La rebaja del listón electoral: un caso de mala gestión de la opulencia

La izquierda y Cs desaprovechan seis años de mayoría holgada para un cambio que acucia ahora

Mamen Peris, nueva síndica de Cs, en las Corts.

Mamen Peris, nueva síndica de Cs, en las Corts. / Rober Solsona

Alfons Garcia

Alfons Garcia

A menos de cuatro meses de las elecciones autonómicas, dos cosas parecen claras: una, la rebaja del listón electoral para entrar en las Corts (del 5 al 3 % de los votos) es casi imposible que prospere en este periodo; y dos, la bajada de la barrera sería más necesaria que nunca para las aspiraciones de un tercer Botànic ante las dificultades de Unides Podem y Ciudadanos de superar la línea entre la existencia parlamentaria y el vacío. 

La rebaja, además de una aspiración histórica de la izquierda, es un caso ejemplar de esos refranes que sintetizan el error de dejar para mañana lo que se puede hacer antes. Es un caso palmario de mala gestión de la opulencia. Opulencia de escaños, como los que tenía el Botànic junto con Ciudadanos en 2015 y también al inicio de esta legislatura, hasta que, de nuevo, el partido de centro sufrió la fuga de cinco diputados

Eso sucedió en junio de 2021. Desde entonces, la izquierda y el centro ya no suman los 66 escaños necesarios para sacar adelante la reforma de la ley electoral. Se quedarían en 65 en este momento y los tránsfugas de Cs, que tienen la llave, ya han dicho que con ellos no cuenten ahora que el Botànic ha vuelto a agitar la posibilidad de la reforma. Algunos de estos exCiudadanos ya están al lado del PP en listas locales y los ‘populares’ son, históricamente, los más reacios al cambio por la razón (natural) de que les perjudica electoralmente. La razón (histórica) de la derecha tradicional para resistirse a la bajada del listón ha sido que facilitaba la presencia de la ultraderecha en las instituciones, pero esta ya ha aparecido sin necesidad de bajar la barrera y, de momento, no está amenazada. 

Los movimientos ahora, cuando la legislatura agoniza, son un caso ejemplar de esos refranes que vienen a decir que «a buenas horas, mangas verdes». Ahora que la necesidad obliga, los partidos de gobierno y Cs intentan mover ficha en un asunto que lleva pendiente desde 2015.

A PSPV, Compromís y Unides Podem les interesa porque está en riesgo que las papeletas a los morados se pierdan si no alcanzan a sumar el 5 %. Más allá de disputas internas por cazar ese voto, la supervivencia del Botànic va a depender, en buena medida (en mayor o menor, según analistas), de la capacidad de Podem y EU de estar en las Corts.

A los grupos de la izquierda también les favorece la presencia de Ciudadanos en la cámara por la razón tan lógica de que supone restar escaños al PP, que tiene muchas opciones de volver a ser la primera fuerza (no lo fue en 2019) en la C. Valenciana, según la mayoría de sondeos, al recuperar a muchos de los votantes de Cs. Y ser primera fuerza garantiza llevarse la mejor parte en el reparto de los restos electorales.

El 3 % no supondría ni siquiera seguridad alguna para la continuidad parlamentaria de Cs (en las encuestas aparece por debajo), pero al menos abriría una puerta de esperanza. Sus actuales dirigentes pueden acordarse ahora de argumentos puestos en el pasado como el de la circunscripción única. El caso del listón recuerda a esos refranes que dicen que entre todas la mataron y ella sola se murió. 

Por ahora, esta mañana, en una entrevista en la Cope, el jefe del Consell, Ximo Puig, ha asegurado que la reforma, para la que existía "un acuerdo histórico progresista", no está encima de la mesa. La duda es si habrá lamentaciones progresistas el 29 de mayo, día después de las elecciones.

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