València vive las últimas horas de las mascarillas en el transporte público

Este martes, 7 de febrero, el Gobierno aprueba el fin de la obligatoriedad del uso de la mascarilla en los transportes

Este martes, 7 de febrero, es el último día de las mascarillas en el transporte público. Dos años y nueve meses han pasado desde que se hizo obligatorio su uso en metros, tranvías, taxis, autobuses, aviones y trenes. Uno de los últimos vestigios de la crisis del coronavirus que duraban aún hoy, pone punto y final.

València ha amanecido con frío y con la mascarilla en el bolsillo por última vez para aquellos que utilicen el transporte público. Al fin termina una norma que, más de uno, llevaba ya meses pasando por alto.

Cada vez menos mascarillas

Ninguna persona que utilice frecuentemente el transporte público en València se extraña ya de ver rostros descubiertos en el metro. La sociedad está cansada de las mascarillas y, tan rápido como nos habituamos a su uso, nos hemos desacostumbrado a llevarlas. Por olvidos, pasotismo o descuidos, las mascarillas cada vez se veían menos en los metros y tranvías. En los autobuses, en cambio, su uso se ha mantenido más a rajatabla, quizás por la función de los conductores y conductoras de recordárselo a cada pasajero que accedía al autocar sin ella.

España, de los países más precavidos

Algunos países de nuestro entorno hace meses que se deshicieron de ellas. De hecho, junto a España, Grecia y Alemania eran de los pocos que las mantenían. El país germano levantó su uso recientemente, el pasado jueves 2 de febrero. Ahora es el momento de España. Otros países europeos llevan más de seis meses sin usar mascarilla. En Dinamarca, que fue pionera, su obligatoriedad terminó en verano de 2021, hace ya un año y medio.

Fue en mayo de 2020 cuando empezábamos a acostumbrarnos a eso de llevar la mascarilla siempre encima, puesta o en el bolsillo. Nos dio tiempo a acostumbrarnos, tanto que después, al quitar la obligatoriedad de llevarlas en el día a día, mucha gente se hizo de rogar. Pasaron a ser únicamente obligatorias en interiores para, finalmente, quedar relegadas al transporte público y los edificios hospitalarios y sociosanitarios.