, le pagó la estancia de dos noches hasta que recuperó su nacionalidad: "He conocido a gente muy buena por el camino. No los olvidaré", concluye.