A Puig le crecen los problemas en casa y en el vecindario

El desmarque a la izquierda radical de Podemos desgasta la imagen de centralidad del Consell del Botànic, que tras el trasvase vive otra amenaza con la batalla de Compromís en Alicante

Héctor Illueca y Pablo Iglesias, en la presentación de «La propuesta republicana». | F. CALABUIG

Héctor Illueca y Pablo Iglesias, en la presentación de «La propuesta republicana». | F. CALABUIG / alfons garcia. valència

Alfons Garcia

Alfons Garcia

La semana de Puig empezó exprimiendo el hito de la gigafactoría en Alemania y ha acabado poniendo barreras de protección con los socios de Podemos tras la estrategia de estos de señalamiento al dueño de Mercadona como representante del «capitalismo despiadado» por la escalada de precios en los supermercados. Y en medio, el recorte del Gobierno al trasvase Tajo-Segura.

Quizá en su periplo en la Baja Sajonia Puig soñó con una conferencia de presidentes como la alemana, donde poder fijar los territorios una posición común (o mayoritaria) ante el Gobierno federal. Quizá con algo así hubiera evitado el golpe al trasvase. Que es también a las expectativas de la izquierda. Quizá lo hubiera podido modular, porque las consecuencias del cambio climático están ahí y el colapso hídrico no es una ensoñación. Continuar como si nada sería irresponsable, pero hay formas y formas, y Moncloa (Teresa Ribera con el silencio de Pedro Sánchez) ha ido a las bravas en esta cuestión. A pesar de ser la principal autonomía gobernada por un socialista.

La semana deja claro también que Pablo Iglesias es el estratega de la campaña de Héctor Illueca a la Generalitat. Y que está en dar a conocer al vicepresidente. Ha sido romperse los puentes con Compromís para una confluencia autonómica en la que los valencianistas nunca han creído y lanzarse a una estrategia de diferenciación por el carril de la izquierda radical. El icono al que señalar ha sido Juan Roig (en otros momentos lo fue Amancio Ortega) como rostro reconocible del sector de los supermercados. Y desde ese rincón muy a la izquierda sacudir a los socios del Consell, a Compromís y PSPV, para intentar aparecer como la facción pura.

Todo ello con palabras, a pesar de que Unidas Podemos gobierna. Entre sus competencias está el Ministerio de Consumo, desde el que ha podido adoptar medidas por los precios de los alimentos.

Palabras es el límite tolerable para Puig. «La opinión es libre, pero el representante del Gobierno valenciano es el president», señalan en su equipo. Significa que no piensa quedarse callado si Unidas Podemos mantiene su táctica de hacer oposición desde dentro del Consell. Pero significa también que no se plantea medidas drásticas, como expulsar del Ejecutivo a los dos miembros de esta coalición, mientras la acción de Gobierno no se vea afectada. No obstante, los gestos del socio desgastan la línea de centralidad política que Puig ha dotado a su gestión y que es la marca del Botànic hacia el exterior.

La estrategia morada es también defensiva, en la batalla con Compromís por el voto a la izquierda de los socialistas. La formación que va a liderar Joan Baldoví quiere copar ese espacio, que considera que siempre ha sido suyo, el natural —la historia viene de antes de 2015—, para evitar que los votos puedan perderse si Unidas Podemos no llega a la barrera del 5 %, que estaría bordeando en las últimas encuestas de distintos partidos. Y frente a eso, Iglesias, Illueca y Lima se defienden buscando marca radical.

Pero los problemas para Puig (en casa y en el vecindario) también vienen por el frente sur de Compromís. En los despachos de Presidencia de la Generalitat preocupa la batalla de la coalición por el número uno de la lista a las Corts por Alicante. A pesar del apoyo de Baldoví y la cúpula de Més a que la vicepresidenta, Aitana Mas (Iniciativa), sea la que ocupe el puesto, Gerard Fullana (Més) no ha cedido hasta ahora. Los dirigentes valencianistas dicen que habrá solución y pacto final a favor de Mas, pero de momento no lo hay y la corriente de Mireia Mollà, enfrentada con la vicepresidenta, también quiere jugar su papel. Compromís es especialista en arreglos en el último minuto, pero el horizonte —hoy posible— de una ruptura por el sur es otro quebradero de cabeza para Puig. Demasiados enemigos en el vecindario para reeditar un tercer Botànic. Y para eso los socialistas saben que necesitan sanas, salvas, fuertes (y sensatas) a las fuerzas a su izquierda.

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