Infancia
Del centro de menores a estudiar una carrera: "No conozco a ningún extutelado que haya llegado a la universidad"
Christopher fue acogido por la Generalitat desde los 13 a los 18 y ahora está concentrado en la selectividad para estudiar Informática | "Entrar en un centro puede ser una maldición o una bendición, tú decides en qué lo conviertes", explica

Christoper ex tutelado 2 / Levante-EMV

Christopher entró en un centro de menores a los 13 años, cuando su padre le dejó con su hermana mayor y no volvió. Hasta los 18 ha sido tutelado por la administración, y ahora espera que le tramiten una ayuda para volar solo. Estudia segundo de bachillerato y prepara la selectividad para estudiar la carrera de informática.
Esta última frase sería lo más normal del mundo para un chaval de su edad, pero no para un chico que ha tenido que madurar rapidísimo en un centro de acogida. "No conozco a nadie que haya llegado a la universidad desde el centro de menores", explica Christopher, que hace unos meses seguía siendo un niño a ojos de la ley.
Hay casos, pero se cuentan casi con los dedos de las manos. Y no es casualidad que estos chavales no lleguen. Con solo 18, Christopher no solo tiene que preocuparse de los exámenes que marcarán su futuro -que no es poco- sino también de que acaben de tramitarse unas ayudas, mudarse, y vivir solo. No solo como un estudiante que vuelve cada finde a casa de sus padres. Solo.
Se afana en decir que tuvo suerte, pero lo suyo es mucho más que eso. A los trece tuvo que mover toda su vida de Alicante (donde vivía con sus padres) hasta Alcoi. Le metieron en un centro y en un instituto nuevo, donde tenía miedo a hablar del tema. "Se pasa mal porque no conoces a nadie, y tienes mucho miedo de contarlo", explica. Al final, sus compañeros han sido los mismos desde primero de la ESO hasta ahora, y ha acabado siendo uno más. "Cuando lo dije todos me acogieron", remarca.
Pero un centro de acogida, por mucho que se intente, no es un hogar. "No es lo mismo estudiar allí, para nada. Todo está lleno de niños que hablan todo el rato y es más difícil concentrarse, hay unos horarios muy marcados, y si tienes alguna duda o hay un ejercicio que te cuesta es posible que el educador esté ocupado y no te pueda ayudar", cuenta.
Y sin embargo, el centro de menores estabilizó la vida de Christopher. A los trece, debido a los problemas en casa y las constantes discusiones entre sus padres, dejó de ir a clase. Entró a la institución de acogida y lo retomó. "Es muy complicado de vivir. Hay muchos chicos que solo pueden pensar en los problemas que tienen y, aunque te digan que te centres en los estudios, ellos no pueden. Otros utilizan eso como excusa para no hacer lo que deben", reivindica.
Y aunque suene duro, Christopher piensa que un centro de menores puede ser "una maldición o una bendición". "Lo importante es cuánto permites que te influyan las cosas que han pasado en tu entorno. Tienes la excusa para acabar mal, pero también te han dado la oportunidad de salir adelante. Tú verás en qué te conviertes", explica.
"Una utopía"
Christopher está en un piso de emancipación, un recurso de la Generalitat para jóvenes ex tutelados donde pueden vivir con más autonomía a partir de los 18 y hasta los 20 años. Un tránsito más suave hacia la vida adulta. Es un recurso muy preciado por todos los niños y niñas que pasan por un centro, porque solo hay 26 en toda la Comunitat Valenciana.
Sin este recurso, Christopher explica que estudiar una carrera habría sido "una utopía". Y aún así seguirá siendo durísimo. Pese a todo, él quiere hacer su camino y está tramitándose la Renta Valenciana de Inclusión para cobrarla y vivir solo. Pedirá una beca, intentará acceder a las nuevas ayudas para jóvenes extutelados que prepara la UPV, y aún así no sabe si le dará. "Son muchos gastos, y además de las becas probablemente tenga que trabajar", explica. Pero aún así quiere estudiar informática. Siempre lo ha tenido claro.
La realidad en muchos centros de menores, al menos lo que conoce Christopher, es que "los chavales tienen muchos problemas, llegan a superar la ESO y poco más. A partir de ahí muchos se sacan el carnet o un curso de carretillero para ponerse a currar", cuenta. Otros, como mucho "se meten en un grado medio para aprender un oficio". Son muy pocos los que deciden seguir estudiando y meterse a bachillerato como ha hecho este joven de Alcoi.
Otro problema con el que se encuentran muchos jóvenes ex tutelados es la gestión del dinero. "La creencia popular es que los dejan en la calle a los 18 pero eso no es así, casi siempre se les tramita la Renta Valenciana de Inclusión o alguna ayuda, pero muchos no han tenido nunca dinero propio y de repente se ven con él y no saben gestionarlo, así que acaban mal. Eso es muy común", asegura.
Los jóvenes tutelados también carecen de referentes que les apoyen y les orienten en sus decisiones. Esa es otra causa por la que muchos se quedan a mitad de camino. Christopher se considera autosuficente, y dice que, pese a que tiene un hermano mayor, nunca le ha consultado. "Siempre he tenido claro hacia donde he querido hacer, aunque también tengo el contacto de algún tutor de mi centro que sé que me ayudaría", asegura.
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